Cartas a destiempo

Carta de amor imperfecto

La vida no es sencilla.
No es algo que puedas escoger en dedicar un día, y luego hacer un descanso de tres meses.
La vida tiene límites. Quizá económicos, quizá políticos, quizá sentimentales, quizá habilidades, quizá emocionales, quizá todo.
La vida no es fácil, decía mi abuelo. Tendrás que levantarte todos los días por un motivo. Quizás desayunar, quizás orinar, quizás desear, quizás observar.
Tendrás que estudiar o trabajar. Quizás con esfuerzo, quizás sin descanso, quizás con sueño.
Tendrás que ver a las personas que más te des agradan, y trataras de evitarlos, pero no podrás. No podrás evitar esos problemas, esas pesadillas, esos pecados.
Porque la vida no es fácil.

La vida no es un juego que hay que tomarse a la ligera, o un pacto con una divinidad a cambio de ofrecer algo. La vida no es tomar los dados y avanzar cinco casillas, ni mucho menos necesitas de monedas para continuar donde quedaste en el último punto de guardado.
La vida es una constante caída, y finalmente, todos tenemos que vivirla.
Algunos la aguantan, otros desesperan, al final siempre llegamos al mismo punto, el punto y final.
Por ello, trataré de tomarte la mano cada que pueda, y guiarte en éste sendero de vida tan peligroso e inadecuado, para que nunca te sientas desprotegida, o abandonada.

Y mi vida, vaya; mi vida no es perfecta.
Me caigo constantemente, a veces suelo ser muy romántico, siempre soy muy detallista, soy celoso, soy entre tímido y a veces me dejó llevar por el momento. Soy alguien que puede todo y al mismo tiempo no lo hace por inseguridad de un qué dirán.

Y ella, quizás ella no es la chica perfecta para el mundo, aunque en realidad nadie lo es.
Sin embargo, ella es la indicada. La perfecta, la escogida por la Luna. Ella es mi destino y mi final.
Su forma de ser, de hablar, su forma de caminar y de jugar con su cabello, ¡ese suave y hermoso cabello chocolatado!
Su voz, su mirada, sus labios y ese cuerpo, ¡OH ese maravilloso cuerpo!, podría jurar por el sol y las estrellas que esa mujer es la perfecta, la indicada, la única.

Ella me hace sentir tan especial, tan vivo y tan yo.
Su manera de conquistarme, de seducirme y convencerme, su increíble manera de ser ella misma me vuelve loco y hace que no quiera a nadie más en la vida. O en la siguiente vida, o en la siguiente, o la siguiente, ¡maldita maldición!, en todas las demás vidas.
Su presencia, su existencia, su manera de emocionarme y alocarme.
Sé que no soy la persona más increíble del mundo, no tengo esa habilidad tuya de convencer con tu tierna voz, tampoco tengo las manos calientes o los cachetes sonrojados, ni mucho menos esa mirada con la que me atraviesas día y noche; pero soy yo mismo contigo.
Soy yo y nadie más puede ser yo. Soy yo contigo, conmigo, con nosotros.
Todas mis letras, todas mis risas, todas mis emociones, todos mis celos, todos mis desvelos, todos mis momentos, todos mis recuerdos, todo mi ser es tuyo. Sólo te pido que lo cuides y trates con cariño, pues es frágil y se desmorona constantemente.

Y, no me lo vas a creer, pero dentro de unos años, cuando ya hayas admitido lo hermoso que cantas al anocher, después de ponerte nerviosa o tímida ante mi ser, podré decirte finalmente un secreto.
He escuchado La Vie en Rose mil y un veces, cada vez que iba a dormir, que despertaba, incluso cuando me sentía triste. Definitivamente sentí muchas emociones en cada momento, me sabía la letra de arriba a abajo, incluso sin consonantes.
Pero aquella vez, la primera noche que te escuché cantarla, esa será siempre mi favorita.

Toda tu existencia es completamente perfecta.