Capítulo 13

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El retorno a casa definitivamente debió haber sido completamente diferente, yo en estos momentos debería estar orgullosa de haber dejado el club de nuevo en funcionamiento luego de muy pocos días trabajando ello, feliz, de que el primer viaje de mis hijos a mi país haya sido una hermosa experiencia tanto para ellos como para mi, pero lamentablemente nada estaba más alejado de la realidad.

-¿Señora? -Julio me sacó de mis pensamientos sin previo aviso y lo miré-. Su teléfono -sólo entonces me di cuenta que el sonido molesto de mi celular estaba a punto de despertar a los niños que habían caído rendidos desde que subimos al auto en el aeropuerto.

-¿Bueno? -contesté sin formalidades, no estaba de humor para más.

-Buenas tardes, Señora Palumbo -rodeé los ojos, maldito apellido-. Habla Michael Davis, el abogado del Señor D'accardi, nos conocimos hace poco en la reunión que tuvimos con los socios.

-Ah, si. Buenas Tardes.

-Acabo de llegar a Florencia -lanzó y me sorprendí-. Quisiera saber cuando podemos concertar una reunión.

-Me toma por sorpresa, Señor Davis. Enzo no me había informado que vendría de inmediato a Italia.

-La intención del Señor D'accardi no es presionarla, solo quiere que esté cerca para cuando usted se sienta lista, empezar de inmediato -suspiré.

-Me pondré en contacto con usted en unos días, hay algunas cosas que debo hacer antes -dije sinceramente.

-Perfecto, ya tiene mi número. Tenga feliz resto del día -dicho esto colgó.

***

Me parecía increíble, había pasado casi un mes del suceso en la Xtravaganza y ni siquiera había recibido un mensaje de Gustav disculpándose, aún no podía creer que habíamos llegado a esto y cada día me convencía más de que la decisión que estaba por tomar era la correcta.

La puerta de mi oficina se abrió sin avisar y mi amiga entró como si recién llegara a su casa.

-¿Aún nada? -empezó a servirse un café y negué-. Está en Italia -lanzó y la miré confundida.

-¿Cómo sabes eso?

-Fui con Fabio a almorzar en el restaurante que tiene con Juliette y al preguntar por ella nos dijeron que se encontraba con el Señor Palumbo en su casa a las afueras de la ciudad en una supuesta reunión -enarqué la ceja.

-¿No es una información algo detallada para dársela a "simples clientes"? -asintió.

-Creo que la zorra estaba en el restaurante, escondida en algún lado y aprovechó que estábamos ahí para enviarte ese recado -mi mandíbula se tensó y sin pensarlo mucho me levanté tomando mi bolso.

-Iré a verla entonces -sonreí fingiendo una paz que no sentía en esos momentos. April devolvió el café de su boca a la taza y me miró con sorpresa.

-¿Qué harás, Abigail? -preguntó con cautela.

-Nada, solo le haré una visita a una fan frustrada -dije saliendo ya de la oficina y aunque intentó seguirme y me rogó que la dejara acompañarme era algo que quería resolver por mi misma.

Salí hasta los parqueos y luego de mentirle a mi seguridad me dirigí sola hasta donde supuse estaban. Todo el camino estuve consciente de que lastimosamente no iba hasta ahí por celos, pues ya Gustav no causaba esos sentimientos en mi, más bien era por la falta de respeto hacia mi y la memoria de Marie, con quien compartía esa casa.

Casi de inmediato pude confirmar que Gustav estaba ahí, pues al llegar a mi destino vi a sus guardaespaldas resguardando el lugar. Todos me miraron nerviosos mientras me dirigía hasta la puerta.

-Señora -dijeron casi al unísono en forma de saludo.

-Buenas tardes -les sonreí y me quedé parada en la puerta en espera a que la abrieran para mi.

-El señor... -dijo uno de ellos llamando mi atención e hizo una gran pausa como si buscara las palabras correctas.

-Está en una reunión -terminó su compañero sacándolo del apuro.

-No hay problema, esperaré que termine entonces -abrí la puerta con seguridad y ellos no pusieron resistencia. Sabían que no podían.

Una discusión acalorada entre dos personas me llevó hasta la oficina y abrí la puerta de golpe. Mi esposo palideció mirándome con sorpresa y la cínica de Juliette sonrió con satisfacción.

-¿Interrumpo algo importante? -dije al entrar y me senté frente a Gustav que se veía más delgado y acabado de lo que recordaba.

-La verdad es que sí, Abigail -dijo la zorra y sonreí.

-Que pena, tendrás que esperar un poco, afuera, debo hablar algo con mi esposo -su cara se desencajó viéndome molesta.

-Gustav... -lo miré para que se deshiciera de ella y como perro bien educado, obedeció.

-Juliette, sobre ese asunto seguimos hablando luego. Yo te llamo -su cara estaba ahora más roja que su pelo mal teñido y se dispuso a salir evidentemente molesta, al menos eso creía.

-¿No deberías felicitarme, Abigail? -lanzó desde el umbral de la puerta y Russo se tensó.

-Julliette... -le advirtió mi esposo y volteé a verla.

-¿Felicidades por...? -su sonrisa volvió a su cara y lentamente vi como sus manos fueron hasta su panza. Tus hijos pronto tendrán un hermanito o hermanita -todo empezó a darme vueltas de repente, pero no iba dejar que viera cómo me afectaba.

-Pues felicidades, un bebe siempre es una bendición -le dije sonriendo y volví la vista hasta Gustav que literalmente estaba temblando.

-Pues supongo que si hablaban algo importante, no te quito mucho tiempo entonces, Gustav. Solo vine a avisarte personalmente que ya sometí los papeles del divorcio -sus ojos se abrieron con un par de platos, me parecía irónica su sorpresa-. Pronto sabrás de mi abogado, deberías ponerte en contacto con el tuyo.

Me levanté aprovechando su estado de shock y me dirigí de vuelta hasta la puerta donde aún se encontraba la chica mirándome también con asombro.

-Ojalá sea niño, así le ponemos Alejandro -le lancé emocionada y salí de ahí sintiéndome más liberada que dolida e inmediatamente llegué hasta el auto tome mi teléfono y marqué.

-Señor Davis, ya estoy lista -lancé con una sonrisa.


AVANCE DEL PROXIMO CAPITULO


-¿Por qué están tardando tanto? -no paraba de mover mi pierna derecha y morder mis uñas. Tenía un mal presentimiento.

-Vamos, Mon Amour. Ten paciencia -acariciaba mi espalda tratando de calmarme.

-No entiendo que tanto discuten, lo más complicado es la parte del dinero y fui clara cuando dije que no quería nada de Gustav, ¿entonces por qué tardan tanto? -justo en ese momento el abogado entró a mi oficina.

-¿Cómo le fue? ¿Qué tanto debatían? -lo miré impaciente y él se sentó.

-Tenemos un problema, Señora.

-¿Qué pasó? -Enzo estaba igual de ansioso que yo.

-Alessandro... -lo miré confundida-. El Señor Palumbo quiere la custodia completa del niño -me tensé-. Advierte que usted no es su madre, ni biológica ni legalmente.

Y así es como solo con una frase te pueden cambiar la vida para siempre.

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No se como se quejan de mi, ahora hasta les doy avance como novela mexicana :P

¡Buenas noches, Palumbit@s! ¿o D'accardit@s? 😏

EscógemeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora