CAPÍTULO 48

2.2K 66 0
                                        




CAPÍTULO 48

FRANK



Me estiré en la cama, escuchando las risas que seguramente provenían del salón. Me levanté y, después de pasar por el baño para hacer mis necesidades más básicas, salí para encontrar a la loca que tenía como novia jugando con Ratón, que no paraba de darle lametazos.

La observé por un momento, su pelo ya estaba más largo, casi a la altura de sus pechos, y había cogido algo más de peso, el justo para no estar rozando lo insano. Había dejado de usar las pastillas para dormir y ahora su piel adquiría un brillo especial, uno que te indicaba que no estaba enferma.

Habían pasado ya dos meses desde que decidimos hacer borrón y cuenta nueva al tiempo que nos dimos, y como regalo para ambos había comprado un piso en uno de los barrios más lujosos de Richmond. Al final, si tenía dinero quería usarlo para ambos.

Al final, la polémica del vídeo terminó por olvidarse y nosotros intentamos hacerlo también, a la vista de que no íbamos a encontrar al culpable. Había veces que los periodistas cuando nos veían juntos lo volvían sacar, sobre todo para hacer sentir mal a Ayda por haberse dejado hacer algo así. Eran tonterías a las que mi chica no hacía ningún caso.

—¿Te he despertado?—preguntó sentada en el suelo, entre el sofá y la pequeña mesa, con Ratón entre sus piernas.

Negué con una sonrisa naciendo de mis labios, ante la ternura que me daba verla así, despeinada y sólo con una de mis camisetas puesta. Me acerqué a ella y me agaché para darle un beso en los labios.

—Buenos días—susurré contra sus labios, robándole una sonrisa divertida.

—Buenos días.—me miró apartarme y noté cómo pasaba la vista al reloj.—Voy a llegar tarde al trabajo, y tú también.

Se levantó y puso los brazos en jarras, creyendo que con su 1,62 podía intimidarme a mí, que le sacaba casi treinta centímetros. Solté el suspiro de una risa y la abracé por el cuello, aplastando su cara contra mi pecho, haciendo que empezase a gritar pidiendo aire.

—Lo bueno de ser el jefe es que nadie te puede decir nada por llegar tarde.—le murmuré al oído, agachándome un poco.—Deberías aprender.—añadí, abriendo mis brazos para que pudiera apartarse.

Rodó los ojos, caminando hacia la habitación, dándome unas muy buenas vistas de su culo. Dejé caer la cabeza hacia atrás. No sabía por qué había estado tanto tiempo buscando algo que sólo me podía dar ella, y lo peor es que lo sabía, pero me negaba a aceptarlo.

Y creo que esa era la esencia del ser humano, por dura y patética que pareciese, el buscar algo que ya tenías, el querer algo más cuando ya lo tienes todo en tus manos.

Me agaché para acariciar a Ratón, que no paraba de corretear alrededor de mis pies. Ahora mismo parecíamos una pequeña familia. A pesar de que sabía perfectamente que Ayda no podía tener hijos de forma natural, no me importaba, porque iba a hacer todo lo que estuviese en mi mano para que ella cumpliera ese sueño de ser madre.

Era consciente de que a ella eso le preocupaba, porque yo en el fondo también quería tener a pequeños niños correteando por todos lados, pero me importaba más que ella estuviera bien y no se preocupase por nada. Todo se haría a su debido tiempo, no debíamos apresurarnos en nada, ahora que estábamos bien debíamos disfrutar de nosotros.

La vi entonces correr a toda prisa por el pasillo y agacharse para dejar un beso rápido en mis labios, haciendo que terminásemos los dos tirados en suelo. Soltó una risa que hizo que su nariz se arrugase y que las mejillas se tornaran a un tono rojizo suave, aparentemente avergonzada. A toda prisa, se incorporó y me señaló.

V I R A H ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora