Hoy es mi último día aquí, se cumplen los quince días, estoy entusiasmada pero a la vez un miedo atroz me invade. Durante los últimos días he cumplido las normas, ahora estoy un poco mejor, se me permite salir, dar paseos e incluso puedo adentrarme si lo deseo en la villa del dolor.
Se sobradamente que ese no es su nombre, pero después de saber lo que ocurre allí, lo bautice con ese nombre. Claro que no estoy interesada en acercarme a ese lugar, ni por todo el oro del mundo iría allí.
La vida aquí no está tan mal, el problema es acostumbrarme a la soledad, ayer descubrí que también habitan algunas humanas aquí, pero dudo que tan si quiera puedan tener la misma vida que yo. Al fin de al cabo yo soy una reina, que pueden ser ellas, exclavos, reproductoras?
He decidido echarle valor, quiero ir a verlas, aunque me muera de miedo por lo que pueda encontrarme. Me acompaña un guardia, este se ha convertido en mi sombra, descubrí que gracias a dejar de ser virgen los demás demonios no me acosan.
Tienen una extraña fijación con la pureza y yo ya dejé de ser pura! Además debe de pasar algo como con los lobos debo desprender su aroma o algo similar. Todos ahora aquí saben que soy suya que no me pueden tocar.
Me dirijo a las viviendas de los demonios de rangos inferiores, por llamarlas de alguna manera. Mi guardia se queda parado en una de las chozas indicándome que he llegado.
Llamo a la puerta, no hay timbre ni llamador, así que utilizo la mano. Golpeó tres veces. Después de esperar un rato la puerta se abre, detrás de ella aparece una chica joven no debe de tener más de dieciocho años, quizás menos.. está desaliñada, su vientre está visiblemente abultado. Me mira extrañada.
- Se quiere saber que es lo que quieres? Dice enfadada, cosa que no entiendo porque yo no le he hecho nada, ni si quiera la conozco, no entiendo porque me trata así, otra chica algo mayor sale detrás de ella y le regaña.
- Perdonela mi reina, ella no sabía quién era usted, por favor no la castigue, no lo volverá a hacer. Las dos se arrodillan cogen el bajo de mi vestido y lo besan.
Esto me hace sentir muy incómoda, las ayudo a levantarse, esto no tiene porqué ser así, por lo menos yo no lo quiero para mi.
- No tengo nada que perdonar, soy una de ustedes, por favor no me traten de reina, eso me hace sentir mal.
- Pero su majestad, nos castigarán... Dice la muchacha que abrió la puerta.
- Está bien, pero solo cuando estén ellos, nada de reina en la intimidad. Les digo mientras me dirijo a mi guardia y le digo que me espere fuera.
Paso con ellas al interior de su casa, pues la verdad es que no está tan mal! Desde fuera parecía que iba a ser un total caos. Es bonita y muy sencilla, tienen un saloncito con cocina, dos dormitorios y un baño.
Me invitan a sentarme, lo hago con mucho gusto en uno de los sillones, escucho el llanto de un niño, la segunda chica va hacía una de las habitaciones y regresa con un pequeño bebé de cabello negro como la noche.
- Es su hijo? Pregunto curiosa.
- Si, es mi pequeño Nazatlán, antes tuve a Kael... Dice y está vez agacha su cabeza triste.
- Se que no me conocen, soy nueva aquí, ni siquiera puedo imaginar por lo que ustedes han podido pasar hasta ahora. Tampoco puedo prometerles nada, aunque me vean de reina no obstento poder alguno. Soy tan prisionera como ustedes, aunque yo vine aquí por elección, digo y ahora soy yo la que agacha la cabeza avergonzada.
La chica más joven se acerca a mi, pone su mano sobre mi hombro y comienza a hablar:
- Mi nombre es Carla y ella es Margaret, no te sientas culpable, ya sabemos que tú no eres responsable de nada de lo que aquí ocurre. Ahora estamos bien! a todo te acostumbras con el tiempo.. Margaret está triste porque cuando nuestros hijos alcanzan los seis años se los llevan de nuestro lado, para entrenarlos, deben de ser los mejores guerreros.. Una vez que se los llevan es muy raro que los volvamos a ver.
- Y a las niñas? Pregunto, ellas se miran confundidas.
- Nunca ha nacido una niña, solo nacen niños. Dice Margaret con la mirada triste de antes.
- Prometo hablar con Belfegor, quizás me permita que vea a su hijo. Hay más mujeres aquí? Les digo valiente y segura por primera vez en muchos días.
- Si, seremos unas cincuenta. Dice Carla. Nose no esperaba que fueran tantas, ojalá y el me quiera escuchar, me gustaría poder cambiar algunas cosas, otra cosa es que el me lo permita claro. - otra cosa, fueron tomadas al fuerza verdad? Dejaron familia fuera de aquí?
- Claro nadie viene aquí de forma voluntaria, nosotras vivíamos en una pequeña aldea al sur de las cascadas, llevábamos una vida humilde, aún así éramos felices, un día el ejército demoníaco acampó cerca del pueblo, se llevaron a todas las mujeres que no estuvieran casadas, si nos íbamos voluntariamente no harían daño a los demás. Así que no nos quedó más opción que marcharnos con ellos, dice y hace una pausa para limpiar las lágrimas que ahora bañan su cara.
- Lo siento tanto, digo llorando, yo auto compadeciendome de mi suerte cuando ellas viven así.. - y.. y las forzaron a tener..., Ni siquiera lo puedo decir pero no hace falta, ellas me han entendido.
- Si, claro, pero en nuestro caso no fue tan malo, por lo menos no nos comparten, las que luchan o pelean son tomadas por más demonios, nosotras aceptamos nuestro destino y solo una vez a la semana viene un demonio, siempre es el mismo. Creo que es algo así como nuestra pareja.
- Cuánto tiempo llevan aquí? Les pregunto aún compungida.
- Creo que algo más de siete años.
- Pero entonces eran unas niñas, cuando las trajeron aquí? Pregunto visiblemente alterada.
- Bueno yo tenía 14 años y Margaret 16. La verdad es que ha pasado bastante tiempo de aquello. Dice Carol melancolica.
Tengo que poder reunirlas a todas, necesito saber sus carencias, se que no puedo liberarlos, al menos por el momento! Pero si consigo hacer su estancia un poco más cómoda aquí, habré conseguido algo. Que es más de lo que ahora mismo puedo ofrecerles.
- La tarde pasa demasiado rápida, con ellas me siento bien, ya no me siento sola, les he prometido volver en quince días, sino es antes claro, ahora tengo que esperar a que mi maldito marido cumpla su parte del trato.
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Alfa Helena
WilkołakiHelena, Helena ese es mi nombre. Hija de un gran Alfa y mejor hombre. Su nombre pesa sobre el mío. Uzziel el inmortal, el alfa de los ojos tristes. Ese que lleva sobre su espalda tantas muertes... Sobre mis hombros reposa su legado, todas las mirada...