Hoy me desperté, tirado en mi cama en una posición paralitica.
Sólo abrí los ojos, tranquilo, sin apresurarme a que todo en el día sucediera en cuestión de segundos.
Lo primero que observé fue el techo. El ambiente estaba frío, pero las ventanas estaban cerradas y la puerta había sido azotada contra su límite un día anterior. Era normal, no por estar encerrado sentiría cálida mi habitación.
Me di cuenta de un sonido familiar, era mi canción favorita. Recordé que había dejado la lista de reproducción encendida toda la noche. No quería apagar el dispositivo, no podía. Mi cuerpo no reaccionaba.
Sólo estaban despiertos mis ojos, mis oídos y mi mente.
Opté por quedarme escuchando un rato la música que bailaba a mi alrededor. No era tan movida, pero tampoco tan tranquila. Me gustaba lo que escuchaba. La hermosa voz de una mujer hablando en un idioma distinto al mío. El sonido del violín; el arco haciendo fricción con las cuerdas. El piano y sus teclados. Todo en un bailado al ritmo del són.
De pronto me sentí un poco más vivo. Volteé mi cabeza a mi lado derecho, lo primero que vi fue el escritorio con una libreta abierta, encima un bolígrafo esperando traducir mis pensamientos para poder plasmarlos.
No sentía necesidad de levantarme y comenzar el día con un bello poema, tan sólo lo ignoré.
De mi lado izquierdo estaba la radio y la lámpara apagada.
Todo estaba normal a como lo había dejado el día de ayer.
La alarma del reloj empezó a sonar; eran las 6 de la mañana. Se me olvidó desactivarla, pues no era día de ir al Instituto.
Ahora que lo pienso, me desperté temprano, antes de que sonara la alarma. Puede que sea una costumbre. Tantos años con lo mismo, era algo monótono, pero necesario.
Apagué el despertador para que ya no molestara más; volvió a su típico ruido: "tic-tac, tic-tac", continuas veces, pero ya no fastidiaba.
"Otro día más", dije a la nada. No sentía sueño, sin embargo tenía los ojos cansados.
Como si la noche anterior hubiera sido muy alborotada de una gran fiesta.
Revisé mi celular; no había ningún mensaje, ninguna notificación. Ya era de costumbre que así fuera todos los días. Nada nuevo.
Seguí observando el techo, blanco y pálido. La luz estaba apagada, pero sentía los rayos de un débil sol por la mañana, siendo cubiertos por miles de nubes.
Era una mañana fría y sola. El ventilador estaba apagado, estaría enfermo si lo hubiera dejado encendido toda la noche.
Alcé mis brazo, observé mis manos. Estaban heladas, como si estuviera muerto.
La música dejó de sonar, se había terminado la lista. Así que aproveché para pensar un poco. Lo primero que llegó a mi mente fueron los buenos recuerdos que tenía cuando era muy pequeño: los cálidos abrazos de mi madre, las motivadoras palabras de mi padre, los juegos inocentes con mi hermano, la felicidad de mi mascota. Cada uno de ellos seguían dormidos en un profundo sueño.
Recordé a mis amigos y cada una de sus locuras. Recuerdo reírme con ellos de cada travesura que sucedía. Me hacían realmente feliz, el más suertudo por tenerlos.
Entré en una extraña desesperación por lo desconocido. Empecé a recordar cosas que... estoy seguro que nunca las había vivido en, al menos, ésta vida. Recuerdo la voz de una mujer, y el llanto de un inocente bebé.
Nunca he estado en un parto o algo parecido que los tuviera a ellos.
El celular vibró una sola vez, lo revisé y era un mensaje. ¿Quién podría ser a tan tempranas horas?, "de seguro compañeros de clase", pensé sin interés. Lo dejé pasar sin leer el mensaje.
Decidí dormir un rato más. Había soñado con un lugar verdoso, lleno de naturaleza y sonidos emitidos por animales. Era agradable el sitio donde me encontraba. Se me hacía familiar.
Hacía mucho frío, más de lo que estaba viviendo fuera del sueño, podía escuchar mi sólida respiración y mi corazón palpitar.
Las escenas se presentaban en cortos actos, trasladando una por una como si fueran palpitaciones de luz que iban cambiando imágenes. En una de esas, empecé a ver a una mujer, muy hermosa a decir verdad. De tez blanca, y cabello café chocolatado, con un vestido azul claro, era realmente hermoso lo que mis ojos presenciaban. Su voz y su inocente risa me hipnotizaron, e hicieron que la siguiera entre tantos arboles. Ella huía de mí, como si fuera un juego de escondidas. Decidí seguirla, pero... mientras más avanzaba; más me perdía.
Llegó un punto donde me encontré con un profundo lago de agua cristalina, rodeado de muchos arboles de diferentes figuras. La vi a ella, parada en el agua. Mojándose los pies y una porción de sus piernas. Era realmente extraño, pues estaba seguro de que era de gran profundidad.
Opté caminar hacia ella, estaba de espaldas y podía sorprenderla con un abrazo. Me acerqué, cada segundo equivalía a una distancia menos.
En cierto momento estaba seguro de que lo iba a lograr, estaba realmente cerca de ella. Pero, volteó y su mirada inocente y sonriente se habían convertido en lágrimas y tristeza. El sueño se quebrantó y me hundí en el, de hecho, acertado profundo lago.
Sentí una increíble desesperación por querer salir de ahí, me movía lo más rápido posible; pero era imposible. Cada vez me hundía más y más, sin embargo mi respiración seguía normal. Y era de esperarse pues era un sueño. Llegué hasta tocar arena, veía los rayos del sol muy difuminados entre cada ráfaga de agua. Y ella volvió a aparecer, estaba enfrente de mí. Era raro porque, me estaba intentado ayudar... desafortunadamente me desperté de un instante.
No pedía volver a ese extraño pero agradable sueño.
Mágicamente ya eran las 8 de la madrugada. Los rayos del sol ya se notaban cada vez más. Y todo en mi habitación seguía en su mismo lugar.
Me quedé pensando en lo confuso que fue ese sueño, y alguna razón coherente del por qué lo había tenido. No encontré explicación alguna.
Me levanté de la cama y quedó un poco desacomodada, la sábana estaba arrugada, al igual que la almohada.
La libreta y el bolígrafo seguían en su mismo lugar. Lo único raro de la habitación era yo, que tenía una tremenda sed algo insaciable. Bajé de mi habitación y entré lo más silencioso posible a la cocina. Tomé la tetera, y herví un poco de agua.
Mi familia seguía acostada, y mi mascota andaba en el patio persiguiendo un ave, se veía muy feliz. Recuerdo cuando llegó a casa, era muy diminuta y tímida. Era la víspera de navidad y mi hermano quería nombrarla "Noche Buena", a mí no me agradó para nada la idea, y tenía en mente "Luna" pues se acercaba la siguiente luna llena.
A los pocos minutos la tetera ya estaba caliente y como siempre, busqué mi taza preferida. Oscura como la noche con un pequeño letrero blanco que contiene unas letras en negritas que dictaban: "Buongusto" que en italiano es "Buen gusto". No es nada complicado de traducir.
De igual forma, busqué algún sobre de té que tuviéramos en la alacena. Observé la caja de varios sobres de té que mi tía me había regalado. Y de entre tantos, encontré mi sabor preferido: "té de hierbas relajantes", un nombre un poco raro, pero con un sabor inimaginable.
Coloqué un sobre en la taza y proseguí con mezclar un poco de agua hervida. Lo prefiero así, solo y amargo que acompañado con azúcar.
Volví a mi habitación con la taza servida. Y no quería volverme a acostar, era un día fresco y muy agradable. Así que me senté en la cama y me dispuse a leer un buen libro, acompañado con cada sorbo de una caliente bebida. No podía pedir más, sin faltar con la reproducción de una bella melodia.
Pero no me podía concentrar, estaba desesperado y algo angustiado por mis recuerdos, como si me trajeran malos momentos de tan hermosos anhelos.
Empezaba a sentir nervios, me sentía ansioso por algo que desconocía.
E intenté distraerme un poco más con algo que me fascinaba: escribir.
Me levanté de la cama, y me acerqué al escritorio. Vi la hoja de papel y el bolígrafo, listos para la batalla.
Mi mente estaba llena de inspiración y tenía grandes ideas, pero sin embargo, no sabía de qué escribir.
Podía escribir de la vida, de la muerte, tal vez de la soledad, que es el tercer tema más hablado en la literatura. Existen millones de temas y poemas que podría hacer, aunque a veces es complicado decidirse por uno.
Me armé de valor y empecé a escribir las cosas que sucedieron desde que desperté.
Y ahora, ya no sé de que más podría contarte a ti. Tal vez de lo hermosa que era la mañana y lo silencioso que era recordar distintos momentos.
Tal vez podría escribirte de la música que escuché y que me gustó tanto.
Tal vez podría escribirte que quería mandarte un mensaje cuando me desperté.
Tal vez podría escribirte de mi confuso y agradable sueño.
Tal vez podría escribirte de mis extraños recuerdos.
O podría escribirte de lo frío que estuvo el día.
Podría incluso escribirte de lo hermoso que fue leer un buen libro con una deliciosa bebida.
Hay tantas cosas que podría contarte de lo hermoso que... Maldición. Volví a pensar en ti.
Volví a recordar esos momentos que pasábamos juntos, que me hacían sentir vivo, y recordar lo hermoso que era el amor.
Volví a recordar tu sonrisa y tu hermosa mirada.
Recuerdo aún más aquél día que, simplemente te fuiste.
Ahora lo recuerdo... fue ayer, fue entonces cuando llegué a mi casa, corriendo a mi habitación. Con lágrimas en los ojos, desesperado y confundido. No entendía porqué. ¿Por qué te fuiste?
Recuerdo haber abierto la libreta y haber plasmado todo mi dolor con mi fiel amigo el bolígrafo, apagado la luz de la habitación, reproducido la música que más me tranquilizaba, sí, esa canción que a los dos nos gustaba, haber cerrado las ventanas, azotado la puerta para que nadie me escuchara y acostarme en la cama, quedando profundamente dormido y ahogado por mis lágrimas.
Sí... ahora recuerdo como comenzó todo.
Recuerdo que ayer nos citamos en la misma cafetería de siempre, recuerdo que pediste tu café dulce, y yo mi té amargo. Lo recuerdo todo.
Tus miradas desviandome, te sentía indiferente y distinta a como siempre.
Pronunciaste las palabras que ni el mismo satanas puede decir.
Terminaste con esto, que pensé que era amor.
Recuerdo haber sufrido por tu amor y tu descabellada ausencia.
Sí, volví a amarte como el débil que hipnotizaste en aquél sueño. Volví a seguirte, y lastimándote, tomaste venganza para derrumbarme.
Ahora estoy hundido, en el fondo de mi mente, imaginando que vuelves por mí y pronuncias aquellas bellas palabras para ayudarme.Pero afortunadamente, sigues huyendo de mí, y lo que yo vi, era sólo una alucinación: todo fue un sueño...
...un confuso, pero hermoso sueño...
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Cartas a destiempo
RomanceTodo el desastre comenzó desde aquél día en que nos separamos, tal vez por accidente o por destino. Nuestros caminos se habían separado para siempre, y no había nada que pudiéramos hacer. Te escribo para que estés enterada algún día de lo que sucedí...