Escondido entre los árboles, a bastantes palmos de nuestra posición, la anciana nos guio hacia un camino que no tardó en bifurcarse. Ella ni siquiera nos habló en ese tiempo, simplemente anduvo en silencio, tomando la dirección que apuntaba al este del camino.
Nadie la contradijo. Ni Audry, al cual tuvimos que llamar en cuanto la anciana nos encontró, ni Keelan, ni yo, que me encontraba a horcajadas sobre Chica. Sólo nos limitamos a seguirla, aunque aún seguía sin entender muy bien el porqué.
Cuando me había acercado al príncipe para obtener respuestas, esta había sido nuestra escueta conversación:
—¿Por qué estamos siguiendo a una extraña en mitad de un bosque? ¿Cómo sabemos que no es peligrosa? No cualquier persona normal podría sobrevivir en Gregdow.
La única respuesta de Keelan había sido: —Deja de hacer preguntas y síguela.
Estaba casi segura de que se comportaba así conmigo por la muerte de sus soldados. O..., bueno, también podría ser porque yo no le agradaba.
Si era sincera, no me extrañaba demasiado. No solía agradarle a la gente, aunque ellos tampoco solían agradarme a mí.
En fin..., cosas de personas superiores al resto.
—Hemos llegado — suspiró la anciana, deteniéndose de golpe. Hice parar a Chica sobre sus herraduras, asiendo y tirando de las riendas que se agarraban en sus bridas. La yegua paró sus movimientos casi instantáneamente, sin moverse de su sitio, justo con Keelan y Audry a nuestros lados.
Pestañeé mientras observaba el pequeño claro rodeado de sauces, donde justo en el centro se erguía una cabaña antigua y revestida en madera. Parecía extrañamente antigua, con las ventanas sucias y repletas de motas de polvo, y la puerta demasiado astillada como para poder sostenerse aún de una pieza. Pese a eso, el exterior del hogar de la anciana era extrañamente acogedor, con aquellos árboles perennes de ramas colgantes replegándose por el lugar, y el sol bañando de luz el tejado agrietado y lleno de clavos oxidados.
La mujer se giró sobre su hombro, aún encorvada sobre su largo bastón, repasándonos a los tres con una mirada divertida.
—Estad siempre alertas, niños. Sólo porque sea mi hogar, no significa que sea seguro. — Ella estiró una espeluznante sonrisa por sus fruncidos labios —. Ah, y no os asustéis demasiado por mis exóticas decoraciones u ofenderéis a esta vieja mujer. Sobre todo lo digo por ti, escuálido.
Le echó una última mirada a Audry, dedicándole a él aquel comentario, quién tan solo parpadeó en silencio. Si esas palabras le ofendieron, no replicó en lo más mínimo por ello. Casi me reí al ver cómo le temblaban ligeramente las manos mientras sostenía la mirada de la anciana. El castaño asintió secamente, con sus ojos desmesuradamente abiertos, tan tieso como la vara que sostenía aquella vieja.
La mujer soltó una pequeña risita mientras se giraba pausadamente en dirección la puerta de su cabaña, sosteniéndose pesadamente con cada paso en su bastón, con tan solo el sonido de sus pies descalzos pisando la hierba. Entrecerré los ojos mientras observaba la planta de su pie, viendo cómo los hilos de sangre caían de ella hasta su talón cada vez que lo elevaba para caminar, con algunas ramas e insectos pisoteados mancillado su piel endurecida y llena de callos.
Definitivamente, aquella mujer era muy extraña.
Miré a Keelan significativamente, con el interrogante escrito en mi mirada; sin embargo, el príncipe ni siquiera me prestó atención mientras la anciana posaba su mano sobre el pomo bañado en latón.
La puerta se abrió con el chirrido de sus bisagras sin engrasar.
Y Keelan fue el primero en seguirla.
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Reino de magia y sangre [Disponible en Físico] ✔️
Fantasy•Primer libro de la Trilogía Nargrave. En los reinos de Nargrave se cuece el amor, la traición y las alianzas más inesperadas. Éire es la hija de la gran hechicera de la corte, perteneciente a la poderosa familia Gwen. Un día, tras sucesos inhóspito...