CAPÍTULO 3

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     —¡Venga ya! — Ian parecía sorprendido —. Así que eras tú

     —¿Qué era yo el qué? — Chiara no entendía nada.

     —¡Claro! Ya decía yo que me sonaba tu cara...

     —Pero ¿te importaría decirme de qué estás hablando?

     Chiara empezaba a mosquearse por no saber qué estaba pasando, no se enteraba de nada y lo que más le fastidiaba es que a Ian aquel desconcierto suyo parecía divertirle demasiado.

     —Tú eres la chica que embistió a mi coche con su moto, hará cosa de un mes ¿Qué pasa, que ya no te acuerdas?

     Chiara empezó a hacer memoria. De pronto todo empezó a cobrar sentido en su cabeza. Esa voz le había resultado familiar desde el principio; entonces casi por instinto metió la mano en su bolso y sacó una tarjeta: «IAN MILLER, ABOGADO». Se la había dado el chico con el que chocó por si necesitaba algún dato para el seguro. Lo miró y entonces, bajo la luz de la farola, al fin los vió: sus ojos. Aquellos ojos verdes, profundos y brillantes eran todo lo que recordaba del tío con el que chocó aquel día camino del trabajo. Miró de nuevo la tarjeta: Ian. Es curioso como aquel nombre tan poco común no le había hecho caer en la cuenta pero, en cambio, en cuanto vio sus ojos todos los recuerdos de aquel día surgieron.

     —Bueno, parece que lo nuestro es lo de encontrarnos entre golpes — Parecía que todo aquello la resultaba muy gracioso.

     —Pues sí, eso parece — Ella todavía no podía creerse tanta casualidad.

     —¿Sabes? Creo que nuestro reencuentro se merece celebrarlo con un trago, al fin y al cabo esta vez nadie ha salido volando. ¿Qué me dices? ¿Nos tomamos una copa?

     —Emm... ¿Cómo? — La proposición le pilló por sorpresa — . Yo... es que estoy muy cansada y tengo ganas de meterme en la cama... Sola.
    
      ¡Mierda, Chiara! ¿Por qué has tenido que decir eso último?

      Sentía que sus mejillas se encendían mientras pensaba en lo estúpida que debía parecer ahora mismo.

     —Anda, preciosa ¿le vas a negar un trago a tu salvador de la noche?

     —¿Perdona? ¿Qué te has creído que eres Superman o qué? — Aunque se hacía la dura aquello le resultaba gracioso; el chico que tenía delante no tenía pinta de ser un sobrado pero a buen seguro las copas le habían ayudado a soltarse.

     No lo conocía de nada pero parecía buena gente, al menos lo suficiente como para poder tomarte algo y pasar un rato entretenido, así que decidió aceptar su invitación pero se quedaría por la zona por si acaso.

     Segundo error, Chiara...

     Ian no conocía mucho de la ciudad así que dejó que Chiara eligiera el sitio y entraron a un pequeño pub no muy lejos de allí. El ambiente estaba muy tranquilo, el sitio estaba casi en penumbras y la música era suave: el sitio perfecto para charlar tranquilamente. Pidieron un gin-tonic y un vodka con lima y se sentaron en la mesa del fondo. Empezaron a charlar de las cosas más típicas.

     —¿Hace mucho que trabajas en la discoteca?

     —Pues algo más de un año ya, pero espero que sea algo temporal.

     —¿Y eso? ¿No te gusta o tienes algo a la vista?

     —Hombre, el sitio no está mal pero sinceramente no es el trabajo de mis sueños. No creo que nadie se despierte un día soñando con ser gogó de discoteca. Además tengo un título monísimo de periodismo colgado en la pared y me gustaría darle uso alguna vez.

Déjame volar [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora