Capítulo 24

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7 de agosto, 2017

—¿Vas a seguir ignorándome? —le pregunto a Zack cuando me lo encuentro fuera de la escuela.

—¿Vas a contarme?

No respondo y lo hace sonreír irónicamente para seguir caminando.

Mierda.

—Zack —lo llamo tratando de seguirle el paso, pero es rápido—. No me hagas correr, vamos.

Sigue ignorándome y dejo de caminar de prisa. Bufo y decido dejarlo, al fin y al cabo, supongo que por ahora es lo mejor.

Doy media vuelta y camino al auto.

Pero abriendo la puerta, escucho que me llaman.

—¡Ariel!

Doy media vuelta y veo al hombre de gran edad, con un bastón en la mano, anteojos y sonrisa grande y amorosa.

—¡Abuelo Klein! —digo emocionada yendo a darle un gran abrazo.

—¿Cómo estás?

—Bien, con bastante trabajo ¿Y tú?

—Aburrido, ya jubilado por lo que no tengo nada que hacer.

—¿Ninguna conquista? —digo divertida y ríe suave.

—Sigo siendo el mismo viejo solterón de siempre.

Río con ganas.

—¿Y mi nieto? Pensé que estaría contigo.

—Pues está molesto.

—¿Por qué ese zopenco se enojaría contigo?

—Tiene razones esta vez.

—Lo dudo.

Sonrío y lo guío al auto.

—Hablemos en casa.

—¿Te quedas aquí?

—Unos días, sí.

—Quiero que me pongas a corriente de todo, Ariel, cada cosa.

—Viejo chismoso —digo riendo.

—De eso vivo —responde mientras pongo en marcha el auto.


El abuelo Klein no sabe lo de Ellen, las amenazas, pero siempre supo que no le caía bien. Él nunca entendió como su hijo estuvo con esa mujer.

El padre de Zack murió cuando este tenía 6 años, un accidente automovilístico.

Pero bueno, sacando lo de Ellen, le conté todo sobre todos.

—¿Y puedo saber por qué no quieres decir que estás con él? —me pregunta.

—Eso ya no puedo decírtelo —aún, pienso.

—Pero tienes una buena razón.

—Muy buena —afirmo y asiente.

—¿Y vas a decírsela?

—Sí y se lo dije, pero necesito tiempo nada más.

—Bueno... —dice bebiendo de su jugo de naranja— te esperó por más de tres años.

—Nunca le dije que me espere, al contrario, le dije que me olvide.

—No eres fácil de olvidar, Ariel.

—Él tampoco lo fue —digo desviando la mirada.

—¿Lo sabe?

—Digamos que intento demostrárselo.

Dime que te veré luegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora