Capítulo Dos

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Cena en familia 2

Cuando llegó de la universidad no hay nadie en casa, mis hermanos siempre tienen algo que hacer, así que me ocupo de hacer mis tareas y trabajos pendientes y luego a ver series o cosas así de aburridas, pero hoy es domingo, domingo de familia. Es el único día de el mes en el que cenamos todos juntos, incluso mamá nos acompaña por un rato breve y este domingo es uno muy especial porque mis padres viajan el martes. Nos pasaremos más de dos semanas sin ellos y no será igual.

Mamá trenza mi corto cabello mientras me encuentro sentada en el suelo de la sala y ella en su sillón rosa favorito. Llevo puesto un vestido azul cielo con flores blancas, holgado y sin escote, idéntico al que trae ella, pero me atrevo a decir que luce más guapa que yo.

Mamá es latina, una cubana que con cuatro años llegó a Manchester junto a sus padres para abrirse nuevos caminos. Por eso la belleza de mi madre es exótica, tiene el cabello negro con algunas canas por la edad, ondulado y que cae como una brillante cascada por su espalda, los labios gruesos y rosados, los ojos muy negros y pestañas y cejas tupidas del mismo color. Su piel es de un tono bronceado precioso y ella entera resplandece juventud con sus ya cincuenta y tres años.

Dirijo mi vista al cuadro enorme qué hay de mi familia en frente de nosotras y sonrió, no me arrepiento ni un poco de tener una familia así de numerosa.

—Cuando tenías cinco años amabas que me sentara a trenzar tu cabello como ahora —deja un beso en mi mejilla y me da una mano para que me siente junto a ella en el sillón.

—Cuando eso el mocoso solo tenía dos años y no soportaba que tú me mimaras —cruzo mis brazos haciéndome la molesta.

—El corría hasta nosotras y tú terminabas cargándolo para que me dejara hacerte el peinado —mamá carcajea y pasa una mano por mi rostro en una caricia que me derrite— Siempre cuidabas de él, te molestaba cuando alguno de tus hermanos lo tocaba, querías que él fuera tuyo —suelta una risa bastante sonora que hace que sus grandes ojos se vuelvan pequeños.

«Cuando tenías siete años querías tener una hermana, papá y yo no podíamos tener mas hijos así que lloraste durante días, hasta que por tu mente paso qué sería una buena idea ponerle la ropa que ya no te quedaba a Connor.»

Ahora quien ríe soy yo ante ese recuerdo vago en mi mente, ambas comenzamos a reír porque ciertamente yo siempre he tenido grandiosas ideas para fastidiar a mis hermanos.

—Dime por favor qué hay imágenes de eso —suplico con mis dos manos haciendo una plegaria y mamá solo me indica con su dedo índice que haga silencio.

—¿Qué traman mujeres hermosas? —la voz de mi padre me llena los oídos y mamá se levanta para dejar un beso en sus labios y luego sonreírse uno al otro.

Papá es un hombre apuesto, alto, de cabello castaño claro y ojos azules. Cuando mamá me dijo que se habían conocido en un concierto de The Beatles yo enloquecí, puesto a que igual que ellos yo amo el rock. Su romance fue tan fuerte que antes de casarse tuvieron a mi primer hermano. Yo quisiera un romance como el de ellos.

—Pues mamá me estaba peinando y recordamos cosas de cuando éramos bebés los simios y yo— Cris me pellizca porque sabe que mamá odia que los llame así, y me sienta a su lado en el sofá lejos de ellos.

—Deja de llamar así a tus hermanos— agrega mamá y vuelve a su conversación con papá.

Cuando éramos más pequeños estos días solían ser los más divertidos puesto a que al no tener primos, ni más familiares todos los postres eran para nosotros. Corríamos como locos por toda la casa y hacíamos juegos de familia. Hoy día aún se nos reprende por el exceso de dulce y mamá nos obliga a hacer juegos de familia.

—¡Menuda mierda! —se escucha que alguien exclama desde las escaleras— Soy el renegado, incluso mi ropa no combina.

Calun como siempre quejándose de ser pálido como papá y no heredar el moreno natural de mamá. Mi hermano (junto a mi aunque a veces se le olvide) es el único de los seis que tiene la piel más clara, además de ojos azules con motas verdosas. Pero él dice que quiere ser un bombón caribeño y no uno decolorado.

—Deja de quejarte cariño —mamá besa su mejilla y termina de acomodar su camisa azul un poco más oscura que las de mis hermanos— Eres precioso, heredaste el color de papá y deberías estar orgulloso, además tu camisa luce más nueva que la de ellos —lo último intenta que salga como un susurro pero todos la escuchamos y yo solo puedo reír.

—Menos mal que ya es consciente de que lo recogieron en el basurero y que no pertenece a esta familia —agrega Christopher cargando a mamá y alejándola de simio cuatro para hacerla girar en el aire y producir risas en ella.

—Deja de decir y hacer eso —Clara lo señala con el dedo y él se aleja de ella con las manos en alto.

Carl está parado un poco más lejos de todos y entonces papá lo nota, a mamá le afecto un poco saber que su hijo era gay, no fue para tanto, pero él piensa que ella lo odia o algo así.

—Carl —papá lo llama— ¿No vienes a darle un beso a mamá?

Todos nos quedamos en silencio cuando mamá se gira y le sonríe a mi hermano.

—¿A caso yo te dije en algún momento que no te quería? —mamá lo llama y él corre hasta ella para abrazarla- Eres mi hijo, pensé que había quedado claro la última vez.

Mamá se había puesto a llorar la última vez porque Carl había enfermado con mucha gripa y ella estaba sensible, entonces le abrazó y le repitió como cien veces lo mucho que lo amaba.

—Vengó llegando yo y ya están llorando —Connor hace su entrada triunfal y papá lo empuja para que se una al abrazo que tienen mamá y Carl— ¡Se que me aman pero aguanten la emoción por favor!

Y por esa razón es que odio al cara de hemorroide.

I Did Something Bad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora