CAPÍTULO 2

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—¿Pero tú de qué coño vas? — El tipo había caído de bruces contra el suelo debido al empujón y al estado de embriaguez superlativa. Los amigos a duras penas consiguieron ponerlo en pie.

—Estás molestando a la chica —respondió con total tranquilidad el inesperado salvador. Esa voz...

—¿Ah,sí? ¿Y tú quien eres, su guardaespaldas? —. El tipo hizo el amago de ir a golpearlo pero, por fortuna, no dio tiempo a que la cosa fuera a mayores porque Sergi y Leo, dos de los seguratas del Lux, ya habían llegado hasta ellos avisados por Jorge.

—¿Todo bien, Chiara? ¿Qué ha pasado? —le preguntó Leo mientras la ayudaba a incorporarse.

—La gente esta que llevan una borrachera de caballo y llevan toda la noche molestando y ahora el imbécil este ha intentado pasarse conmigo.

—Bueno, amigo, creo que por hoy la fiesta ha terminado. Vamos, acompáñalos a la puerta — le indicó a Sergi. El grupo empezó a protestar pero vieron que no había nada que hacer y acabaron largándose.

Leo se volvió hacia Chiara y le preguntó si necesitaba algo o si quería tomarse un descanso pero ella negó amablemente. Su turno estaba próximo a terminar y tampoco había pasado nada grave así que todos volvieron a sus puestos.

Chiara volvió a la plataforma y mientras bailaba intentaba buscar al flamante caballero andante pero fue inútil, entre lo inesperado del momento, el humo y las luces apenas le había visto la cara. Todo había pasado muy rápido y cuando se levantó del suelo el tipo ya había desaparecido. Lo único que podía recordar era su voz, esa voz profunda...

"Por Dios, Chiara, que obsesión con las voces de la gente, tienes que hacértelo mirar" —hablar consigo misma... Otra cosa que tendría que hacerse ver. Sonrió mientras siguió bailando al ritmo de los Italo brothers.

Por suerte, el resto del turno fue muy tranquilo y una hora más tarde ya estaba en el vestuario cambiándose para irse a casa. La verdad es que se siente agotada pero estaba segura que si se marchaba ahora a la cama no podría conciliar el sueño y como mañana era sábado no tenía que madrugar por lo que decidió quedarse un rato a charlar con Sandra en la barra. No llevaba allí ni 10 minutos cuando oyó una voz a sus espaldas.

—¿Ya estás más tranquila? — ya había oído antes esa voz...

Se giró y comprobó que pertenecía a un guapo moreno de ojos verdes. Sí, estaba segura que era él, el chico que le quitó de encima a aquel baboso, aunque antes no pudo verle la cara, reconocería su voz entre la multitud.

—Sí, tranquilo, no te preocupes, aquí estamos acostumbradas a numeritos así de vez en cuando. De todas formas, gracias.

—De nada. Me llamo Ian, por cierto —dijo mientras le estrechaba la mano. El hecho de que le diera la mano en lugar de los dos besos típicos fue algo que a Chiara le gustó.

—Claro, perdona ¡qué despistada! Ni siquiera te dije mi nombre. Me llamo Chiara. Y en serio, gracias por lo de antes pero no tenías que haberte metido, Leo y Sergi se hubieran encargado.

—¡Vaya! No esperaba una medalla pero desde luego no era esa la reacción que esperaba — su voz tenía un tono de fingida indignación, divertida y chocante a la vez.

—¡Oh! ¿En serio? Y ¿qué esperabas exactamente? ¿Que me tirara a tus brazos cual damisela en apuros agradeciéndote que me salvaras la vida? —respondió ella en el mismo tono, dejando claro que al jueguecito de la ironía sabían jugar los dos.

—Hombre, pues eso no hubiera estado mal. —respondió con gesto divertido.

—No, en serio, podrías haber tenido problemas, nunca se sabe cómo va a actuar la gente en ese estado. Podrían haberse puesto violentos y era un grupo grande.

Déjame volar [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora