CAPÍTULO 40

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CAPÍTULO 40

FRANK




Era viernes. Por fin era viernes. Estaba muy contento porque era la primera vez que la multitud iba a ver mis obras. Era la primera vez que mucha gente la vería como yo lo hacía.

Seguí chequeando los planos que me extendía Alex y noté que no dejaba de mirarme con un toque de preocupación. Todo esto me extrañó, porque desde el martes que llegó a casa después de haber salido con Connor lo había notado raro conmigo. Como si estuviera ocultándome algo.

—Me puedes decir qué coño te pasa.—inquirí apartando todos los papeles para mirarlo y centrar toda mi atención en él.

Se pasó una mano por el pelo y suspiró, como si supiera que no me iba a gustar lo que tenía para decirme.

—La vi.

Fruncí el ceño ante sus dos palabras, confundido.

—¿Qué?—pregunté con duda en mi voz.

—Que la vi.—frotó sus manos por su cara y volvió a mirarme.—Vi a Ayda, el martes, con Connor. Y Dante también la vio, el lunes.

Había algo en mí que gritaba esperanza para que estuviera bien, pero el otro algo me odiaba a mí y a ella por hacerme lo que había hecho. No sabía qué contestar, no sabía cómo reaccionar a que mis amigos fueran unos traidores.

—¿Ella os llamó?—terminé cuestionando, con curiosidad.

Tal vez ahora se había arrepentido de todo y quería solucionarlo con ellos a toda costa, tal vez quería acercarse más a mí a través de ellos.

Alex negó con la cabeza, respondiéndome a su vez con palabras.

—Fue pura casualidad.—suspiró.—Dante la vio en la clínica veterinaria en la que trabaja y Connor y yo...Bueno, lo nuestro sí fue más premeditado.—alcé una ceja esperando a que se explicara.—Madison estaba hablando con Connor de que había convencido a Ayda para salir a cenar a Lolita's, así que insistí porque quería verla.

Definitivamente mis amigos eran unos traidores. Pero no los culparía de nada, eran amigos de ambos y esto no era un divorcio con hijos para que tuvieran que elegir a mamá o a papá. Podíamos compartirlos, aunque eso me molestara de sobremanera.

—Está más contenta, se la empieza a ver bien. Tal vez sí que haya adelgazado más, pero sus ojos están recuperando el brillo.

Y otra vez sacaban el tema del peso. ¿Esta niña no sabía que para vivir había que comer? Me molestaba el hecho de que estuviera maltratando su cuerpo a ejercicio y no llevase una alimentación adecuada. No dije nada, porque yo no era nadie para estar dándole consejos a nadie, y menos a ella que ya de mí no merecía nada. Ni mi preocupación, ni mi tiempo pensándola.

—Está bien, podéis hacer lo que queráis.—dije indiferente, volviendo la vista a mis papeles.

Sabía que mi actitud le molestaba, porque siempre que hablábamos de la morena terminábamos discutiendo ante mi poco interés en la conversación, aunque fuese mentira. Yo ya no quería tener nada que ver con ella, aunque muriese por hacerlo.

V I R A H ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora