CAPÍTULO 9

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La semana pasó demasiado deprisa pero aún así a Chiara se le había hecho eterna. En la oficina andaban como locos de un lado para otro. Estaba claro que algo importante se estaba cociendo allí pero los jefes de departamento no solían compartir demasiada información con los becarios, que parecían más unos archivadores con piernas que parte del bufete.

En la empresa había un total de 9 becarios (7 chicos y 2 chicas), uno por cada departamento más el becario de dirección. Todos habían empezado al mismo tiempo ya que cada año la empresa cogía una nueva "remesa" de pobres novatos para hacer el trabajo tedioso, los mantenían 1 año y al siguiente, carne fresca.
Lo que más le gustaba del día era la hora del almuerzo, cuando todos los becarios se reunían para charlar un poco y ponerse al día con los últimos cotilleos de la oficina (ventajas de ser prácticamente invisibles para el resto, que a veces oían o veían cosas que seguro que no hubiesen querido que presenciaran). No solían relacionarse con el resto del personal más que lo estrictamente necesario para su trabajo; no es que fueran antipáticos ni nada por el estilo, era solo que iban un poco a lo suyo y siempre parecían estar muy ocupados, rara vez se les veía relacionarse entre miembros de los diferentes departamentos.

Los becarios se pasaban el día de un lado a otro llevando informes, cogiendo teléfonos, transcribiendo documentos o llevando cafés. Chiara trabajaba en el gabinete de prensa. Al principio no entendía muy bien cómo podía encajar una periodista entre tanto abogado pero enseguida se dio cuenta que su empresa manejaba clientes muy importantes y reconocidos y, en su mayoría, tenían bastante presencia en el mundo de la comunicación tanto escrita como audiovisual, y no era raro que necesitaran asesoramiento para hacer frente a comunicados o ruedas de prensa o para lidiar con algún escándalo mediático.

Por aquellos días el tema de conversación del almuerzo giraba siempre en torno a qué era lo que se estaba preparando. Nadie sabía con exactitud qué era pero todos coincidían en que debía ser algo importante. Jesse, el becario de dirección dijo haber oído hablar a los jefes sobre cambios en la plantilla o algo así pero no había podido descubrir nada concreto.

- Perfecto - dijo Lilly, la becaria de Derecho Mercantil - seguro que ya están buscando a los pobres pardillos que nos van a sustituir.

Y es que sí, casi había pasado ya un año desde que llegaron por lo que, en apenas un par de meses acabarían sus contratos y ya se veían todos engrosando las listas del paro.

Decidida a pensar en algo menos deprimente, Chiara les comentó a los compañeros que esa noche había fiesta privada en el Lux y les repartió unas invitaciones para que pudieran entrar. Ella se reuniría con ellos, una vez hubiera acabado su turno, para tomarse algo y divertirse un rato. Tras salir de trabajar se despidió de ellos hasta la noche y se fue para casa de Sandra porque habían quedado en pasar la tarde juntas y luego irse para la disco.

Como era de suponer, el Lux estaba a tope desde primera hora de la noche y Chiara no consiguió ver a sus compañeros hasta que bajó de la plataforma. Les saludó y los acompañó a uno de los apartados VIP que había reservado para ellos (ventajas de trabajar en el garito de moda) Empezaron con las copas y se pusieron a beber y bailar. Al final solo habían ido 4 de ellos, todos chicos, pero no era algo que molestara a Chiara que siempre se había llevado muy bien con el sector masculino. Según avanzaba la noche y el número de copas, el ambiente se hacía más distendido y empezaban las bromas y el típico tonteo. No había mala intención por parte de ninguno, todos iban de buen rollo, pero era algo común entre ellos que las bromas y comentarios fueran subiendo de tono y adquiriendo un tinte más "caliente".

Cansados ya de estar allí solos decidieron bajar a la pista de baile y Sandra, que había acabado su turno, también se unió a ellos. Las canciones se iban sucediendo y el ambiente se iba caldeando; Sandra y Chiara ocupaban el centro de la pista, les encantaba bailar juntas, eran muy sensuales, lo sabían y les gustaba jugar con ello. Y esta noche no era una excepción. Jorge pinchó una versión brutal del Careless Whisper de George Michael y la sensualidad invadió la pista. En ese momento no existía nada más, solo la música y ellas dos; sus cuerpos se mecían al son de la música, los chicos se unieron al baile y la temperatura fue subiendo con cada nota de la canción.

Déjame volar [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora