Capítulo Uno

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Los Hamilton 1

Vestido blanco ceñido al cuerpo con una mancha de algo rosado justo encima del muslo izquierdo, zapatos de tacón de color vino sostenidos en la mano izquierda y en la derecha un cigarro encendido que ya va por la mitad. Caminaba con resaca por el medio de la calle a las seis de la mañana, el cabello aún mojado por el baño inesperado en la piscina, pero nada de maquillaje negro o rojo corrido, simplemente no usaba esa mierda.

Y si, esta soy yo, caminando de regreso a casa, o bueno al lugar dónde vivo junto a mi gran familia de simios. Soy Claudia, el desastre andante que no querrás en tu vida, el tipo de persona mordaz y sincera que te dirá lo gorda o lo pene pequeño que eres, la que no tiene amigos, la quinta hija del matrimonio Hamilton y la única fémina para ser exactos. Mis padres querían una niña, así que tuvieron cuatro hijos antes que yo y un error de diecisiete años que es mi hermano menor, mamá siempre quiso una familia numerosa, pero menuda locura era vivir con tantos hijos, tener que cuidarlos y soportar cada una de nuestras personalidades creo un pequeño trauma por lo que hoy día se encuentra bajo tratamiento psicológico.

—Estoy en casa —grito para que alguno de los simios que despiertan a esta hora me escuche.

Entro y tiro los zapatos en algún lugar de la sala, me dirijo a la cocina y me encuentro un plato con tocinos y huevos preparado, un vaso de leche y uno de jugo de fresas, este definitivamente es mi desayuno.

—Espero y no le digas a Connor que te prepare el desayuno a ti y no a él —la voz ronca de Cris me hace voltearme y sonreírle.

—Eres mi favorito y lo sabes —me siento frente a la rica comida y tomo el vaso de leche de un solo trago porque mágicamente esta me quita la resaca, lo descubrí cuando cumplí los quince y tuve mi primera borrachera.

—Papá se va a trabajar a Londres —toma asiento a mi lado y me roba un pedazo de tocino —Además se lleva a mamá unas dos semanas para un hotel. Me dijo que dentro de dos meses estará dada de alta —intenta robarme más tocino y yo le pego en la mano y lo miro con recelo —Así que estoy a cargo.

Lo miro una vez más con los ojos muy abiertos porque papá nunca, jamás, de los jamases, se atrevería a dejar la casa en las manos de sus hijos.

Cris es el mayor, le sigue Christopher, Carl, Calun, yo y el error de diecisiete años, Connor. Así que técnicamente mi hermano mayor de veintiocho años debería cuidarnos pero es que... es Cris... el fiestero, mujeriego y abogado Cris, el hecho de que jamás pierda un caso no lo hace el más responsable, bueno, puede que si, pero es que sin papá está casa fácilmente se convertirá en un prostíbulo.

—Buenos días hermano —la voz adormilada de simio tres (Carl) llega a mis oídos y puedo imaginar la noche que ha tenido cuando veo un chupetón en su cuello de color púrpura —Buenos días pequeño monstruo.

—Buenos días simio tres adicto a los chicos que se creen personajes de cuentos mitológicos —no pierdo la oportunidad de bromear con él.

Me mira como si tuviera dos cabezas y simio uno (Cris) aguanta la risa.

—¿Te drogaste? —me mira más de cerca y niega con la cabeza en señal de reprobación.

—Si no quieres que te diga estas cosas deja de tener sexo con vampiros —llevo el último trozo de tocino a mi boca y el frunce el ceño, tardando unos segundos más en darse cuenta de lo que significa y correr hacia el espejo enorme qué hay en la sala.

—Eres cruel pequeño monstruo —simio uno recoge las cosas de la mesa y las lava por mi, aquí es la parte donde agradezco que mi hermano mayor sea como mi mamá y me conscienta en todo lo que quiero.

Me giro en la banqueta alta y miro a Connor que viene bajando las escaleras. Mi pequeño hermano cara de hemorroide.

—¿Noche ruda? —se acerca y me mira con detenimiento— Si definitivamente estás volviendo a fumar y tomar como camionero —su sonrisa se hace presente y yo quiero golpear su rostro.

—¿Sabes que eres adoptado y tienes las bolas de acercarte a la princesa? —lo empujo y bajo de la banqueta para pararme frente a él de manera retadora.

Ok, esto antes era divertido, yo era más alta que él, podía intimidarlo y hacer que se orinara en sus pantalocitos de marinero que papá solía ponerle, pero ahora no es tan divertido, yo mido un metro con sesenta centímetros y Connor malditamente pasa ya el metro setenta.

—Dejen de ser idiotas —nos regaña simio uno— Connor tienes clases, desayuna y ocúpate de no llegar tarde sino quieres que patee tu culo. Carl —se dirige a simio tres que está entrando en la cocina— Tienes que terminar la tesis de la universidad, el profesor de historia del arte dijo que puede ayudarte en la redacción de último momento, esa que insistes en poner no sé porque —el mencionado solo da un asentimiento de cabeza y besa mi frente para dirigirse a la nevera a por su zumo de limón mañanero.

«Christopher va a dormir hasta tarde hoy porque ayer tuvo una guardia pesada en el hospital así que nada de ruidos. Cuando se despierte tiene que irse a sus prácticas de nuevo así que lo dejan dormir —nos apunta a Calun y a mi, simio cuatro (Calun) se encuentra a mi lado y pasa una mano por encima de mis hombros— Calun, tienes ensayos de la banda a las tres de la tarde, trata de llegar a tiempo y recuerda que esta es la última vez que llegas a casa y meas el suelo del baño del primer piso -mi hermano que lleva hablando más de cinco minutos casi sin respirar toma una bocanada de aire y sonríe— Buen día a todos y compórtense como la familia Hamilton sabe hacerlo.»

I Did Something Bad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora