Extra 1 7u7

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Los días de oficina solían ser realmente estresantes, mi jefe es un idiota a escalas inimaginables. No podrías pensar que un hombre como Jung podía ser tan mierda. Pero lo era, como no tienen una puta idea.

—Espero tengas la cabeza en estas cuentas Hamilton —habló señor seriedad y mis ganas de golpearlo aumentaron más que antes— Necesito trabajadores eficientes que den su ciento por ciento.

—Estaba distraída pensando en qué ponerme para la fiesta a la que voy esta noche —hablé como siempre sin pensar— Donde seguro follaré con alguien que no me deje con las ganas.

Por un segundo pensé que me mandaría a la mierda, que mi desempeño estos últimos meses no habían servido de nada y que me vería consiguiendo empleo en otro lado. Pero por el contrario se acomodó más en su enorme e imponente silla de cuero y con una mano en su mentón me echó una ojeada.

—Pretendes ponerme celoso —ahora lo vi sonreír— Buen intento Hamilton.

¿Eso fue una afirmación simio tatuado?

—Te cuento que otro va a ser capaz de hacerme lo que tú no —crucé mis piernas y apoyé mis brazos en la silla— Yo lo llamaría restregar tu frustración sexual en toda tu cara.

—Jamás serás lo suficientemente educada para no soltar groserías —replicó.

—Ni tú lo suficientemente hombre para admitir que te traigo loco —le resté importancia con una mano— Cosas que jamás seremos querido jefe.

Sonreír con altanería y comportarme como una perra siempre han sido de mis cosas favoritas, en este momento de mi vida en el que no hablo con casi nadie me resulta relajante al menos sacar mi lado perra con él.

—Eres demasiado creída —se levantó de su asiento y por alguna extraña razón me tensé un poco— Caminas con la cabeza en alto por cada pasillo, tomas un café con cacao todas las mañanas impregnando ese aroma y tu perfume por dónde pasas.

Me tomó algo desprevenida que se hubiera fijado en esos detalles.

—Al principio solías saludar con un leve asentimiento de cabeza a tus subordinados y ahora ni eso —se detiene de atrás mío y trago en seco— Jamás he negado el hecho de que me vuelves loco Claudia Hamilton.

Cuando la yema de sus dedos hizo contacto con mi cuello sentí mi cuerpo estremecerse. No solía pasar esto muy a menudo por lo cual me levanté de la silla optando por recuperar la compostura.

—¿No piensas hacer algo al respecto? —lo reté levantando mis cejas— Me parece muy mal que me acoses.

Una risa ronca sonó en la oficina y me estremecí. Lo vi caminar, acercarse a mi con ese aire relajado pero a la vez altanero que estaba volviéndome loca.

—Verónica —habló por el altavoz del teléfono de su oficina— Quiero la lista de las reuniones de esta semana y que me compres comida italiana para dos —me miró esperando a saber si lo iba a declinar pero obviamente no lo haría— Regresa dentro de unas cuatro horas, tengo una reunión muy importante que tratar.

Y colgó. Entonces si que me estremecí. ¿Cuatro horas? Teníamos un piso completo para nosotros solo durante cuatro horas, esto no iba a salir bien —al menos no con mucha ropa—

Su cuerpo que estaba aprisionando el mío contra el maldito escritorio me hacía sentir como un maní al lado de un enorme plátano.

—¿Querías saber que haré al respecto? —una de sus manos se dirigió a mi rostro y pude analizar un poco de la tinta que tiene en sus dedos— No voy a ser tierno —murmuró con sus labios cerca de los míos y terminó por colocar un mechón de mi cabello por detrás de mi oreja.

—Yo tampoco tenía pensado que lo fueras —miré directamente a sus ojos— Me llevaría una deserción muy grande si no me cogieras como se debe  —me alejé un poco de él y subí a su escritorio.

Lo vi mirar cada uno de mis movimientos, así que cuando estuve sentada en el pedazo de madera —tan frío que me estaba congelando el culo— abrí mis piernas dejando expuesta la pequeña ropa interior de color negro que llevaba ese día.

—Baja de ahí Claudia —me ordenó.

Uy con que te va lo de dar órdenes ¿no? ... Pues adivina a quien no se le da nada bien seguirlas.

¿Si no qué? —lo reté con la mirada y me mordí el labio inferior abriendo las piernas haciendo que la falda se me subiera un poco más.

En un momento que pareció sólo un segundo lo tenía entre mis piernas, observando mis labios y con una mano enroscada en mi cabello.

—Te quiero ver sumisa —tiró de su agarre y se acercó más a mi oído— Quiero verte de rodillas delante de mi, suplicándome que te folle.

Esto me ponía, claro que lo hacía. Ser sumisa era algo que me gustaría probar, pero no sé lo dejaré ver ni por un instante.

—Yo quiero lo mismo —hablé lento y pastoso— Quiero verte de rodillas —llevé una de mis manos a su cuello e hice presión en mi agarre— Suplicándome que me dejé ser follada.

Una sonrisa apareció en su rostro y justo ahí supe que no se venía nada bueno.














Emmm... Bueno... El padre José y la Virgen de los a domínales patrocinan este extra jeje... Bueno... Nos vemos en el segundo extra 🙂

I Did Something Bad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora