Pasaron varios días en los que me martilicé de manera arrolladora, en los que no me quité la vida porque años atrás ya un accidente se encargó de hacerlo... Fueron noches de pensamientos largos y enlazados unos con otros hasta volver de mi cabeza un infierno.
Tenía que dar el paso antes o después, porque de igual manera iba a volverme loco, tanto si lo hacía como si no...
Y pensé que el tiempo estaría de mi parte. Me alegré al ver que por una vez sí tenía razón.
Una noche de octubre en la que yo ya estaba recogiendo los juguetes de Mía mientras ella se acostaba, oímos unos pasos acercándose firmemente hacia la puerta.
Ambos nos paramos en seco y ella corrió rápido a tumbarse sobre las sábanas. La ayudé todo lo rápido que pude a arroparse; pero creo que no fue lo suficientemente veloz para Judith.
Llegó justo en el momento en el que las sábanas con dibujitos de flores iban cubriendo el cuerpo de ella, mientras la arropaban aparentemente sin ayuda ninguna. También le sostuve la cabecita para recolocar su almohada bajo aquel pelo lacio.Mía ya fingía dormir.
-¡Mía, Mía! -Se acercó acelerada a su cama a asegurarse de que estaba bien, pero intentando a la vez despertarla-. ¿Pequeña que ha sido eso? ¡Mía!
La destapó arrojando la ropa de cama al suelo con miedo y rechazo al mismo tiempo.
Mía se puso de pie dejando de lado el hecho de que supuestamente estaba durmiendo e intentó tranquilizar a mamá.
-Noo mamá, no haga' eso, que estoy bien mamá.
-¿Qué ha sido eso Pequeña? ¡Hay que huir de esta casa, voy a llamar a tu padre!
-Pero mamá, que e' mi mejor amigo. No nos va a hace' daño.
-¿¡Tu mejor amigo!? -Respiró hondo intentando aclarar aquellos disparates en su mente-. A ver cielo, cuéntamelo todo sobre tu amigo y porqué estaba hoy en tu cama a estas horas de la noche.
-Mamá él es un 'fastama', pero es uno bueno. -decía simulando una madurez al hablar que no conseguía por su pronunciación.
-¿Cómo que un fantasma? ¿Desde hace cuánto sois amigos? -Se encargaba de simular una normalidad que no era, ni de lejos, capaz de asimilar.
Y Mía le siguió contando el día en que nos conocimos, el tiempo que habíamos pasado juntos, y con todo esto, terminó por desmantelar el secreto de nuestra amistad. No la culpaba pero temía los próximos cinco minutos en los que le tocaba hablar a la mujer del accidente, tiempo de preguntas, respuestas y de, posiblemente, crisis.
-No voy a dejar que te juntes con él pequeña; porque uno, los fantasmas no existen, y dos; ¡son peligrosos!
Y antes de que ella pudiera añadir algo para rechistar, la calló con un beso de buenas noches y se quedó sentada en su cama hasta que se durmió, segura de todo fantasma que pudiera agitar sus sábanas.
No fui el único que no durmió aquella noche; Judith me acompañó desde su cama; noches de insomnio.
Se notaba que estaba confusa y molesta, ya no con Mía, tal vez conmigo. Es verdad que ella nunca había creído en los espíritus y era mejor así; porque creo que pensar que su hijo podría estar viéndola desde alguna parte donde otros como nosotros también están, le dolería mil veces más que dar por hecho que él había fallecido y ya, no había más vuelta de hoja.
Jamás lo superaría, y yo tampoco.
Y la razón por la que yo no dormí no fue precisamente porque no quisiera. Sino porque no podía dejar de pensar en ella... Me había frustrado su desconfianza y severidad con la pequeña Mía, pero tampoco era por eso mi razón de no pegar ojo.

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Hakoon
Ciencia FicciónHakoon Beckett es un chico de unos 24 años que causa un accidente en el pueblo de Limber. Tras su muerte, deja en vida a su apreciada hermana y a la mujer a la que hirió en aquel choque de vehículos. De una manera u otra, consigue comunicarse con am...