*********⚠️AVISO⚠️********
Este capítulo contiene escenas de alto voltaje. Se recomienda leer con discreción.
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Chiara realmente no sabía si estaba entrando al cielo o comprando un billete directo y sin escalas al infierno pero, en ese preciso instante, no deseaba estar en ningún otro lugar. Entró a la habitación pasando por delante de Lucca, tan cerca sus cuerpos se rozaron; Piero la siguió, cerrando la puerta tras él.
Y allí estaban los tres, parados en medio de la habitación. Los dos chicos la miran expectantes, sin atreverse a dar un primer paso por miedo a estropear el momento. Chiara pasea sus ojos entre ellos con gesto serio; en su cabeza se suceden decenas de pensamientos contradictorios y se debate entre lo que debe y lo que quiere hacer.
Es Lucca el primero en reaccionar. Avanza hacia ella hasta colocarse a su lado, le aparta un mechón de pelo del cuello y acercó su rostro hacia aquella zona; lentamente, dibuja un camino de besos que va ascendiendo hasta dibujar los contornos de la mandíbula.
—¿Alguna vez has hecho esto? —preguntó Lucca, apartándose para mirar sus reacciones.
—No con dos chicos —reconoció.
—Aquí no pasará nada que no quieras. — Esta vez fue Piero el que habló, mientras se situaba al otro lado y le acariciaba el brazo, observando satisfecho cómo la piel de la chica reacciona al contacto de sus dedos —. Dinos ¿quieres que continuemos, damisela?
Damisela. La sola mención de aquella palabra fue suficiente para traer al apuesto abogado a su mente. Por un momento, no era el cálido aliento de Lucca el que sentía sobre su cuello ni las suaves manos de Piero acariciando su cintura, eran los recuerdos de Ian marcados sobre su piel los que la hicieron suspirar pero ¿por qué? ¿Por qué tenía siempre que acudir a su memoria en los momentos más inoportunos? ¿Por qué tenía que pensar en él, por qué le quemaba la piel al recordar su tacto?
No. Chiara no iba a consentir que Ian se apodere de su mente y su cuerpo cada vez que estuviera con otro hombre. O, como al parecer iba a suceder hoy, hombres. La joven se apartó un poco y los observó mientras ellos parecían esperar la señal que les indique si deben seguir adelante o, por el contrario, allí terminaba su noche.
Ella los mira y sopesa sus opciones: puede parar ahí, marcharse a su habitación, darse una ducha fría y reconocer que el abogado había ganado cuando le dijo que no podría dejar de pensarle. O puede dejarse llevar y disfrutar de una nueva y excitante experiencia con dos seductores chicos que la miran con deseo y parecen más que dispuestos a complacerla. Puede ganarle la partida a Ian.«—Creo que ambas sabemos que esta partida la ganó desde el momento en que permitiese a su recuerdo invadirnos la mente.»
«—De eso nada. Esta vez no.»
Chiara acalló aquella incordiante vocecilla y avanzó hacia Lucca y Piero. Tomó una mano de cada uno y tiró de ellos hasta que su rostro quedó entre los suyos y, con voz sensual, les respondió.
—Os demostraré que tengo poco de damisela, ragazzi. (*Chicos)
Chiara presionó su cuerpo contra Lucca mientras este, con una mano abrazada a su cintura, besaba su hombro desnudo. En un movimiento rápido, la hizo girar sobre sí misma para quedar frente a frente con Piero quien convirtió en inexistente la separación entre ellos, acercándose tanto a ella que podía notar cómo se erguían sus pechos a través de la fina tela del vestido.
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Déjame volar [+18] ©
RomanceLa vida de Chiara por fin parecía ser la que había imaginado. Había salido de una relación asfixiante, tenía trabajo, había dejado al fin la casa de sus padres, tenía a su mejor amiga y todos los hombres que quisiera. Nada podía salir mal. Entonces...