CAPÍTULO 17

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Cuando el reloj por fin marcó las tres de la tarde, Chiara literalmente saltó de su asiento en la oficina. La semana había sido larga, demasiado larga, todavía llevaba acumulado el cansancio del fin de semana pasado y a todo eso hay que sumarle la "agradable" visita a la casa familiar.

Se fue directa a casa, se preparó algo rápido para comer y se tumbó un rato en la cama para intentar recargar baterías para aguantar el resto del finde. Los últimos fines de semana habían sido un auténtico caos, incluso más que de costumbre, y apenas ha parado por lo que este, aunque parezca extraño, ha decidido tomárselo con calma y en cuanto acabe su jornada en la discoteca se vendrá a casa para descansar; tenía la esperanza de que haciéndolo así quizás le cundan más los días y no se los pase con el horario del conde Drácula.

El principal obstáculo para su plan era su amiga, tiene que conseguir decírselo sin que ésta la convenza para cambiar de opinión, y es que Sandra es incombustible y siempre tiene previsto algún plan que, obviamente, las incluye a las dos y normalmente más alcohol y tíos de lo que es "recomendable". Pero esta vez tendría que prescindir de ella porque necesita frenar un poco si quiere llegar viva a la siguiente semana.

La noche por fortuna está siendo bastante tranquila y, aunque hay bastante gente, el Lux no está tan abarrotado como otras veces, todavía se nota el efecto apertura de la nueva discoteca. A mitad de turno Chiara bajó a refrescarse y tomar un poco de agua; Sandra le dijo algo a lo lejos que no consiguió entender pero que supuso que tendría algo que ver con algún tío bueno que hubiera por allí por lo que no le prestó demasiada atención y se puso a revisar su teléfono antes de volver arriba. Tenía un mensaje, de nuevo de aquel número desconocido:

¿Sabes que te ves increíblemente sexy cuando bailas, preciosa?

Era todo cuanto decía el mensaje. Chiara miró a su alrededor algo nerviosa, empezaba a no hacerle demasiada gracia el recibir aquellos mensajes de un desconocido y, por lo que ponía en este último, parecía que el emisor se encontraba allí. No vio ninguna cara conocida alrededor aunque no podía estar segura con tantas luces y humo. Pensó que podría ser Raúl, que de pronto había reaparecido en su vida de la nada, pero este le había dicho que seguía teniendo el mismo número de antes aunque a estas alturas no podía confiar en que no le hubiera mentido; aún así ella no le había dado su número de teléfono pero es posible que lo haya hecho su madre, después de lo de la otra tarde la cree muy capaz...

«Vamos, Chiara, ahora no tienes tiempo de pensar en esto, tienes que volver al curro»

La chica volvió a su tarima y el resto de la noche transcurrió sin mayor novedad. A las tres, puntual como siempre, Mónica la relevó y ella se fue al vestuario a por sus cosas. Iba directa a casa por lo que ni siquiera se molesta en cambiarse de ropa.

Ahora viene lo más difícil: no sucumbir a los cantos de sirena de Sandra. Bolso en mano, se dirige hacia la barra donde su amiga está poniendo copas a un par de chicos guapísimos con los que coquetea descaradamente.
«Esta tía no tiene remedio», piensa mientras le pide una Coca-Cola a otro de los camareros y se sienta al final de la barra a esperar que Sandra se quede libre para hablar con ella.

Apenas había dado un par de tragos a su vaso cuando notó un brazo rodeando su cintura y una voz profunda le susurró al oído:

-Te mueves en la pista casi tan bien como en la cama.

No necesitaba girarse para tener claro a quien pertenecía esa voz que era capaz de erizarle la piel con una sola frase.

Déjame volar [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora