Carta de amor sin felicidad

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Cuando estabas junto a mí, me gustaba imaginar que eramos completamente felices, pensar que nada nos preocupaba y que sólo estábamos el uno para el otro.
Cuando estabas junto a mí, tan sólo me decían "esa persona especial" y de inmediato me acordaba de ti.
Cuantas cosas me sucedían cuando estaba junto a ti. Pensaba que el amor era real... y definitivamente lo es, es sólo que no supe controlarlo. Era un mortal cruzando el Tártaro.
Jamás me imaginé el dolor que podía tener al alejarme de ti. O tal vez sí, pero no le prestaba mucha atención pues decía que todo iba a estar bien.
Recuerdo todas las mañanas que despertaba con tu hermosa voz, y hoy lo único que quiero al menos, es volver a escucharte. 
Volver a sentir esa mirada que me atravesaba el alma con tanta perfección y precisión.
Siempre te demostraba lo que sentía, lo que de verdad sentía y que jamás había resentido. Despertaste algo en mí que sigo desconociendo, me hacías completamente feliz. Me hacías alegre y dibujabas una sonrisa en mi rostro.
Recuerdo cuando te enfermabas de resfriados. Sucedía muy seguido, a decir verdad. Recuerdo muy bien que era yo quién te cuidaba. Era yo quién siempre estuvo a tu lado, y siempre extendió la mano para ofrecerte mi ser, mis palabras y mi cuidado.
Era yo como un esclavo que yo mismo decidí serlo. Y me parecía excelente.

Todos los días por las tardes siempre te veía tratando de hacer que lo que mas te fascinaba hacer te gustara. Pero siempre decaías. Te sentías triste y pésima para lo que hacías, o haces, realmente ya no lo sé pues hace bastante tiempo que no sé nada de ti.
Recuerdo que siempre estabas en tu lienzo, o en el escritorio. Siempre siguiendo por más; nunca paraste, y eso es algo que admiraba mucho.
Recuerdo que en una de esas veces volteaste porque sentías que alguien te estaba observando. Cuando sucedió me sonreíste, como si tratarás de decirme que todo estaba bien.
Siempre buscabas más, siempre intentabas distintas cosas. 

Tal vez hubieron muchas cosas que me dijiste, que hiciste, que pensaste y que yo nunca me di cuenta de lo que realmente tratabas de decirme. 
Yo nunca supe si detrás de esa sonrisa escondías lágrimas y dolor, jamás me imaginé que sufrieras tanto y eso sólo lo estoy suponiendo.

Te desconozco, ¿sabes?, me dijiste que me mostraste tu verdadero yo. Mi error fue que nunca me di cuenta cuándo sucedió.
Te encerrabas en tu mente y enfriabas lo ardiente de tu corazón.
Tu único error fue que enamoraste sin querer a un aventurero sin razón.
Y todo permaneció, pero olvidaste que la historia era de dos.
Pero no hay a quién echarle la culpa, no, claro que no. 
Desconozco al antagonista.

Y yo sigo aquí, a las casi ya media noche esperando un mensaje tuyo, una llamada, o la sorpresa de una visita inesperada. Con la hoja de papel fina, y en la mano un bolígrafo con miedo a remojarse en la tinta... y comenzar otra vez...
Desde que te fuiste, la música me hace llorar. Los libros me hacen recordar. El arte me hace esperar.
Desde que te fuiste, el café por la mañana ya no tiene el mismo sabor. 
Desde que te fuiste las lluvias sólo traen derrumbes.
Desde que te despediste, ya no recuerdo la tranquilidad.

Todos los días te recuerdo, de alguna u otra forma. Al momento de escribir el bote contiene lágrimas. Todo arde y enfría en alboroto. 
He perdido la noción del tiempo, las horas pasan volando y todo es diferente.
He llenado todas mis peceras con peces muertos.
He puesto rosas marchitas en la mesa.
He visto al pájaro muerto en la ventana.
He visto deshojarse al árbol sin remedio.
He visto al sol derretirse sin firmamento.
He visto a la luna sin luz ni destello.
He visto al amor descomponerse.
He visto al arte desfallecer.
Y es que desde que te fuiste todo sucumbe ante la muerte o el desastre. Al estar en este día que me atormenta. 
Un día antes de que te fueras: los peces jugaban a liberarse, las rosas se sonrojaban, el pájaro cantaba, el árbol dibujaba sombras, el sol deslumbraba, el amor se renovaba, el arte se cultivaba.

Y ahora ya nada llena ese vacío dejaste. Olvidaste cerrar la puerta al momento de salir de mi vida. Y te llevaste contigo, la llave de mi corazón. 
Me dijiste que todo iba a estar bien, que estabas segura de eso, pero se te olvidó mencionarme que ese "bien" iba a doler como una espada atravesando el amor que nos unía.

Cartas a destiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora