La muerte viene a por ella

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Sí, sin duda era él. Torcimos la esquina y lo encontramos jadeando en la misma posición en la que lo habíamos dejado recostado sobre la baranda. Se había agarrado una mano al pecho y hacía intentos de incorporarse, pero eran intentos fallidos.

Fue Mía la que bajó de los brazos de su madre y corrió hacia él. Jake la vio agarrada sobre su pecho y una lágrima resbaló por su mentón. Sostuvo su cabeza y le besó la frente.

-Mi niña -le dijo Jake a Mía con la voz temblorosa. Judith lloró aunque intentó disimularlo. Yo la agarré de la mano y apoyé su cabeza sobre mi hombro.

Era duro, hasta para mí.

La pequeña y su padre se fundieron en un abrazo durante un largo tiempo cuando por fin Judith decidió dar un paso al frente y ofrecerle una mano a Jake. Este se incorporó y sacudió su ropa. Tenía una expresión de extrañeza, la miraba a ella con ojos caídos, buscando una solución.

-¿Qué...ha pasado? -dijo aclarándose la voz.

Hubieron segundos donde volvió a reinar el silencio. ¿Qué se debía contestar entonces? Judith miró al suelo y jugueteó con sus manos, nerviosa...

-Nada vampiro... Lo importante es que ahora todo esté tranquilo.

Vi en su expresión la necesidad de contarle todo: una historia surrealista, una secta de vampiros, una pequeña híbrida; vi en su expresión la necesidad de contarle todo lo que se quedaría por siempre en un vago recuerdo de nuestras mentes, siempre bajo nuestras almohadas, la de la mujer del accidente y el muchacho fantasma.

Jake volvió a mostrarse indefenso y fuera de lugar; esperaba realmente una respuesta que terminara en cómo había despertado en un palacete y con sabor de sangre en la boca, pero sabía que no sería Judith la que pudiera proporcionársela algún día. Y tan solo se decantó por colocar su mano sobre la mejilla de ella y darle un beso en los labios, suave, sin apenas contacto.

Judith sonrió pero vi un signo de pesadumbre en sus ojos; se giró deseando encontrarme con la mirada, ambos sabíamos que era imposible pero quise pensar que no había sido una simple casualidad aquel volteo disimulado.

Y Jake se fue acercando lentamente a ella hasta que acomodó sus brazos alrededor de su cintura y la abrazó hundiendo su rostro en su cabello. Judith se dejó mecer, lo había echado de menos.

Tanto odio...tantos sentimientos encontrados...tanta farsa... Que aunque no estaba segura de si lo que hacía estaba bien, solo quería arriesgarse... Porque el amor era una cuerda colgante sobre el llano de una montaña, un paso en falso y todo se iría al traste; y aún así tantos que se han atrevido con éxito o sin él, a cruzarla; tantos que se han atrevido a arriesgarse.

Bajé mi mirada a mis zapatos sucios; me sentía fuera de juego en aquellos recreativos. Hacía entrechocar sus puntas con una ridícula melodía mental. No me frustraba la situación, pero seguía siendo la segunda pieza de aquel puzzle al que llamaban "corazón", y no era fácil no sentir, ni aún estando muerto.

Me ofusqué en mis pensamientos y dejé de prestarle atención a la pequeña Mía, al vampiro de ojos negros, y a la mujer con la que quería ser feliz el resto de mi vida, o quizá el resto de mi muerte. Me evadí y todos los sonidos quedaron atrás, donde la mente no podía hacer intervención.

Pero de repente oí un gritó desgarrador que me hizo entrar en pánico. Levanté la mirada con el corazón golpeando mi pecho con una fuerza bruta.

¡¡¡Nooooo, joder!!! Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas y caí al suelo de rodillas. Mi voz pedía a gritos una ayuda que nunca llegó. Me agarré el cuello con ansias, ¡¡¡no podía respirar!!! Volví a levantar la mirada y otra punzada fue directa al corazón. Y otra. Y otra.

Ahí estaba Judith, encogida sobre los brazos de Jake, con un puñal clavado en el vientre.

La expresión de él se asemejaba a la mía. Sus manos llenas de sangre trataban de taponar la herida pero con un corte tan profundo ya todo era misión imposible, aunque Jake no se daba por vencido.

De nuevo, volvía a ahogarme, de nuevo otra punzada en el corazón, otro golpe en la garganta y lágrimas mojando mi cara. La sensación de querer huir de una pesadilla en la que, por más que corres y sudas, todo bajo tus pies sigue igual. La sensación de tratar de no respirar el humo de un incendio. ¡¡Buf!! Un pinchazo en mi costado me tira al suelo, encogido, con un ojo morado, con ganas de volver a caer en un sueño del que nunca despertemos, allí, junto a ella.

Aquella sensación se asemejaba a morir bajo el helor del agua fría del mar. Colarte por un agujero en el hielo y nunca más poder salir. Sentir como tus piernas van dejando de funcionar por el frío, y poco a poco tu espina dorsal se duerme y solo queda a flote tu cabeza que busca con ansias otro hueco en el hielo, o al menos por el que caíste. Sabiendo que no hay nadie para ayudarte y que por más que grites solo el agua será testigo de tu sufrimiento. Es buscar una salida aún sabiendo que la única que queda es la que te lleva a otro mundo, al mundo del que vengo.

No podía moverme, clavado en el suelo como una maldita estaca, como un maldito esclavo.

Miré hacia Mía, estaba temblando con los ojos totalmente abiertos mirando a su madre desplomarse ensangrentada sobre el suelo de madera mustio. No reaccionaba, allí estaba convulsionando sin apartar la mirada ni un momento de la escena. No podía dejarla así.

Recogí todas las fuerzas que pude, y rasgándome la piel coloqué un pie en el suelo y corrí hasta posicionarme cerca de ella. Pero no me miró, seguía sin inmutarse; de un momento a otro podría perder el conocimiento. La sostuve y zarandeé su cuerpo.

-¡¡Mía, Mía, pequeña escúchame por favor!! -mi voz estaba rota, totalmente rota.

Nada.

-¡¡MÍA!! -la cargué sobre mis brazos arrodillado en el suelo con las piernas doloridas y magulladas. Y sólo entonces me encontré con sus ojos.

Le agarré el rostro con ambas manos y la refugié en mí. Sentí su dolor y comenzó a llorar sin hacer ruido, pero constantes traqueteos por la tensión desestabilizaban su frágil cuerpo.

Jake intentaba reanimar a Judith apartándose con rabia las lágrimas de la cara.

-¡¡¡Hija de puta!!! ¿¡Qué tipo de ser eres maldita demonio!? ¡¡¡Qué te coman los bichos de tu propia tumba vampira de mierda!!!

Jake se desgastaba la voz con sus insultos hacia ella, a la mujer que había aprovechado para clavar el puñal a Judith mientras estaba abrazada a Jake, a la muchacha de tez negra, a la dueña de GEISTER, a Tiaret.

Pero esta tan solo sonreía apoyada sobre el marco de una puerta.

-Anoche cuando lamías cada parte de mi cuerpo no decías lo mismo, vampiro. -Rió.

Su tono irónico nos estaba haciendo entrar en un trance de impotencia que nos ahogaba en nuestras propias lágrimas. ¡¡¡Puta rata!!!

Traté de taponar los odios de Mía y ocultar sus ojos en mi camiseta, pero el recuerdo de la sangre emanando del cuerpo de su madre y los gritos quebrados de su padre los llevaría con ella toda su vida.

Jake volvió a mirar a Judith, tumbada sobre sus piernas. Lloraba y acariciaba su cabello con aquellas manos temblorosas que un día se veían tan fuertes y viriles. Sabía que se estaba acabando. Todo se estaba acabando.

-Cuidaré de Mía, mi Ricitos -le dijo pegado a su oído con los ojos rojos e irritados y la voz que apenas salía de su cuerpo.

El pulso de nuestra mujer era débil e irregular y su piel se había tornado de un color blanquecino. Jake volvió a acercarse a ella, y tras una pausa en la que se mordió el labio húmedo, le dijo:

-Te quiero.

Judith respiró hondo y no lo volvió a hacer nunca más.

Allí, sobre un suelo de madera, con el rostro de Jake a escasos milímetros de su boca, acariciándola con sus lágrimas amargas, con una gran mancha granate en el centro de su estómago y retorcida en el suelo; murió la madre de la pequeña Mía, la mujer del vampiro y la amante del fantasma. Allí, murió nuestra Judith.

Este era el castigo que se les imponía a las personas buenas...

...Esta era la vida, injusta e irremediable.

HakoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora