Alerta ⚠️ Contenido sexual explícito.
Dos vasos de golpe. Tal vez tres; o cuatro, ¿qué más daba? Al fin y al cabo estaba amarga y espumosa, demasiado cálida para mi gusto, humedeciendo mi seco gaznate. En este reducido espacio lleno de mesas y borrachos con putas sentadas sobre sus regazos, no podía negar que un sorbo de algo frío me hubiese venido mejor; aún así, me conformé con todas esas cervezas.
No era que yo tuviese la necesidad de beber; en realidad, detestaba el sabor del alcohol como lo hacía la mayoría; sin embargo, cuando el peso sobre mis hombros era demasiado y tenía un buen barril a mano, nadie me impedía que me dejase bailar entre las sensaciones de la bebida; ahí, en ese momento, me sentía libre, sin cadenas, sin retenciones, pese a que Idelia siempre me esperaba dentro de mi habitación; su mirada repasándome de arriba a abajo, su gesto de repulsión, desaprobación y…
—¿Quieres otra? — me preguntó una mujer frente a mí. Era camarera, y me había servido todas mis anteriores cervezas, mientras detenía su mirada con demasiada parsimonia sobre mi cuerpo; como si fuera una delicia que mereciese la pena desnudar con la mirada lentamente, de forma pausada.
Pestañeé una vez, deteniéndome a analizar sus rasgos. Nariz recta, firme, barbilla levemente marcada, pómulos ligeramente rollizos, un largo pelo negro trenzado caía por su espalda; largo, perfectamente peinado; el sudor bajando en perfectas perlas por su delgado y pálido cuello. No tenía un cuerpo curvilíneo, aún así, con sus curvas moderadas era atractiva; no podía negarlo.
Y yo llevaba semanas, sino eran meses, sin tocar a nadie.
—¿Cerveza? — inquirí yo, pasando mi lengua por mis labios, deteniéndome en saborear hasta el último resquicio que había quedado de aquella bebida en ellos.
La camarera sonrió. Un destello leve, apenas un esbozo, pero pude ver con claridad como entendía mis palabras con rapidez.
—¿Qué querría sino?
Enarqué una ceja, sintiendo el revuelo de sensaciones en mi vientre. El alcohol no era un buen aliado para aquello que Keelan nos había encomendado; sin embargo, servía muy bien para detonar situaciones como esta.
—¿Cómo te llamas? — pregunté, desabotonando con habilidad los primeros botones de mi túnica, sintiendo como mi sudor se pegaba sobre la tela y transparentaba más de lo necesario. Tal vez debería de usar ropa interior más a menudo; o tal vez no.
La chica bajó su mirada brevemente, apenas un aleteo descarado; pero ambas supimos que lo hizo, y apenas se esforzó en disimularlo. Elevó su mirada, la lujuria hirviendo en ella, su boca ligeramente entrecerrada mientras me observaba con deseo.
—¿Importa?
Ensanché mi sonrisa. Me gustaba aquella mujer.
—Realmente no, si sabes de algún sitio donde poder encontrar algo de privacidad.
Ella pareció tragar saliva, sus piernas temblaron ligeramente, el rubor subiendo reptante por su garganta; avergonzada, tal vez la primera vez que coqueteaba tan deliberadamente.
—Sí…, claro que sí — balbuceó, mientras pasaba el dorso de su mano por su cuello enrojecido; no sabía si era por la vergüenza o por el calor, pero, de cualquier forma, ahí estaba —. Sígame.
Y eso hice. La seguí.
Pasamos entre algunas decenas de cuerpos; de mujeres desnudas, hombres gordos y delgaduchos enfundados en sayos, jubones y chaquetas. Había algunos nobles, aunque la mayoría parecían ser aldeanos, sucios y gastando sus últimas monedas en pasar el día aquí con la jarra llena; aún así, no sería precisamente yo la que los juzgara.
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Reino de magia y sangre [Disponible en Físico] ✔️
Fantasía•Primer libro de la Trilogía Nargrave. En los reinos de Nargrave se cuece el amor, la traición y las alianzas más inesperadas. Éire es la hija de la gran hechicera de la corte, perteneciente a la poderosa familia Gwen. Un día, tras sucesos inhóspito...