Mi fe

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Judith

¿Y entonces qué?

Juro que lo quería. Pero tenía miedo. Miedo de hacerle daño.

Había perdido...

Su despedida ardía tanto como sujetar entre mis palmas un clavo ardiendo, era un dolor lento y amargo; pero jamás iba a rogarle que se quedara junto a mí, esperándome en alguna parte de la sala que lo hacía inmaterial. Este no era su mundo, y al parecer, yo tampoco.

Claro que amaba a Jake. Era tal vez lo mejor que tenía, sin contar a mi pequeña Mía... Pero Hakoon me hacía mucha falta, mucha más de la que él nunca llegó a imaginar. No lo entendía y tampoco pretendía que lo hiciera; ya lo había retenido bastante.

Quería llorar.

Era más sensible de lo que aparentaba, y llevaba años vestida por una faceta de una dama extrovertida y sonriente, con un marido al que todas miran con recelo y madre de una niña hermosa...pero si ellos supieran... Me paré a pensar: ¿Jake, incluso, era consciente de mi tan profesional engaño?

Y de nuevo Hakoon a mi cabeza. Sí, él me conocía mejor...mejor que nadie.

Había sido bonita nuestra historia.
Pero como toda historia, el final había llegado.

Y aunque obligaba a mi mente a vagar entre los viejos recuerdos de mis dos hombres; los buenos ratos con Hakoon opacaban a Jake, una y otra vez, y sin apenas darme cuenta me encontraba con la mente repleta por el olor del perfume de incienso y por las venas que se marcaban imponentes en sus manos.

Maldito chico de ojos azules, y maldito destino que me había hecho quererlo tanto.

Mientras tanto no  lograba salir de ese estado en el que te debates entre el sueño y la realidad. Esperaba que el escándalo del despertador de la mesita de noche me hiciera reavivar de aquella pesadilla; pero cada vez más se estaba convirtiendo en una tarea imposible.

No aguantaba más sin ir detrás de él. Pero recordaba que fue el hombre que mató a mi hijo en aquel accidente a las 3:15 am, y me odiaba a mí misma por amarlo.

Era una lucha entre lo que quería y lo que sentía, pero no sabía cómo decírselo.

No habíamos vuelto a hablar del accidente desde aquella vez que estuvimos en Limber...y nadie se atrevía a sacar el tema de nuevo.

Era doloroso.

Como amar a un asesino, ser religiosa y confiar en un ateo, ser libre y amar la cárcel... Era un crimen que jamás me perdonaría. Pero supongo que ya esaba todo perdido a pesar de que seguía buscando una solución a todo aquello que me revolvía el estómago y que aprisionaba mi garganta.

Joder.

¿Que debía hacer?

¿Por qué no lo frené a tiempo?

¿Y por qué estaba perdidamente enamorada de él?

¿Por qué una parte de mí quería hacerlo desaparecer de la faz del mapa?

¿Y por qué otra lo amaba con todo su ser?

Joder.

El problema era que no quería admitir lo que sentía. Que me frustraba al darme cuenta lo que quería de verdad, con el corazón; que era injusto que tuviera que ser él, él y no otra persona. Él y no Jake.

Tenía tantas preguntas...

Sólo quería desaparecer.

Me eché a dormir y desperté algo más lúcida. Pero sentía como si una masa pesada de pensamientos borrosos nublara mi conciencia.

HakoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora