CAPÍTULO 27 (Parte II)

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Narra Ian

Han pasado varias semanas y he estado tan ocupado con el traslado que apenas he tenido tiempo para pensar en nada, mucho menos aún en Chiara. Hasta este jueves...

Tras mucho sopesarlo, he decidido aceptar la propuesta del bufete y el pasado lunes al fin se formalizaron todos los trámites legales y burocráticos. Cómo no, mis únicos amigos en la ciudad vieron en este hecho la excusa perfecta para organizar una celebración y arrastrarme con ellos. Al parecer iban a abrir un local nuevo y todo el mundo hablaba de él; a mí la verdad es que no me gusta demasiado ese ambiente pero mis amigos se pusieron bastante pesados con el tema por lo que decidí que lo mejor era no resistirse, mi única condición era que consiguieran pases para la zona VIP ya que por nada del mundo pienso pasarme la noche entre empujones de gente borracha y sudorosa.

Dicho y hecho, mis amigos (que tienen contactos hasta en el infierno) consiguieron las entradas y los pases VIP por lo que heme aquí, en este sofá incómodo como un potro de tortura, con la música machacona retumbándome en los oídos y con la sensación de ser un pez fuera del agua. Trato de poner mi mejor cara, a fin de cuentas se supone que esto es una celebración en mi honor, pero tengo la firme creencia que realmente les importa entre poco y nada que yo esté allí, lo único que querían era una excusa para salir y si yo no hubiera aceptado ellos de igual modo estarían aquí de farra, sé que todos están aquí más por la fiesta que por mí. Bueno, todos no; sé que hay alguien que sí que está aquí por mí y no sé hasta que punto estoy cómodo con eso.

La noche avanza sin novedad alguna; la mayoría de mis amigos llevan ya demasiadas copas encima y han entrado en esa fase de la borrachera en la que se pierde la vergüenza y el sentido del ridículo así que parte del grupo decide bajar a la pista de baile y el resto simplemente se desparraman por los sofás con toda la dignidad de la que son capaces. Yo cojo mi copa y me acerco a la barandilla desde donde trato de localizar a esos idiotas alcoholizados, siempre me divierte sobremanera ver sus patéticos intentos de ligue. Quizás algún día debería darles alguna clase...

Entonces mi vista recae en una persona que está entre la gente de allí abajo. No hay dudas: es ELLA. Como siempre en el centro de la pista, como siempre acaparando la atención de cuanto hombre (y alguna que otra mujer, para qué mentir) se encuentra cerca suyo. Observo la escena unos minutos y puedo ver como son varios los hombres que intentan atraer la atención de la diosa de ojos infinitos pero ella los va rechazando con elegancia, sin perder nunca la sonrisa y continúa enfocada en bailar y disfrutar con la chica que parece acompañarla y en la que creo reconocer a su amiga Sandra. Por como ambas van rechazando sistemáticamente a cada tío que se les acerca con intenciones de algo más que un baile, parece evidente que hoy las chicas no tienen interés en tener compañía masculina y, sin saber muy bien porqué, aquello me produce cierta sensación de alivio.

En cualquier otra circunstancia hubiera aprovechado la ocasión para acercarme a ella pero hoy no, esta noche no es el momento más oportuno, aún así no pienso perder la oportunidad de ponerla nerviosa así que le envió un sugerente mensaje de WhatsApp. El doble check azul me confirma minutos después que lo ha leído y desde la posición de altura que me brinda la zona VIP puedo observar como ella y la rubia miran a su alrededor, claramente buscando al posible emisor del texto y sé que no imagina que soy yo puesto que se lo envié desde mi móvil personal y ella no tiene este número.
Instantes después la veo volver a guardar el teléfono y continuar la fiesta como si nada, al parecer mi intento de intrigarla no resultó demasiado exitoso.

Justo en ese momento una mano sobre mi hombro me recuerda que no estoy solo y que debía ser más cuidadoso. Aun así, reconozco que el resto de la noche me la pasé con la vista fija en la pista de baile y alargué nuestra estancia en el local todo lo que pude, no estaba dispuesto a marcharme y dejarla allí "sola" quedándome con la duda de si acabaría la noche sola o en compañía. Pese a mis esfuerzos por convencer a mis amigos de quedarnos un rato más (a lo que ellos no daban crédito después de mi reticencia a venir) al final no tuve más remedio que claudicar y marcharnos ya que el alcohol y el cansancio han comenzado a hacer mella en ellos.

Déjame volar [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora