Había tenido mucho sexo en mi vida, muchísimo para ser más sincera. Pero nada podría compararse a lo que mis ojos estaban viendo, mis oídos escuchando y mi piel —de por si sensible— sintiendo.
Por más loco que pareciera el hecho de que alguien me domine por primera vez en mi vida me había encantado más de lo que admitiría jamás. Había pasado de azotes en mis pechos, a mirarme como sollozaba arrodillada aún delante de él en el suelo. Deseosa de placer, ese placer culposo y sádico que solo él me brindaba.
—Abre las piernas Claudia —me ordenó y cada vez que su voz ronca hacía eco en la habitación mi piel no podía evitar erizarse y mis músculos tensarse.
Negué lentamente con la cabeza y bajé mi mirada a mis piernas. Mis rodillas se habían movido solas, no me lo creía. Estaba arrodillada en una posición muy sensual y apuesto a que me vería divina con mis rodillas abiertas.
Estás teniendo un muy buen espectáculo desde dónde estás. Eso es seguro.
Una risita coqueta se me salió y me animé a mirarle a los ojos, podía ver reflejado en ellos lo que pensé. Lo estaba volviendo loco, yo, con mis marcas de subir y bajar de peso por mis caderas y glúteos, con mis quilos de más, sin esa separación entre mis piernas que tan sexy hace a otras chicas, con mi abdomen para nada plano, con mis defectos. Cada uno de ellos desnudos delante de sus ojos y eso, le encantaba.
Me atreví a hacer algo por mi cuenta. Recuperé la respiración y la conciencia, era yo, no podía quedarme callada cuando me insultaban o me ordenaban. Sabía jugar y él me iba a terminar rogando para follarme.
Llevé mis manos hasta la parte trasera de mi espalda, donde con una agarré la muñeca de la contraria. Abrí más mis piernas e incliné mi cuerpo un poco más hacia adelante. Ahora si que debía de verme jodidamente caliente.
—Joder —gruñó y escucho como camina por mi lado pasando a pararse justo detrás de mi.
Incliné la cabeza a un lado y llevé mi cuerpo mucho más adelante, quiero tener el control al menos una vez dentro de esta habitación.
—¿No te va lo de azotar? —incliné más mi trasero hacia él y lo moví un poco haciendo que rebotara— Adelante amo, siéntase libre de hacerlo.
El primer azote llegó a mi glúteo izquierdo con tanta fuerza que terminé poniendo mi rostro en el suelo y soltando un gemido de placer y dolor. La marca caliente en mi piel que latía con fuerza. Me sentí tan bien que me daba miedo.
Al igual que con mis pechos, mis nalgas sintieron su furia, su deseo contenido, sus azotes fuertes. Apostaría a que ya se encontraban muy rojas, tanto que podía sentirlas calientes por todas partes.
Sentí un tirón en el cuello, y una nalgada en mi glúteo derecho. Estaba tan concentrada en el dolor y el placer que no vi o escuché cuando se había arrodillado también y había dejado el látigo a un lado. Prefería sus manos, se sentían más frías, más firmes, era su piel haciendo contacto con la mía y eso me enloquecía. Tiró de la cadena del collar.
Mordí mi labio inferior para tratar de apaciguar la cantidad de gemidos incontrolables que salían de mi. Estaba a punto de tener un orgasmo solo porque un tipo me nalgueaba y me ahorcaba con un collar como a una perra y me encantaba la idea.
Lo necesitaba, necesitaba sentirlo contra mi, que me tocara, que me diera la atención que necesitaba en ese punto sensible de mi cuerpo.
—Jung —gemí y una nalgada más fuerte que las anteriores me hizo estremecerme— Por favor.
Listo, estaba suplicando. Acabo de suplicar por sexo... Primera vez en mi vida que suplico por algo, pero la ocasión lo amerita y de que manera.
—Dime lo que quieres Claudia —sentí como las cadenas sonaban y de repente mi cuerpo fue tirado en su dirección acercándome a él.
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I Did Something Bad
Novela JuvenilNo confíes... No esperes nada de nadie... Porque nunca sabes que puede pasar al final... Claudia Hamilton una chica poco convencional que odia las etiquetas y se considera una de las personas más mordaces y sinceras del país... Si esa es ella... Él...