CAPÍTULO II

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                           MINI MARATÓN 1/2

—Entonces, ¿quieres el vestido azul o el negro? Tal vez podríamos ordenarle al sastre una combinación de última hora

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—Entonces, ¿quieres el vestido azul o el negro? Tal vez podríamos ordenarle al sastre una combinación de última hora. Tengo algunas telas sobrantes y si consiguiese un… —Mi doncella me miró por primera vez desde que empezó a hablar, y chasqueó los dedos frente a mis ojos, sacándome del trance en el que estaba inducida —. ¡Éire! ¿Has escuchado algo de lo que te he dicho?

Suspiré.

—¿La verdad? —No me molesté en esperar a que contestara —. No.

Dalia frunció el ceño, y cruzó sus brazos, al parecer ofendida por mis palabras. A veces me desconcertaba la facilidad con la que los humanos se ofendían.

Me giré hacia mi amiga.

—Pero he escuchado algo sobre un vestido azul. Eso estaría perfecto para mí.

Dalia esbozó una sonrisa y se apresuró a ir al vestidor, con su larguísima trenza golpeando su espalda.

—Perfecto, hace un bonito contraste con tu piel bronceada. Además, dicen que está de moda esta temporada. ¿Sabes por qué?

—La verdad es que no —confesé, algo confundida. Mi amiga hablaba tanto que a veces me perdía en el hilo de la conversación.

—Porque la doncella de la princesa Lynette ha oído decir que es el color favorito del príncipe Keelan.

Entonces, ella salió del vestidor con un bonito vestido azul celeste en sus manos. No tenía mangas y un pronunciado escote de corazón lo coronaba, bordeado en encaje y con una ceñida cintura. Capas y capas de falda lo hacían parecer demasiado exuberante; sin embargo, sabía con certeza que este vestido tendría la mirada aprobatoria de Idelia.

Y ahora yo parecía tener dos grandes motivos para no escogerlo.

—Dalia, te diría que quiero este vestido, pero no es así. Y mucho menos el negro, ¿tengo alguno rojo? Tal vez… —Pensé en algún color de mi preferencia, pero si era sincera, no había ninguno —. Cualquier otro vestido.

Dalia me miró durante un momento, guardando silencio. Y su sonrisa se desvaneció repentinamente.

De pronto, me sentí enormemente mal.

Ajusté la tela de mi bata y me levanté de mi tocador, acercándome a ella con cautela.

—Dalia, ¿he dicho algo malo? Sabes que a veces me paso con esto de la sinceridad. Lo siento si…

—No te preocupes —me interrumpió ella, haciendo que me detuviera en seco —. En realidad quería que te pusieras esos dos vestidos porque los he hecho yo. Tenía una estúpida ilusión de que, tal vez, si las familias reales te vieran con el vestido, te preguntarían por tu sastre y…—Me mantuve en silencio, y al parecer ella interpretó eso como algo malo, ya que dijo —: Es ridículo, lo sé.

Reino de magia y sangre [Disponible en Físico] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora