Capítulo 40

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Maratón 4/6



Zack:

Me quedo mirando sus ojos verdes que están un poco perdidos, pensando mil cosas en su cabeza por lo que acabo de decir.

Yo me quedo mirándola mientras piensa.

Me volví adicto a ver sus ojos, se me hizo un verdadero vicio verlos. Principalmente cuando me mira o sonríe, hay un brillo en ellos que me tiene cautivado completamente.

—¿Qué hay de mi familia? —comienza, preocupada— ¿Qué pasa si toma medidas peores al enterarse que volvimos?

—Los encerramos en un puto búnker si hace falta, le compramos armas a tus padres y a Javier por las dudas y le ponemos vigilancia las 24 horas.

Sonríe.

—¡Hablo en serio!

—¡Yo también! —lleva su mano a mi cabeza para colocar los mechones que quedaron en mi frente hacia atrás—. Debería cortarlo un poco ¿No?

—No —susurra—, me gusta cómo lo tienes.

—Las puntas al menos.

—Sólo las puntas.

Asiento, esperando una respuesta que no se trate de mi cabello. Suspira y asiente suavemente.

—Está bien, Zack, confío en ti. Tienes razón.

Sonrío y la alegría recorre mi cuerpo, pero aún queda algo pendiente. Algo que le dije y pretendo cumplir.

Me coloco mejor sobre ella, que sonríe de lado y me hace lugar. Sólo que no hace nada, espera a que yo la bese.

Pero no voy a hacerlo.

—¿Por qué me miras y no haces nada?

—Porque no sé si recuerdas —deslizo mi mano por el costado de su cuerpo, acariciando su silueta por encima de la ropa—, que te dije que no iba a hacer nada —me inclino y rozo mis labios con los de ella, sin besarla, se adelanta, pero me alejo—, no hasta que me lo pidas.

Me mira y sonríe, sé que no me la va a hacer fácil, pero yo quiero oírla, así que tampoco se la voy a dejar fácil.

Adentro mi mano por su camiseta, rozando mis dedos con su piel, pero sin tocarla directamente. No despega sus ojos de los míos y noto como su respiración se va acelerando.

Ella no mueve sus manos de mis hombros, pero yo llevo mis manos al inicio de su pecho, rozando su curvatura, tentando, pero sin darle nada. Abre los labios, pero no salen palabras. Noto sus pezones duros por sobre la camiseta y sonrío al saber que lo estoy logrando.

Vuelvo a inclinarme sobre ella, rozando mis labios por los suyos sin besarla, desplazándolos por su mandíbula y cuello, haciéndola suspirar. Subo un poco mi mano, rozando su pezón y arquea su espalda buscando el toque, pero la quito y gruñe.

La miro y tiene los ojos cerrados, cuando los abre me mira con los ojos unos tonos más oscuros.

—¿No vas a decir nada? —mi voz sale baja y ronca ya que claramente esto también me afecta, tengo un jodido dolor en la entrepierna, pero quiero que lo diga.

—¿Qué quieres que diga? —pregunta suave y bajo, mirando mis labios de una manera que me dan ganas de mandar todo a la mierda y besarla.

Pero resisto.

Mi mano se mueve hacia abajo, acariciando su cintura, sus caderas. Por encima de su short acaricio su pierna, su pelvis se mueve hacia arriba, buscando fricción, pero me alejo y no se la doy. Me mira frunciendo el ceño y le sonrío.

Dime que te veré luegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora