Una híbrida

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Verlo allí, frente a mí, como tanto tiempo atrás lo había estado, me conmocionó. Fui consciente de lo mucho que lo necesitaba en mi vida. Y esperé que aquella pesadilla tuviera al menos un final feliz, lo que era para mí su compañía.

Estuve un par de minutos sin palabras, el sostenía mis manos y sus ojos azules miraban sin discreción a los míos.

Lo vi más atractivo que nunca, más hombre, más Hakoon. Fui consciente por primera vez de lo imponente que era y lo deseado que sería por muchas mujeres si recuperara la vida.

Un cúmulo de sensaciones me hicieron estallar a llorar, frente a él, todo en silencio.

Quería contárselo todo: el hijo de puta vampiro, Tiaret, Mía... ¡Joder Mía!

No tenía tiempo que perder si de verdad quería tenerla de nuevo en mi regazo; y ese pensamiento me entristeció todavía más. Sólo era capaz de agarrarme el cuello con ansias aspirando a algo más de aire fresco. Me ahogaba.

Hakoon no hacía nada, seguía imparcial. Supongo que en el fondo sabía que como yo misma había entrado en ese círculo vicioso, solo yo sería capaz de retroceder.

Al cabo de unos minutos conseguí calmarme pero mi cuerpo continuaba con repetidos espasmos.

-Hak...Hakoon; lo...lo siento pero Mi...Mía...

Mi voz se iba desprendiendo de mí a medida que intentaba no tartamudear.

Los gestos de mis manos temblorosas no conseguían sino insignificantes trayectos mudos por el aire. ¡Joder!

Todo a mi alrededor comenzaba a girar, en el llano de un precipicio.

No culpaba a Hakoon por no hacer nada; tal vez de verdad había decidido olvidarme y ahora me veía como una simple mortal.

El suelo se movía bajo los efectos de mi ansiedad. Mi pie derecho avanzó intentando mantener el equilibrio. Nada. Ojos llorosos que se llevaban la nitidez de la situación.

El terreno volvió a temblar y mis pies no fueron capaces de luchar contra aquella maldita imaginación.

Me desplomé; pero unas manos grandes y venosas sujetaron mi rostro y evitaron que cayera totalmente bajo un suelo duro e irregular.

Me dejé llevar por el vaivén de alguien que me dirigía.

Notaba sus manos sosteniéndome de un golpe cercano. Sentí una respiración serena acercándose a mi frente. Era acogedora y majestuosa. Después de tanto tiempo, estaba segura. Unos labios besaron mi frente con delicadeza, y esperaron a que despertara de aquel estado parecido a la hipnosis.

Mis párpados se abrieron poco a poco. Ahora todo estaba más calmado. Dirigí mi mirada hacia abajo y coloqué con lentitud los pies encima de la arenilla marrón.

Ya podía incorporarme.

No supe en que momento lo hizo, pero me encontraba con sus brazos bajo mis axilas. Me sostenían con fuerza.

Cuando vio que fui capaz de recuperar la compostura los bajó poco a poco, con temor a que pudiera volver a caer. Pero no. Estiré las piernas y esta vez sí pude recuperar la estabilidad.

Su pecho estaba realmente cerca del mío, y mi estatura no me permitía ver más que, mirando al frente, su camiseta blanca.

Alcé la cabeza hacia arriba. Ahí estaba él. Hakoon. Lo vi sonreír sin mostrar los dientes y eso me dio las fuerzas que necesitaba.

Intenté retomar la conversación que habíamos dejado a medias pero era difícil decir tres palabras seguidas sin tartamudear siquiera. Él me esperaba, paciente, apacible.

HakoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora