Capítulo 20

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No podía estar más de acuerdo con el dicho que alegaba que todos tenemos un alma gemela, pues definitivamente Carla era la mía. Nunca había trabajado con alguien que entendiera a la perfección lo que quería y no solo se limitaba a mis pedidos sino que siempre traía una versión mejorada.

Hace solo un par de semanas que habíamos empezado a trabajar juntas en la próxima feria y todo estaba fluyendo de maravilla. Ambas habíamos sacado a Enzo de su zona de confort y decidimos que la ceremonia se haría esta vez en América. Supongo que D'accardi tenía dos debilidades que se llevaban muy bien.

Era nuestro tercer día en New York y miraba fascinada la ciudad bajo mis pies, nunca me cansaba de esa vista. Por insistencia de Carla, me estaba quedando en el departamento que compartía con su esposa Lorie, una divertida y despampanante morena. A ambas el amor le brotaba por los ojos.

-El desayuno está listo -escuché la voz de Carla desde la cocina.

Salí de mi habitación y sonreí al verlas terminar de poner la mesa, a pesar de que ambas venían de familias ridículamente ricas, llevaban una vida bastante ordinaria y aunque tenían personas que las ayudaban en casa, tenían la regla de siempre preparar el desayuno juntas.

-Ojalá todo sepa cómo huele -lancé y ambas rieron.

-¿Dormiste bien? -asentí con seguridad-. Pude haber despertado al lado de Enzo, pero la cama es cómoda -bromeé y volvieron a reír. Un antiguo álbum de fotos sobre la mesa llamó mi atención.

-¿Qué tenemos aquí? -dije tomándolo con atrevimiento.

-Oh, es para ti -mi cuñada dejó lo que estaba haciendo y se acercó-. Siempre me preguntas por qué le digo osito a tu chico, aquí está la respuesta.

Intrigada empecé a ojearlo y sonreí al ver el montón de fotos de Enzo siendo un tierno bebé y un niño muy alegre. En unas de las imágenes, se le veía vestido como un lindo osito y su cara de disconformidad era todo un poema, tendría máximo unos cinco años y al parecer era de una actividad del kinder.

-¿Pero cómo es que tienen estas fotos? -me miró confundida-. Me contó que conoció a tu padre cuando ya era casi un adulto.

-Wao, ¿te contó la historia? -asentí y me miró sorprendida-. Si que eres la indicada, chica -no pude evitar sonreír.

-Este álbum es una de las pocas pertenencias que pudo sacar de la casa que compartía con su madre, siempre lo llevaba con él. Su madre amaba la fotografía y siempre le decía que llenarían ese álbum de buenos recuerdos, como ella lamentablemente no pudo, prometió que lo haría él.

-Vaya... -seguí viendo todo con una sonrisa, en algunas fotos a veces incluso veía a mis hijos, ciertamente los genes no entienden de problemas familiares. Sentía que en cada retrato, que en cada página que pasaba me permitía conocerlo un poco más.

-¿Ojos azules? -pregunté extrañada viendo el apartado especial que anteponía, lo que al parecer era una sección especial en el álbum.

-¡Oh! Ojos azules fue una chica con la que estuvo obsesionado un tiempo, siempre le tomaba fotos sin que ella se diera cuenta -me regañé por la punzada de celos que sentí. Con curiosidad, volteé a la siguiente página y de inmediato mis ojos se abrieron como un par de platos de alguna vajilla fina y mi mano libre viajó hasta mi boca.

-Abigail, ¿estas bien? -Lorie que estaba sentada a mi lado me miró preocupada, pero yo no terminaba de salir de mi asombro y pasaba las páginas sin poder dar crédito de lo que veía.

-Esta chica -dije en un hilo de voz-. Esta chica soy yo -mis dos anfitrionas me observaron confundidas.

-¿Cómo vas a ser tu? -miraron fijamente a mis ojos resaltando lo obvio y mi espalda necesito el respaldo de la silla.

-Cuando tenía diecisiete años, iba a muchas audiciones para papeles principales y me iba fatal. Los jueces siempre reconocían mi talento, mis estudios y mi trayectoria a pesar de mi edad, pero siempre me decían lo mismo, "tus ojos te hacen ver muy exótica, no va con el papel" "Eres justo lo que necesitamos, eres hermosa y talentosa, pero no encajas en el personaje" -sonreí con nostalgia.

-Estaba desesperada, necesitaba tener buenos protagónicos para agregar a mi curriculum si quería entrar a la universidad de ballet en Milán. Mi instructora, cansada de lo mismo, me llevó al salón de belleza y cambiaron mi pelo castaño claro, por un marrón oscuro mucho más sobrio y me compró unos lentes de contacto azules, los cuales ponía en mi ojo verde.

-Todo funcionó de maravilla, poco a poco fueron eligiéndome en más y más recitales y pues obviamente, yo iba adaptándome a mis ojos azules. Gracias a mi, mi academia fue siendo cada vez más reconocida y pudimos mudarnos a un mejor lugar, era un lugar hermoso y amplio, pero me quedaba super lejos de casa, así que diariamente tenía que tomar el tren por al menos cuarenta minutos.

-En una ocasión, recuerdo que iba vestida para una presentación y estaba lloviendo demasiado, así que había muchas personas en el tren que habían entrado mojadas, y yo, tan pequeña y minúscula, como podía trataba de cubrir mi peinado y mi maquillaje para que no lo arruinaran, pero entonces, vino este guapo y alto chico y se paró frente a mí, protegiéndome de todos los demás.

-Y nos quedamos ahí, viéndonos fijamente por un largo rato, incluso recuerdo que estaba tan perdida viéndolo, que estuve a punto de pasar mi parada, no se como, pero él lo sabía y con una linda sonrisa me dijo "Llegaste, guapa " -solo recordar ese momento hacía que me sonrojara de nuevo.

-Luego se hizo costumbre, todos los días, cada día, nos veíamos ahí, nunca hablábamos, solo nos mirábamos. Era bastante raro, pues incluso cuando iba tarde, lo veía ahí, esperando por mí -suspiré.

-Una de esas noches tome una decisión, hablaría con él al día siguiente, lo invitaría a una de mis presentaciones como excusa, pero cuando llegué a la estación al siguiente día, él no estaba en el lugar que acostumbraba, entonces me senté a esperarlo yo, él lo hacía siempre por mí, ¿por que yo no podría hacerlo? Lamentablemente nunca llegó, ese día ni siquiera fui a mis prácticas por esperarlo.

-Y así fueron los siguientes días, recuerdo que iba a diferentes horas a la estación, visité casi todos los restaurantes cerca, a ver si quizá trabajaba en alguno de ellos, pero no. Poco después me aceptaron en la universidad de mis sueños y tuve que dejar el país.

-No puedo creer que haya sido Enzo, no puedo creer que no lo haya reconocido antes -solté en un suspiro.

Las chicas me miraban asombradas y ahora creo que ninguna de nosotras tenía hambre. Al igual que yo, no podían creer en la coincidencia.

-¡Oh, Abigail! Lo siento tanto -Carla se acercó a mí y me abrazó con fuerza-. Dejamos Estados Unidos cuando mi padre se entero que tenia una novia, al principio no tomó muy bien que fuera lesbiana, así que me envió a Monaco a terminar la escuela. Enzo como siempre me apoyó, pidió que también lo trasladaran a una universidad allá.

-Juro que todo eso pasó en un fin de semana y recuerdo que estuvo todo él sábado esperándote en la estación. Era consciente de que ese día estabas libre, pero tenía la esperanza de verte y hablarte, de contarte por que ya no volverías a verlo y pedirte tu número telefónico.

-¡Dios, estaban tan cerca! -Lorie me miró con pena y sonreí con nostalgia viendo fijamente hacia una de las fotos del Enzo que conocí hace años. Su pelo largo y rebelde tapaba como siempre casi la totalidad de su cara y miraba la cámara como solo solía mirarme a mí, como aún solo me mira a mi.

-Supongo que todo debió pasar de esta manera, yo cuando estaba en la universidad no tenía tiempo para nada más, quizá no lo hubiéramos logrado en ese momento.

-¡Osito debe saber esto! -Carla chilló emocionada y fue por su teléfono, pero yo me levanté y la detuve.

-Déjame a mi hacerlo, quiero hacer algo especial para él.

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¡Buenas noches!

Espero que estén muy bien y que disfruten este nuevo capítulo

11 de Marzo - La Oreja de Van Gogh

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