CAPÍTULO XXVI

315 64 5
                                    

<<Despierta. Despierta. Despierta. >>

Dijo aquella voz, reiterativa, susurrante, firme. Inspiré una bocanada de aire, sintiendo como mi columna se arqueaba. Abrí los ojos casi inmediatamente, aún tumbada sobre las briznas de hierba, sintiendo como mis huesos chirriaban como madera inflada.

Solté un quejido, notando como mi garganta se cerraba inevitablemente, mientras unas impalpables garras se paseaban por los tejidos de ésta, tanteando mi tráquea. Solté toses descontroladas, cerrando mis manos en torno a mi cuello, intentando estabilizar mi respiración. Noté como mi vientre se contraía, mientras mi esternón parecía retorcerse como acuosa gelatina.

Los huesos de cada parte de mi cuerpo parecían haber envejecido unos cuantos años, mientras que mis músculos temblaban y soltaban alaridos bajo mi piel.

<<Que la tríada se vuelva al círculo, Éire. Estas tierras te reconocen, niña. Recuerda al reino olvidado; a tus antepasados, que aún sabemos de tu existencia. Averigua qué era Gregdow, y toma venganza por nosotros. Hazlo, y estaremos en deuda contigo eternamente. >>

Después de eso, todo fue silencio. No porque mi audición desapareciese de nuevo; sino porque aquel ser se calló, me devolvió mi mente, aunque no intacta, y volví a sentir la humedad de la tierra bajo mis manos desnudas. Sentí como mi cuerpo aún tenso se relajaba ligeramente, mientras mis ojos se centraban únicamente en el luminoso cielo de la aurora. Otro día más, otro día menos para encontrar a Idelia.

Otro día más con mi vida en juego, y otro día menos para volver a mi aburrida vida. Sin duda alguna, incluso aunque no quisiera decirlo, me hubiera gustado quedarme en Gregdow para siempre.

No me detuve a pensar en lo que aquel ser había dicho; no me importaba, no importaba ahora mismo. No cuando aún nos quedaban días de viaje y no tenía ninguna fuente que me informase de nada; no cuando no tenía ni idea de cómo o contra quién tomar venganza. Y, aún así, aunque lo supiera, ni siquiera sabía si estaba especialmente interesada en hacerlo.

Aunque, bueno, tomar venganza sonaba como algo tentador para alguien como yo.

Antes de poder pensarlo más, las patas largas y majestuosas de un caballo taparon mi campo de visión. Las herraduras hicieron un leve sonido sobre la hierba, mientras alguien carraspeaba a horcajadas sobre aquel animal.

—Hechicera, es hora de continuar el camino — alegó Keelan, haciendo restallar las riendas. Solté un bufido hastiado, aunque no tardé en incorporarme, sintiendo aún el leve peso del control de aquel ser sobre mis músculos. Me sentía estúpida, engañada, tan manipulada como lo había estado con la bynge. Aún así, no tuve tiempo para revolcarme en mi propia miseria, recordando la mirada brillando en odio de Idelia; quién solía restallar un látigo contra mi espalda con diez veces más fuerza que la que empleaba Keelan contra su caballo.

Subí de un salto a mi yegua alazana, la cual ya estaba preparada, ensillada y en pie justo al lado del caballo que montaba Keelan. Audry aún intentaba alcanzarnos, con el sonido del paseo de los caballos tras nosotros y el traqueteo de los recursos que nos quedaban en las bolsas que colgaban de los lomos de éstos.

Las palabras de aquel ser aún martilleaban, incesantes,en mi mente. Venganza. Gregdow. Reino olvidado.
Si me concentraba en ellas, podían tener sentido; aunque algo no más que absurdo. Algo que no tenía sentido, inconexo, probablemente no más que una bynge pasando el rato mientras hacía malabares con mis pensamientos.

Nada más que una bynge, me repetí, con Keelan a mi lado echándome miradas esporádicas. Lo repetí una y otra vez, rebotando aquella pelota en las paredes de mi cerebro, recordándomelo y concienciándome de ello; sin embargo, sabía que no era cierto.

Reino de magia y sangre [Disponible en Físico] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora