Carta de amor distinto

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Era una noche distinta a cualquier otra.
La misma Luna, pero con distinto destello.
Las mismas estrellas, pero con distintas edades.
El mismo sereno, pero con distinta humedad.
La misma mujer, pero bailando una distinta canción.
Sin embargo, una noche distinta a las demás.

Porque ésta noche voy a decir unas distintas palabras, a distintas personas, con distintas luces, y distintas flores, distintas mesas y distintos olores, en una noche distinta a las otras.
Ésta noche van a suceder muchas cosas.
Pero antes que nada, tengo que ser sincero contigo, querida.
Ésta distinta noche, cuando te vi en la entrada, con ese hermoso vestido color azul pastel, ese collar de zafiro, junto con ese hermoso peinado, te ves preciosa.
Vi mi vida reflejada en tus ojos.
Vi mis noches reflejadas en tu cabello.
Vi mis deseos reflejados en tu vestido.
Vi mi futuro reflejado en tu sonrisa.
Te vi a ti, y entonces, lo vi todo.
No puedo describir completamente lo que sentí cuando te vi. Me sentí alegre, en paz, me sentí ahogado y con un zoológico dentro de mí.
Después, me acerqué a ti.
Mientras más me acercaba, una blanca y linda sonrisa se balanceaba en tu rostro, y algo en mí me atravesó.
Tomé tu mano. Esa cálida y suave mano, blanca como la Luna.
¿Qué nos iba a esperar tan distinta noche?
Escuché tu voz. Era como hablar con un ángel de nada más y menos que buenas intenciones.
Luego procedimos a nuestra noche.
Una noche casi como cualquier otra.
Con la diferencia de que ahora estábamos tú y yo. Juntos. Y ni la mano o palabra de un ser divino podía separarnos.
Te soy honesto, éramos dos almas enamorados en un determinado lugar al que nunca habíamos estado antes. Pero estábamos, y eso era lo importante.
Pasamos a la mesa, frente a frente.
Nuestras miradas se cruzaban, eran como dos ejércitos buscando la guerra pero formando la paz. Buscando nuestros ojos entre la gente, entre las luces y las copas.
Éramos dos locos enamorados sin remedio.
Éramos como un veneno en el cuerpo de un colibrí. Muy pocas probabilidades de que una cura terminara con este veneno al que llamamos amor.
Y antes de que comenzara el ruido: Háblame de ti.
Háblame de tu día, de tus sueños.
Háblame de tu sonrisa y por qué tu voz es tan suave.
Háblame de tu cintura y de tu mal secreto.
Háblame de todo, que yo te daré potente atención.

Tomamos las copas, y entre juego y juego terminamos entrelazados. Entrelazados de nuestros brazos y las bebidas en mano. Soltando risas al aire y compartiendo sonrisas al momento.
Te veías tan preciosa. Con tu vestido y tu falta de querer bailar.
Me levanté de la silla. Y ofreciendote mi mano, fuimos a bailar.
Quizás salsa o tap. Podría ser una canción folk o incluso un clásico del jazz.
Terminamos tomados. Tú de mis hombros y yo de tu cintura. Y bailamos.
Bailamos hasta no poder más.
Quizás una vida rosa, o un felices para siempre.
Pero bailamos, y eso era lo importante.

Salimos a no sé dónde y no sé cuándo de la madrugada. Era una noche intensa y distinta.
Te dolían los pies, y a mí me dolía el rostro de tanto sonreír. Así que salimos.
Vimos la noche. Una noche tan distinta.
Tan mágica y llena de ensueño.
Tan nuestra.

Nos quedamos viendo las estrellas, que seguían con distintas edades.
Viendo la Luna, con un destello distinto.
El sereno era más húmedo que antes.
¿Yo?, yo seguía viendo a la misma mujer, con una sonrisa fugaz y una piel envidiable de la Luna.

Caminamos.
Caminamos sin rumbo a un no sé dónde, no sé cuándo y no sé por qué. Pero caminamos.
Estábamos tomados de las manos, y eso era lo que importaba.

Platicábamos de un mañana, mientras olvidabamos poco a poco el ayer.
Olvidando todas esas lágrimas y malos momentos, aunque, contigo, parece que la vida, aún teniendo errores de creación, es completamente perfecta.

Llegamos hasta nuestro hogar.
Después de una larga noche, de tantas risas y tantos atrevidos momentos de quién sabe cuáles besos y abrazos.
Después de una larga noche distinta a los demás.
Llegamos a la habitación.
La cama seguía ordenada, y las velas seguían encendidas.
Descansamos. Apagamos las luces. Vimos por última vez las velas, y de un suspiro, las apagamos.

¿Lo demás?, se me agotó la tinta para ésta increíble carta de un amor distinto.

Cartas a destiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora