Carta de amor sin vida

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Querida: 
No quiero sonar grosero en esta pequeña carta que es muy probable que no la leas. Nunca ha sido mi intención ofender a las personas que más amo, mucho menos a ti; daría la vida por alguien como tú.
Pero aquella vez, cuando te dije lo insensato y grave que es para el corazón poner un altar a una persona, no me quisiste escuchar y mucho menos hacer caso. Lo entiendo, sabes que es comprensible. En actos de amor uno actúa por impulso y no razona. Uno hace tonterías que para otros son fantásticas y para los realistas, son estupideces.
Y sé que amar a una mujer como tú, es lo más grato en la vida y también lo más punzante, te engancha y se clava en mi como un alfiler o como una espada en la piedra. Piensas en ella como un loco, como una necesidad, la deseas a toda costa, la amas mucho más de lo que amaste a ninguna otra persona en el mundo, la sientes más en ti que ningún otro ser que haya habitado en ti, la mencionas más que ninguna otra palabra que haya gritado tu boca, la tomas y no la puedes soltar, se vuelve tu realidad y la cosa más verdadera para ti.
Lo entiendo, yo también he estado en ese desvelo. Pero cuando te dije: No hagas de otro ser tu todo, no desnudes tu mente del todo, no entregues todo lo que eres, y el misterio déjalo sin resolver. Fue con el corazón, fue un aviso de muerte, fue un consejo, fue un salvavidas, y una manera de no verte sucumbir. Sentí como si le hablara a un sordo que aún pudiendo escuchar, prefiere dar la espalda o como un enfermo que teniendo la cura prefiere enfermar de amor.
Así fue: ya no tenían nada que descubrir uno del otro, ya no tenía temas de conversación, ya no tenían fuego, ya no tenían interés uno por el otro, ya no eramos dos niños inocentes que presenciábamos el mismo laberinto, ya no era sólo amor. ¡Qué difíciles son estos tiempos!, era más simple cuando eramos niños; el amor era más fiel a su propio significado, era una palabra que quemaba la lengua y era un principio universal. Hoy: una simple palabra, un amuleto de la suerte, un juego inexplicable, un extraño desconocido, un veneno del alma.
Han cambiado muchas cosas frente a nosotros, la gente ha cambiado a su forma, las ha transformado en lo que quiere, ha erosionado los sentidos del amor y colapsado en la utopía. Y creo que no hay más grande utopía palpable y lejana para nosotros que la mujer. 
No quería verte llorar como lloran los árboles o las estatuas porque nadie las ve ni las escucha desmoronarse. No quería verte caer como un rayo o como un hondo susurro que rompe la paz. Pusiste a una persona por encima de ti y más allá del entendimiento. Fuiste egoísta para contigo misma y te abandonaste por ceguera.
Amaste, sí, pero también dejaste lo que eres y fuiste otra. Olvidaste lo que es el verdadero amor: que el otro vea por ti, que no suelte tu mano, qué enferme contigo, que llore contigo, que ría contigo, que viaje contigo, que seas su final y su principio. 
Pero fuiste tu propia muerte y soportaste el olvido. Desearía estar allá contigo y tomar tu mano, amada mía. Dar ese afecto tan antiguo y descuidado por los hombres. De amigo a amiga, de mano a mano, de alma a alma, de uno a otra. Pero el mundo de hoy se burlaría, nos insultaría, nos separaría, harían un escándalo. Porque no entienden el amor. 
Han tachado todo cañón a su estilo y a su comodidad existencial. El tomar de la mano a una persona no es un principio de insinuación ni tampoco un paso a lo mundano. Pero la vida de ahora no es la misma de ayer. Quiero que recuerdes las razones por las que ese hombre se enamoró de ti, quién eras antes de conocerle y quienes están a tu lado sin que los obligues a estar contigo. Porque todos los que permanecen en tu vida es porque te aman y ven algo en ti que nadie más puede. 
Quizás un día nos encontremos y pueda darte mi mano. Y decirte: Hay un diálogo mudo que nos une y que jamás nos separa; nuestros sueños.
Y es que cada noche te sueño, cada mañana despierto pensando en ti.
Han sido días nublados desde que no estas aquí y supongo que te reviviré en mis letras por el resto de mi vida. Aún recuerdo tus últimas palabras: “Debes terminar esa novela, el mundo debe verla y viajar con tu imaginación. Sé que los harás llorar, sé que los harás reír; cada renglón, un mar sin descubrir, cada gota de tinta, una historia sin terminar, cada letra, una ciudad llena de vida.”

Ojalá supieras la falta que me haces. No sé por qué tuviste que irte, por qué tuviste que partir, sin despedida y sin soltarme de tu corazón. Pero me castigué con mi poesía: “Tal vez vivir se trate de aprender a despedirse de lo que uno tanto ama, se trata de saber soltarse de lo que tanto había tomado, es un dejar ir lo que nos conmovió, es como un niño que dice adiós a su madre, y de alguna manera, siempre vive dentro de nosotros.” 
Quizás eso es lo que me pasa: nostalgia de un ayer que siempre sera presente, una historia incompleta, un sueño sin terminar, un anciano que espera tu regreso, un viajante que te busca en sus recuerdos, un nosotros.
En mi historia, fuiste mi comienzo, fuiste lo que le dio vida a lo que hoy soy. Y yo, yo que nunca supe controlar la ira que cada gota de tinta contenía, yo que siempre desaté todo lo que traía, fui mi propia muerte.
Quiero decirte, que algún día pasarás también por pérdidas que te devastaran. Y no sabrás que hacer, estarán perdidos, derrumbados. 
Aprovecha a las personas que se te presentan día a día, nunca sabes de quién puede necesitar tu ayuda cuando más está triste y en casos extremos, llorando. Tal vez esa persona algún día se volverá alguien muy importante para ti. 
Te extraño, querida mía, y te perdono por todo el daño, y el amor que me otorgaste desde aquél día; porque no eres perfecta, nadie lo es. Y cada día el corazón se te marchita y es algo que quiero que evites.
Y no me refiero a quién crees que estoy hablando, te hablo a ti, y sólo a ti que le dedico mis recuerdos y los momentos más hermosos que he vivido. 
Has aprendido a regar palabras francas y actos inolvidables. Así evito una muerte apresurada. Todos somos unos completos desconocidos. 
Sabes no me caracterizo por ser alguien que te hace creer cosas que no son. Soy una persona que te dice las cosas como son realmente, y provoca un estruendo en donde creías que no existía vida, o soy un relámpago que atraviesa todos los lugares que jamás ha visitado, esos que ni tú misma sabías que existían.
Desde que te conocí, hasta el día de hoy y por continúo mañana, me liberaste. Me hiciste un ser libre, lejano a la libertad que el mundo tiene en mente. Porque la libertad misma que se planeta es la cárcel en la que vivimos.
Liberaste mi mente, la convertiste en un pájaro con alas sanadas y voz meliflua. Me diste alas, pero no me enseñaste a usarlas. 
Me hiciste creador, me hiciste un ser pensante, constante e imaginativo, me hiciste un poeta con poemas que transmiten dolor, me hiciste un vagabundo en un mundo desconsolado, me hiciste un escritor sin tinta. Un escritor nunca llega a escribir lo que realmente desea escribir. Es un intento fallido de transmitir el dibujo que recrea en su mente pero no puede llegar a unir todas las piezas tal como las imaginaba. Uno escribe pero jamás alcanza a escribir todas las cosas que desea decir. Decimos pero no nos bastan las palabras y nos conformamos con lo que inventamos pero no es lo que pensamos, porque en nuestra mente, lo que sentimos, va más allá de lo que escribimos, pero sentimos que no existen palabras exactas para plasmarlo todo... todo lo que contenemos.
Soy una vasija vacía que contiene todo. 
Voy a ser claro contigo; te amo. Y espero me entiendas y razones: y que te des cuenta de lo que estás viviendo día tras día sin darte cuenta, lo que hoy sientes con el corazón, mañana no será lo que hoy ves con tus ojos, mañana desaparecerá lo que hoy nombras con el alma, mañana aborrecerás lo que hoy cuidas con tu ser, mañana te abandonará lo que hoy más añoras.

Cartas a destiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora