CAPÍTULO 29

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     Cuando Chiara acabó de contarle a Sandra todo lo sucedido aquella tarde en casa de sus padres, esta no salía de su asombro. Sandra nunca tuvo una relación demasiado cercana con la madre de su amiga pero por las cosas que le había contado ella y lo que habían vivido juntas jamás hubiera pensado que doña Perfecta fuera capaz de algo así.

     Hasta el momento, Chiara ha omitido todo lo que ocurrió después con Raúl pero, sabiendo que no puede ocultarle nada y que la rubia notará que algo sucede, se arma de valor y por fin le cuenta todo. Para cuando terminó su avergonzada narración, Sandra estaba dando vueltas por el salón con las manos en la cabeza, intentando disimular con poco atino el cabreo que empieza a teñir de rojo su rostro.

     —Vamos a ver, bonita —comenzó a decir tratando de suavizar su tono— ¿Te diste un golpe en la cabeza al salir corriendo de casa de tu madre o directamente te faltó oxígeno en el cerebro por la impresión?

     Chiara permanece callada, esperando la explosión de su mejor amiga, sabe que ahora mismo es mejor no interrumpirla.

    »—Me estás diciendo que pillas a tu madre montándoselo con un tío y a tí no se te ocurre nada mejor para desahogarte que tirarte a tu ex... ¡Tu ex, tía! ¡A Raúl! ¿¡Pero tú estás mal de la cabeza!? ¡¿En qué cojones estabas pensando, Chiara?!

     —En ese momento no pensaba en nada... —fue lo único que acertó a responder— solo necesitaba liberar la tensión y el destino o el karma o yo que sé quiso que fuera él quien se cruzara en mi camino justo en ese momento.

     —No hace falta que me jures que no estabas pensando, si lo hubieras hecho habrías salido de allí corriendo y si quieres "liberar tensiones" te coges el satisfayer o abres la agenda del móvil que seguro que está llena de números de tíos más que dispuestos a ayudar a relajarte. Y mejor que no me hables del destino; cariño, tú y yo no creemos en el destino ¿recuerdas? Te dije desde el principio que ese tío está buscando liarte otra vez y tú se lo estás poniendo en bandeja.

     —Sandra, por favor, tranquilízate ¿sí? Esta vez no ha sido culpa suya, fui yo la que se le tiró encima; pero lo hemos hablado: le he dejado claro que aquello solo fue fruto de mi frustración y que no volverá a pasar y ambos hemos estado de acuerdo en que no significó nada y no se repetirá.

     Aquellas palabras tenían el fin de calmar a su amiga pero también trataba de convencerse a sí misma que era verdad, que no había pasado nada, que nada había cambiado en la forma de mirarla de su ex pero, aun así, en su cabeza sigue resonando la frase que este le dijo antes de que se desencadenara la tormenta: “Sabes que me moría de ganas de hacer esto».

     Sandra ha hecho acopio de toda la serenidad que tiene en su interior y parece más calmada; entiende que lo que menos necesita ahora su amiga es alguien machacándola así que se sentó de nuevo junto a ella y le pasó el brazo alrededor de los hombros, dejando que la cabeza de la chica reposara sobre su cuerpo y pudo notar como sus ojos azules comenzaban a cristalizarse bajo las lágrimas que se estaba esforzando por contener. Sandra solo la abrazó y así le hizo saber que, pase lo que pase, ella estará a su lado.

     —Está bien —dijo al cabo de unos minutos—. No voy a darte más caña, ya sabes que solo me preocupo por tí porque no quiero que vuelvan a lastimarte pero si tú crees que no ha pasado nada y que todo sigue bien con Raúl, yo te creo.
     »Respecto a lo de tu madre... Tía, también estoy flipando pero no será ni la primera ni la última mujer que hace algo así. Creo que lo mejor que puedes hacer es hablar con ella y tratar de entender qué fue lo que la llevó a esta situación porque si algo está claro es que eso no es algo que pasa de la noche a la mañana, al menos no a una mujer como ella.

Déjame volar [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora