Su pierna a mi lado se movía incesantemente, había estado inquieto toda la mañana pero sinceramente me importaba poco, era algo que tenía e iba a hacer. El auto se detuvo en la entrada del edificio y cuando me disponía a salir me tomó del brazo haciendo que mi vista fuera hasta él.
-Nuestro vuelo sale en una hora, Abigail -me advirtió y rodeé los ojos.
-Ya me lo has dicho más de un millón de veces, Gustav -gruñí safandome de su agarre. Aún estaba molesta por su actitud de mierda.
Subí el elevador que me llevaba hasta la oficina de presidencia y mis antiguas asistentes sonrieron al verme.
-Señora, qué sorpresa -les devolví el gesto.
-No me iría sin despedirme de ustedes -lancé amable-. ¿Cómo les va con el nuevo jefe? -ambas se miraron con complicidad, en su mirada había algo de miedo.
-Solo deben acostumbrarse a él, no es tan malo como parece -ambas suspiraron y se limitaron a asentir-. Por cierto, ¿está ocupado ahora mismo?
-Nos dijo que siempre estaría disponible para usted -me sonrojé algo incómoda y no supe qué decir al respecto.
-Pues iré un momento -lancé-. Nos vemos al rato.
Entré a la oficina sin tocar, quizá una mala costumbre adquirida con él tiempo. Estaba concentrado leyendo algo en su computador y su mirada se iluminó al verme, como siempre.
Me regalé unos segundos y lo vi con detalle, por primera vez desde que sabía que estaba vivo, sonreí y lo creí. Estaba ahí, en su oficina, trabajando como siempre. Mi corazón casi sale por mi boca de la emoción, como si recién me hubiera enterado. Di un largo suspiró y volví a la realidad.
-¿Te encuentro en mal momento? -negó con seguridad y se levantó extendiendo su mano hacia el sillón donde estaba a punto de sentarse.
-Nunca estoy ocupado para ti, Mon amour. Te lo he dicho varias veces -lo conocía muy bien como para caer en la trampa de sentarme a su lado, así que opté por acomodarme en el sofá que tenía enfrente. Volvió a sonreír al verse atrapado.
-¿Dónde está tu esposo? No pensé que te dejaría venir aquí sola.
-Desde hace mucho no tengo que pedir permiso o dar explicaciones de mis actos, Enzo. Deberías saberlo.
-Aún sabes cómo domar a un Palumbo, felicidades.
-¿Lo dices por ti? -contraataqué y me miró mal.
-Ese fue un golpe bajo, Abigail.
-Lo sé -dije tratando de restarle importancia y crucé mis piernas, debía distraerlo con algo para que me dejara cambiar de tema. Lo logré.
-Vine a entregar formalmente mi renuncia -su vista se había clavado en mis piernas envueltas en mi corta falda blanca. Dejé caer el sobre de vinilo en la mesa que nos dividía.
-Es lo más prudente, pues ahora eres la vicepresidente -obligó a subir su vista hasta mi y encontró mi ceja enarcada.
-¿Perdón? -reí. Estaba loco.
-Esto no es un centro comunitario, nena. No puedo darme el lujo de que la ex presidente de mi empresa, nuestra empresa, se desligué de la noche a la mañana.
-Enzo, no me interesa ese puesto y no lo voy a tomar. Estuve atendiendo tu ventorrillo porque a ti te dio la gana de tomarte un año sabático y jugar al muerto, pero sabes bien que esto no es lo mío -rodó los ojos.
-Como sabrás ese puesto actualmente no existe, no le había dado a nadie ese honor y...
-Que bien, gracias. No me interesa -le interrumpí.
-Solo será por un tiempo, Abigail. Es una clase de transición. Solo necesito que te encargues de la sede allá en Italia y que vengas de vez en cuando a algún evento importante, ¿no puedes hacer esto por mi? -negué con seguridad y me miró impaciente.
-Está bien, dejaré que lo pienses un poco -lanzó sonriendo tan bipolar como siempre.
-Dylan se quedará unos días para ayudarte a actualizarte un poco -asintió estando de acuerdo-. Eso es todo, ya debo irme. En unos minutos vuelo a Italia.
-¿Te vas ya? -su ánimo decayó en picada.
-No tengo nada que hacer aquí -me levanté y me vio dolido. Quizá estaba siendo muy dura.
-¿Estás bien? -lo miré y antes de que contestara le aclaré-. Físicamente... ¿Está bien que vuelvas a trabajar tan pronto? -asintió.
-Quizás mi cuerpo no me respondía, pero mi cabeza siempre estuvo bien puesta.
-Bueno, pues ya me voy -se levantó y tomó mi mano deteniéndome.
-Mucha suerte, Mon amour. La necesitaras.
-¿Por qué lo dices? -lo miré confundida.
-Crees que tu vida será más sencilla, pero te equivocas. Ahora, cuando me extrañes, sabrás que estoy aquí, cuando quieras verme, sabrás que solo necesitarás tomar un avión y cuando quieras fingir ser feliz como hasta ahora, se te hará imposible, porque sabes que ya estoy aquí y que nada te impide serlo en verdad -sus palabras me quemaban, pero pude mantenerme en pie.
-Siempre voy a estar esperándote aquí, puedes estar tranquila, no debes apurarte. Cuando recuerdes que la persona que amas realmente soy yo, voy a estar aquí, solo, pues tu siempre serás mi primera y única opción.
-No me esperes, Enzo. Estoy casada, no hables como si estuviera soltera. Rehice mi vida con Gustav y que estés vivo no cambia en nada eso -empezó a reír.
-¿A eso le llamas boda? -lo miré.
-Vi la noticia de tu boda en el hospital y no pude parar de reír ese día. Firmaron un contrato como lo hacen tu y Russo cada día en el hotel. Nena, ni siquiera te pusiste un vestido.
-No le veo sentido a hacer una boda de princesa de cuento de hadas cuando ya tienes tres hijos, Enzo.
-Abigail, una vez me dijiste detalladamente cómo sería la boda de tu sueños y era todo lo contrarió a eso -atacó.
-Como digas -había perdido y sonrió victorioso. Se acercó a mí y dejé que me abrazara.
-Obligaste a tu cuerpo a serme infiel, pero tu mente y tu corazón aún son míos. Ir en contra de la corriente es sumamente agotador, así que cuando estés cansada, llámame, iré por ti a donde estés -susurró en mi oído y me dejo ir.
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No tengo más que decir... 😫
Buenas noches 🌙
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Escógeme
RomanceSEGUNDO LIBRO DE LA TRILOGÍA -Debes tomar una decisión, Abigail -me miró con desesperación. Necesitaba saber la respuesta como el aire que respiraba-. ¿A quién eliges? Los observé a ambos, mi corazón latía como si recién había acabado de correr una...