La mujer sin nombre.
Olvidé respirar por unos segundos que se hicieron eternos.
—Heeey Tiaret estás tan bella como cuando te vi por última vez —oí que decía con un tono alegre al entrar en el local.
—Mi querida amiga... para mujeres como yo los años no pasan —Rió y se acercó a darle dos besos.
—Estás encantadora Judith —dijo observándola durante unos largos y tensos minutos—. ¿Cómo estás querida?
Vi que con esta pregunta se compadecía de ella y que aquel silencio en espera de la respuesta eran lágrimas y muchas cosas aún pendientes por contar.
—Bien Tiaret, fue duro, lo más duro que he pasado en la vida. —Resopló mirando al suelo—. Pero Mia es... es lo que más quiero en esta vida; el universo me ha dado otra oportunidad con esta niña tan delicada y pequeña, y daría la vida por ella.
—Lo sé —Permaneció pensativa y guió a la mujer sin nombre, la mujer del accidente por los pasillos de cristal, a Judith.
Tenía este sueño por cumplir.—Es increíble lo que has conseguido amiga mía y —miró la sala de ordenadores y paneles negros—, aún no me creo que esto lo hayas hecho tú sola con un par de trabajadores mediocres.
Tiaret soltó una risotada firme y segura y continuó explicando sus metas y lo que buscaba lograr con aquel nuevo negocio.
Y, si mi desubicación me lo permitió, creí entender que era caza fantasmas, vulgar y con nombre de trabajo escolar, pero sí, más que real.
Se dedicaba a ayudar a gente con experiencias paranormales y a sanar casas hasta volverlas sagradas para que ningún supuesto espíritu pudiera acecharla más.
Sonaba tan pero tan cutre y triste...que, solo aquella vez, dudé de la empresa y su futuro en Limber.
Pero la dejé imaginar.
Pasó alrededor de una hora tras los saludos iniciales y Judith ya dio señales de despedida.
—Bueno, Tiaret, ya es hora de volver a casa. Mía seguro que me estará esperando jugando impaciente con sus coches de carreras —Se puso de puntillas y alcanzo a besar en los cachetes a la dueña del negocio.
—Mi querida amiga, lo que agradezco tu visita, cuidaros mucho.
La mujer del accidente caminó bien erguida y segura por las calles soleadas de Limber.
Su vestido se ondeaba a ritmo del viento y los rizos de su cabello corto seguían una eterna partitura de giros y movimientos ágiles.
No era muy alta, tal vez alcanzaba los 1,65. Pero sus curvas armonizan toda su figura y la hacían diferente, bella y delicada.Sus sandalias planas se deslizaban por el hormigón casi imperceptibles y aquellos treinta y tantos años, le sentaban, de cara al viento, maravillosamente.
Estuvo un rato de aquí para allá, subiendo y bajando por calles estrechas y anchas, cruzando tiendas de esquinas y cruces malhechores; cuando por fin...
... llegó.
No sé porqué no intuí antes a dónde se dirigía, y sin saberlo, también me dirigía a mí.
Y otra vez aquella casa de dos pisos con un jardín de flores y cercas blancas.
Sólo cuando la vi pisar con sus propios pies el césped exterior sentí que respiraba hondo y comenzaba a disminuir su paso veloz a algo más de un paseo.
Y esta vez sí la seguí.
—Ya estoy en caaasa Mía —añadió elevando la voz para hacerse oír.
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Hakoon
Science FictionHakoon Beckett es un chico de unos 24 años que causa un accidente en el pueblo de Limber. Tras su muerte, deja en vida a su apreciada hermana y a la mujer a la que hirió en aquel choque de vehículos. De una manera u otra, consigue comunicarse con am...