Carta de amor excesivo

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Podía sentir sus latidos, sus pasos. Sentía cada grieta de su huella dactilar. Ese laberinto que se formaba en sus rojizos labios.
Sentía su respiración, sus suspiros, sentía su mirada y su silencio.
Definitivamente sentía muchas cosas provenientes de ella. De su forma de ser, actuar y reaccionar.
Sentía las nubes aplastandome, tan sedosas como siempre.
Sentía las gotas de lluvia ahogandome, tan frescas como siempre.
Sentía los rayos del sol atravesandome, tan brillantes como siempre.
La sentía a ella y sus mil facetas. Sentía sus cambios de humor en la voz, en la manera de contestar, de vivir. Podía determinar si estaba feliz, triste, enojada, si estaba celosa o desesperada. Podía sentirla de cada modo.
Sentía sus ardientes manos, y sus abrazos que devolvian la vida. Sentía sus besos que me daban energía al despertar, también sentía su miedo y sus heridas; sus heridas que ya eran mías.
Sentía sus sueños, sus pesadillas.
La sentía a ella, cada palmar de su corazón y cada inmensidad de sus pulmones.

Que alguien me diga cómo amarla con tranquilidad, que alguien me dé la cura o vaya bien el tratamiento a este increíble sentimiento.
Que me enseñe cómo bailar tap, o a tocar el piano. Que alguien me enseñe a escribir sin perderme en las letras "o" de sus ojos. O que tan siquiera me enseñe a bombear sangre sin necesidad del corazón.
Que alguien venga aquí frente a mí, y me enseñe a vestir bien, a correr hasta volar, a hundirme en el cielo y nadar en lava.
Por favor, que alguien venga y me detenga, pues soy capaz de liberar a éste loco enamorado que traigo dentro, de caminar miles de kilómetros durante días, para abrazarle y decirle "te amo". Éste loco que correría sobre el mar y escalaria los cielos para verla feliz, que detendría sequías y calmaría catástrofes para que sonría.
Que haría de lo imposible un simple chiste de niños, y traería de vuelta a Da Vinci para dibujar la curva de su sonreír.
Sólo necesito que alguien venga y detenga éste querer, antes de que le haga daño a esa mujer. Antes de que le dedique noches enteras a su alma, que le susurre al oído lo tanto que la amo, o que le cante sus canciones preferidas mientras la Luna está tapandose los oídos. Antes de que me desvele asegurandome de que dormirá tranquila, sin prisa, que dormirá sin dolor o sufrir. Sin lágrimas en esas lindas y suaves mejillas blancas que tiene.
Antes de que le haga daño haciéndola mía, antes de que sea suyo, antes de que seamos nuestros.
¡Que alguien venga lo más rápido posible que estoy apunto de enamorarme perdidamente de esa encantadora mujer que quebró mi tristeza con un sólo abrazo!

Que alguien venga, antes de las 2:19 de la madrugada, pues voy a prometerle amor eterno.

Cartas a destiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora