CAPÍTULO 28

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CAPÍTULO 28

FRANK



A la mañana siguiente me despierto y la encuentro acostada de lado, con los ojos cerrados y la boca abierta, con un hilo de baba cayendo hasta la almohada. Extiendo mi mano y acaricio el contorno de cara, de su nariz, y de sus labios.

Ahora mismo soy el hombre más afortunado del mundo al tenerla aquí a mi lado. Se revuelve un poco y sus ojos empiezan a abrirse lentamente. Se queja y se despereza, mirándome al fin. Se pasa la mano por la barbilla para quitarse la saliva y se acerca a mí, besando mi mejilla.

—Yo quiero un beso en otro lado.—murmuro poniendo morritos.

—Sabes que no me gusta recién levantados. Tengo un aliento de mierda.—contesta girándose para que no pueda percibir lo que ella dice.

Se levanta y va desnuda al baño, donde escucho el agua del lavabo correr y me acerco a ella también, viendo cómo se está lavando los dientes con un cepillo que regalan en este hotel y la pasta de dientes del mismo. Me pongo detrás de ella, rodeándole la cintura y poniendo mis manos en su estómago y mi barbilla en su hombro, mirándola por el espejo. Escupe, pegándose mucho más a mí al echar su cuerpo hacia delante y cierro los ojos. Joder.

La noto girarse y me mira con una sonrisa, rodeando sus brazos en mi cuello.

—¿Ya estás cachondo, mi amor?— su voz recién levantada y que me haya llamado así hacen que más sangre se vaya a mi entrepierna.

—Eres una puta diosa.

Susurro antes de besar sus labios con ferocidad y subirla al mármol del lavabo, metiéndome entre sus piernas y bajando mi mano para tocarla, ahí donde ella y yo deseamos.

Se separa para mirarme a los ojos y gemir ante mis caricias duras y rápidas, como a ella le gusta. Sus mejillas se sonrosan y su respiración se vuelve un descontrol conforme aumento la velocidad. Siendo el toque por fuera y ya la tengo así no quiero imaginarme cómo de loca se volverá si me adentro entre sus profundidades.

Cuando sus piernas empiezan a temblar, me acompaño introduciendo dos dedos dentro de ella, y llegando tan hondo como puedo, haciendo que sus paredes se aprieten entre ellos y Ayda eche su cuerpo hacia delante, apoyando su cabeza en mi hombro.

Beso su cuello con suavidad, dejándole espacio para el descanso. La escucho soltar una risa suave y la miro a los ojos, besando su mejilla antes.

No hace falta que hablemos, sé lo que me quiere trasmitir con su mirada y es felicidad. Yo también estoy contento de estar aquí con ella. De poder tocarla y besarla al fin.

Vuelve a besar mis labios y nos guía hacia la cama, donde ella se recuesta encima de mí, con ambas piernas a los lados de mis caderas, moviendo las suyas en círculos, hacia delante y hacia atrás. Empieza a bajar sus besos por mi cuello, pasando a mi pecho...Y sé dónde quiere ir a parar cuando sigue bajando.

El teléfono suena y la miro, a la espera de que pare. Ella me hace una seña con los ojos para que coja el móvil y suspiro, haciéndole caso.

—¿Si?

Cierro los ojos y me obligo a no emitir ningún sonido cuando Ayda se lleva a la boca mi masculinidad. Escucho al otro lado del teléfono quejas y suspiro, abriendo los ojos y tratando de focalizarme en la voz del otro lado.

—Espera, espera...—hago una pausa cuando los movimientos de la morena se vuelven más rápidos y pongo una mano en su cabeza para que ralentice el ritmo.—Dilo todo otra vez.

V I R A H ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora