CAPÍTULO 3
AYDA
Me siento en el asiento del conductor de mi coche, totalmente furiosa y asqueada. Sé que no iba a ser llegar y que todos me recibieran con los brazos abiertos, sobre todo Frank, pero de Alex no me lo esperaba. No me lo esperaba para nada. Lo conocí en una fiesta en nuestro segundo año de universidad y desde ese momento empezamos a ser muy buenos amigos puesto que coincidíamos en clases. Pero claro, ahora está de parte de su mejor amigo. Ruedo los ojos y regulo el asiento y los retrovisores con rabia. Me pongo el cinturón y empiezo a conducir.
El tráfico es asqueroso esta mañana y tengo que apretar mis puños para controlarme y no gritarle a los inútiles que tengo delante. El semáforo se pone en verde y voy a empezar a conducir pero eso entonces cuando una vieja chocha se pone a cruzar.
—¡Señora, no ve que está en rojo! —le grito sacando la cabeza por la ventana.
—¡Casi me atropellas, descuidada!
Aprieto mis puños en el volante y suelto mi cinturón para bajarme del coche, con la mirada atenta de absolutamente todos los que pasan por la calle.
—Le voy a explicar las normas básicas de circulación, porque parece que usted no se ha enterado aún. —digo acercándome y me mira como si estuviera loca. —Cuando está en rojo—señalo el semáforo de peatones—usted se tiene que quedar en la acera, quietecita, porque eso quiere decir que mi puto semáforo está en verde. —pone una cara de sorpresa cuando enuncio la vulgaridad— Así que deje de joder a los conductores y apréndase los malditos colores de una puta vez.
Se lleva la mano al pecho y entreabre los labios para hablar, pero yo me doy la vuelta caminando hacia mi coche, me subo y cierro de un portazo, atándome el cinturón.
—¡No hay respeto hacia los mayores! —chilla señalándome con su bastón.
Miro a mi semáforo y veo que está en rojo de nuevo, pero la señora no se digna a moverse.
—¡Vamos a ver! ¿¡Se quiere mover ya!? ¡Tiene el puto semáforo en verde! ¡Muévase y salga de mi vista!
Me mira con asco pero empieza a caminar y yo dejo caer mi cabeza en el asiento, observando el semáforo rojo. Sé que he sido demasiado brusca pero no estoy teniendo un buen día y la mujer tampoco se ha esmerado por ser simpática y pedirme perdón, así que no pienso ser menos.
Vuelvo a enmendar mi marcha cuando el semáforo se pone en verde, de nuevo, y aparco en un parking subterráneo. Salgo del coche y subo por las escaleras hasta llegar a la superficie, donde muchos transeúntes caminan ajenos a todo. Me fijo en las personas que van en grupo y en lo felices que se ven, riendo y hablando con sus amigos.
Sacudo mi cabeza y dejo de pensar en amigos y todas esas mierdas. No merece la pena. Siempre he sido una chica autosuficiente y no me ha hecho falta nadie para pasármelo bien. Y aunque eso me convierta en una antisocial, estoy contenta con mi aislamiento del mundo, puedo centrarme en mí misma y conocerme mejor.
Suspiro y empujo la puerta recibiendo inmediatamente el olor a vainilla y a libros. Sonrío y miro a mi ancianito favorito subido a una escalera poniendo algún libro en la estantería. Me adentro al local que por desgracia está vacío, con mis manos en el bolsillo de la sudadera, admirando todos los libros que hay. Paso las yemas de los dedos por el lomo de algunos y miro al hombre que ha empezado a examinarme.
Abre los ojos en sorpresa soltando una exclamación, gracias a su repentina emoción, y baja de las escaleras con cuidado mientras yo me relajo y regalo una sonora carcajada.
—¡Ay, por todos los dioses! —se acerca y pone sus manos en mis hombros. —¡Qué alegría tenerte por aquí de nuevo!
Veo cómo sus ojos se nublan un poco por las lágrimas de la emoción y eso me hace emocionarme a mí también. Lo abrazo sin dudarlo y me seco alguna lágrima traicionera que sale. No sé cuánto tiempo estamos abrazados, sólo sé que cuando nos separamos necesito volver a estar entre sus brazos. Necesito ese cariño de abuelo que nunca tuve y que, cuando lo conocí, este hombre supo brindarme.

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V I R A H A
Teen FictionUna relación estable, una enfermedad y un viaje. Así describiría yo lo que fue mi vida. Dejé todo, mi chico, mi casa, absolutamente todo por mí mejor amiga sin dudarlo. Así que, cuando volví con el rabo entre las patas, el que ahora era mi exnovio...