CAPÍTULO 26

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     Mitad de semana. No sabe porqué pero esta semana se le está haciendo eterna. Realmente no ha pasado nada extraordinario y puede que ese sea el problema.

     En la oficina todo marcha como siempre, quizás demasiado tranquilo para el gusto de Chiara que lleva toda la semana haciendo solamente aburridos trabajos de archivo. Lo bueno es que el lunes Jesse y ella les dieron la noticia de su renovación al resto de becarios y todos se alegraron mucho por ambos. La verdad es que había tenido cierto temor a que pudieran molestarse con ellos (a pesar de no tener culpa de nada) y ahora, viendo sus reacciones sinceras, se siente un poco ridícula por haber pensado así de ellos. Ahora tiene claro que, aunque en unos días ellos ya no estarían allí, el grupo que habían formado seguiría en contacto fuera de esas paredes.

     También el lunes comunicó de forma oficial al departamento de Recursos Humanos que aceptaba la propuesta de empleo y, de inmediato, se pusieron con el papeleo del nuevo contrato.

     Con Jesse por suerte todo estaba como siempre. Ninguno de los dos había mencionado nada de lo sucedido entre ellos pero cuando el lunes se encontraron en el ascensor del Westbrook, la conversación simplemente fluyó como cualquier otro día y, con ella, también se disiparon los temores de Chiara respecto a si su amistad con el rubio habría salido perjudicada. Ahora sabe que entre Jess y ella, pase lo que pase, la amistad está por encima.

     Del capullo de su jefe no ha vuelto a tener noticias, no se le ha visto en el edificio ni ha vuelto a mandar ningún mensajito estúpido. Lo prefiere así, un problema menos pero entonces... ¿Porqué se siente tan molesta?

     Como no todo pueden a ser alegrías, Chiara ha tomado su segunda mala decisión de la semana: visitar a sus padres. Lleva varias semanas sin dar señales de vida, concretamente desde la encerrona que su querida madre le organizó con Raúl, pero sabe que no puede estar tanto tiempo desaparecida porque su madre intentará irrumpir en su vida y prefiere sacrificarse un día y dejarla "calmada" que tenerla taladrándole los tímpanos en una de sus doscientas llamadas de teléfono donde le recuerda lo «mala hija que es por pasar así de sus padres que lo único que han hecho es preocuparse por su bienestar»

"- ¡Ja! Cómo si a mi madre le hubiera importado alguna vez mi bienestar. A ella solo le preocupa que la gente piense que hay problemas en su familia y por eso no se les ve nunca con su única hija."

     Sabe que su familia es de costumbres fijas: su madre estará en casa de cotilleo telefónico con alguna amiga o pintando uno de esos horribles cuadros que tanto le gustan y su padre estará en la clínica hasta media tarde, como de costumbre.

      Segura como está de que los encontrará en el piso, ni siquiera se tomó la molestia de llamar para avisar de su visita, asegurándose así que a la señora Fabiola no le da tiempo de organizarle otra de sus sorpresitas. Esa fue la segunda mala decisión del día.

     Muy cerca de la casa de sus padres hay una parada de metro, por lo que Chiara decide usarlo y así no coger la moto y ahorrarse el agobiante tráfico de la zona y la total falta de zonas para aparcar. A la vuelta puede llamar a Sandra para tomar algo o volver al apartamento dando un paseo, dependerá del ánimo con el que salga de aquella visita.

     Mientras va sentada en aquel vagón oyendo su playlist favorita, se va arrepintiendo y autoconvenciendo mil veces de que aquello era una buena idea, que aguantar unas horas los eternos reproches de su madre serviría para contentar a doña Fabiola y al menos en un par de semanas (siendo optimistas) la tendría tranquila, además iba a darle la noticia de su renovación, aquello les haría alegrarse por ella ¿no?

"A saber... Mamá no es precisamente una persona dada a felicitaciones o celebraciones, sobre todo si tiene que ver conmigo y mi "manía" de hacer cosas que les lleve la contraria... como dedicarme a lo que me guste"

Déjame volar [+18] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora