Habían pasado casi dos semanas desde que había acabado la noche en brazos de Ian. Tal y como esperaba, no había vuelto a tener noticias del abogado aunque, a decir verdad, tampoco es que a Chiara aquello le suponga mayor problema.
Desde el principio ella tuvo claro que no era más que un juego cuya única meta era la que ya habían alcanzado; no había sido más que otra guerra de seducción en el que lo único que no había quedado del todo claro era el bando al que había pertenecido cada uno. Visto desde fuera hubiera sido complicado adivinar quién era "el cazador" y quién "la presa" en este tablero ya que ambos habían desplegado sus más sutiles armas de seducción, todo estaba profundamente planeado pero habían jugado bien sus cartas para hacerlo parecer casual e inesperado.
Si bien era cierto que se había prolongado más de lo previsto ya que ambos estaban acostumbrados a no tardar más de una noche en conseguir su objetivo, esta vez había sido distinto, no tenían prisa ya que el proceso estaba resultando ser más excitante de lo que querrían reconocer.
Pero, como todo juego, tiene un final, una casilla de meta que una vez alcanzada hace que se pierda la emoción de la primera partida y ya no tiene caso seguir jugando con el mismo oponente, para volver a hacerlo interesante hay que cambiar de adversarios. Así que Ian no sería más que un muy grato recuerdo de un buen punto final a una mala noche.
A veces Chiara se miraba al espejo preguntándose en qué momento había pasado de ser una chica tímida e incluso a veces insegura a ser aquella que le devolvía la mirada desafiante en el espejo. Realmente no le molestaba ese cambio, en absoluto, es solo que le sorprendía lo diferente que parecía en tan poco tiempo.
Siempre fue una chica curiosa, con inquietudes y con planes, muchos planes pero siempre se veía relegada a un segundo plano, uno en el que nunca era su momento, uno en el que siempre había algo o alguien más importante que ella, un plano en el que siempre había alguien a quien complacer por encima de sus propios deseos.
Primero fueron sus padres. Para ellos lo único importante era que su hija no hiciera nada que pudiera manchar el buen nombre de su familia y lo único que parecía importarles de su vida era que mantuviera un nivel académico que le permitiera en un futuro ingresar a la Facultad de Medicina y convertirse en cirujana como su padre y como todos los predecesores de este. Poco importaba que ella nunca hubiera expresado deseo alguno de seguir los pasos del reputado Doctor Costa, era la tradición familiar y no sería su hija la que acabara con tan rancio abolengo.No, jamás se dio en esa casa una conversación en la que sus padres mostrarán algún tipo de interés por saber de sus inquietudes, de sus sueños. Nunca le preguntaron cómo se sentía o si le ocurría algo ¿qué podría necesitar si ellos la proveían de todo lo necesario? ¿Qué tipo de preocupación iba a tener una adolescente de familia bien más allá de preocuparse por sus estudios? Solo estudios, nada de amigas, nada de fiestas, ni se te ocurra hacer planes como cualquier chica de tu edad, nada de diversión. Su única obligación y su único propósito debía ser el estudio.
Y sí, a ella estudiar le encantaba y quería ser la mejor pero no para el destino que parecían tenerle asignado. Ella no quería ser cirujana, incluso se mareaba cuando veía en la tele aquellos programas americanos de operaciones ¿cómo iba ella a abrir el cuerpo de una persona? Ella soñaba con unir sus dos grandes pasiones: el periodismo y el mundo de la moda. Ella quería ser periodista de moda. Quería viajar por el mundo conociendo a los diseñadores más importantes, quería ir a Milán, a París, a Nueva York y cubrir todos esos grandes desfiles. Pero decirle eso a sus padres no fue tarea sencilla.
Ella quería estudiar, sí, pero tenía que haber algo más, más allá de sus libros. Posiblemente por eso llegó a aceptar la proposición de Raúl. Evidentemente él era guapo, inteligente y simpático y a ella (como a la mayoría de chicas del curso) le gustaba y era un sueño hecho realidad para una adolescente como Chiara que él se hubiera fijado en ella. Pero para Chiara no solo significaba eso. Ella veía a Raúl como una vía de escape y un aliado frente a sus padres; estaba segura que él les encantaría ¿cómo no? pues era el prototipo de novio ideal: estudioso, formal, educado, cumplidor y, encima, miembro de una familia con larga tradición como doctores. Estaba segura que sus padres no se opondrían a esa relación, en parte porque sabían que así la tendrían controlada prácticamente las veinticuatro horas del día, pero al menos ella contaría con alguien que estuviera de su parte, además de una excusa para al fin poder hacer las cosas que se supone que hacen los chicos y chicas de su edad.
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Déjame volar [+18] ©
RomanceLa vida de Chiara por fin parecía ser la que había imaginado. Había salido de una relación asfixiante, tenía trabajo, había dejado al fin la casa de sus padres, tenía a su mejor amiga y todos los hombres que quisiera. Nada podía salir mal. Entonces...