Carta de amor sin sonidos

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Camino en las mismas calles que solíamos caminar juntos.

Todavía suena en mis oídos tu risa y las llamadas nocturnas de nuestro juego de amor.

Muriendo en una tarde de verano, de tus abrazos, de tus manos, de tus ojos.

Muriendo en cada respiro que doy, en cada banca del jardín olvidado, de cada rincón en alguna plaza comercial.

Fumándome el recuerdo con sabor a tabaco rancio, amargo chocolate, dulces tés y una tarde, esperando bajo la sombra de la luna, bajo la página del calendario desgarrado.

Agonizan las manecillas del reloj de los sueños, la flor de la juventud comienza a marchitarse, muchos rayos de amargura y falsos sueños, falta de agua, de un amor, de un beso y un te quiero.

Pues no hay nada mas emocionante que amarte en secreto, bajo los ojos de nadie y a la vista de todos.

Sin embargo amarga los días, se hastían los pajarillos y la mancha de vino que dejamos en el sillón aquélla tarde de luna nueva.

Se pierde la esperanza lentamente, día a día, buscando eventualmente otra Luna para enamorarse del Sol.

Pues un secreto es una mentira sin decir, y no hay mentira que sea autora de una realidad, sólo de ilusiones de lo que nunca será.

Lentamente se enfría el corazón...

Quedo devastado ante las olas del mar estrellando contra las proximidades de la arena, pensando en tu nombre una y otra vez.

Y ya no sé si ésto es sano o me está haciendo daño. Ya no sé diferenciar el sabor de un dulce con el frío y amargo veneno de tus palabras.

Tal vez sea momento de aprender a decirte adiós, por lo que más me duela, por lo que más sienta la desdicha. 

Pero, ¿cómo le dices adiós a un amor bien correspondido, y mermado por la imposibilidad de la imperfección? 

El olvido, tan temido sentimiento y esencia, ante el cual toda voluntad es sacrificada, permite el conocimiento de lo ya casi perdido, de lo que en el alma se impregna a tal punto, que todo lo alcanza; preguntaron por qué se quiere o se ama, y en el momento mismo de dar la respuesta, el olvido mostró lo que hacía falta responder: ¿cómo puedo saberlo, si es por ello que amo? Sólo te quiero y te amo, cuando no sé por qué y no te lo digo, que cuando digo cuánto te amo, tal vez no lo hago, sino como lenguaje que se pierde, de no ser por aquel olvido que me ha permitido saberlo, sin aquella presunción de conocimiento, con el alma.

Hasta nunca, mi gran desamor. Que la suerte te acompañe y que la oscuridad no te alcance, porque me voy. Sin decir adiós, sin pensar si volveré o no. Simplemente me voy. Todos se han ido. 

Me he quedado lo suficiente para saber que ya no hay nadie. 

Me voy, dejando atrás lo que encontraré en otras tierras, pero sabiendo que también lo dejaré, acaso para volver, como siempre, en nuevos destinos.

Me voy sin dejar rastro, sólo para que sepas, que siempre estuve aquí. 

Esperando tu voz. 

Esperando un te quiero.

Cartas a destiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora