Jung 🛐

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—Felicidades —mi padre me estrechaba en un abrazo mientras los ejecutivos abandonaban la sala de conferencias.

—Gracias papá —le sonreí y devolví el abrazo dándole unas palmadas en la espalda.

Había trabajado mucho en esta inversión y me había salido perfecta. Mis días en este país no hacían más que ponerse mejores. No podía quejarme alguna vez de nada de lo que ha pasado desde que llegué. Había tenido mucho éxito en la empresa, mis padres se habían venido conmigo y justo ahora mi estado sentimental es confuso pero extrañamente bueno.

Debía de contarle a Claudia el éxito de su propuesta. Debía darle las gracias por el apoyo y el buen trabajo. Además de ser una loca con mucho mal carácter, Claudia había puesto mi mundo patas arriba y mi alter ego muy a la defensiva.

—¿Hola? —llamé a la puerta de su oficina.

Abrí la puerta y entré, estaba todo en su lugar y ella se encontraba en su silla mirando el gran ventanal que quedaba a espaldas de su escritorio.

—Felicitaciones señorita Hamilton, acabamos de cerrar un trato gracias a su genial intelecto —avancé por su oficina con una sonrisa en el rostro.

Giró su silla y me dejó admirarla. Se veía siempre muy sexy, tanto que me era imposible mirarla sin recordar lo suave que es su piel a mi tacto o lo rojiza que se vuelve con un solo azote.

Deja de pensar en eso o tendrás una erección en los pantalones como un maldito adolescente.

Hola Jung —llevó las manos a su rostro y se lo cubrió mientras soltaba un largo suspiro.

Algo anda mal, realmente mal.

—¿Pasa algo? —tomé asiento delante de su escritorio y ella se levantó de su silla.

Caminó hasta mi y dejó sus manos en mis hombros para después mirar a mis ojos. Tenía los suyos llenos de lágrimas y no lo entendía. Claudia Hamilton jamás llora.

—Entiendo que lo que te voy a decir no está en tus planes —comenzó y vi una lágrima rodar por su mejilla— Puedes tomar la decisión que más te guste y no me enfadaré porque en parte me siento muy culpable.

Vale, me estoy asustando y terminé por asustarme mucho más cuando la vi desviar la mirada de mis ojos y comenzar a llorar en serio. Ver una mujer llorar me daba mucha rabia, se veía tan vulnerable que me provocaba el impulso de abrazarla y hacer que parara de llorar a toda costa.

—Claudia respira —me vi a mi mismo acunando su rostro con mis manos.

—Solo revisa el documento qué hay encima de la mesa —se apartó de mi y se sentó sola a un lado de la oficina.

La velocidad de mis movimientos fue algo tosca, estaba nervioso, no sabía la razón de su llanto y aquí en este papel debería de decir la razón por ese desconsuelo suyo.

Una carpeta blanca y dentro solo una hoja de papel que leí, pero no entendí la mitad de lo que decía. Hasta que la palabra embarazo se cruzó entre las líneas y me petrifiqué.

—Embarazada —murmuré y la miré con la cara de horror más notoria que había puesto en mi vida— ¿Estás embarazada?

Ella asintió y yo me dejé caer en su silla. De repente el aire no pasaba a mis pulmones, mi corazón comenzó a ir a toda prisa y mi cerebro solo reproducía la palabra embarazada.

—Yo —habló ella rompiendo los eternos minutos de silencio— Me hice muchas pruebas de embarazo donde dieron positivas cinco y negativa solo dos, después fui y me hice esos análisis. Ayer llegaron los resultados y decidí ir a la consulta con mi psicólogo para que me aconsejara cómo afrontar esto —tomó un respiro y siguió hablando.

I Did Something Bad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora