CAPÍTULO 38

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CAPÍTULO 38

AYDA




Mis piernas empezaron a temblar por el peso que estaba intentando subir. Estaba tan concentrada en subir y bajar las piernas ya temblorosas que no me di cuenta de que mi nueva amiga se había colocado detrás de la máquina, hasta que terminé con mi serie y ella me ofreció una pequeña toalla para que me limpiara el sudor de la frente, mientras yo jadeaba ante el esfuerzo realizado.

Cogí la botella de agua y bebí unos buenos tragos, mirándola esperando a que me dijese algo ante su examinación.

—No voy a dejar que vuelvas a pisar el gimnasio como no comas más.—dijo después.

Me incorporé, poniéndome frente a ella sintiendo mis piernas débiles.

—Estoy bien Madison, todos estáis exagerando.

Me alejé para ir a los vestuarios y sentí sus pasos detrás de mí. En este tiempo Madison, la exmujer de Frank, y yo nos habíamos encontrado en el gimnasio y decidimos hacernos amigas. Pero no esperaba que estuviera todos los días diciéndome mierdas sobre mi peso. Estaba bien, realmente me encontraba bien y a gusto.

Empecé a preparar cosas para ir a la ducha, con ella sentándose en el banco para mirarme.

—¿Lo has hablado con tu psicólogo?

Cuando la miré su ceño estaba fruncido y en sus ojos vi un brillo de preocupación. Negué levemente con la cabeza y rodé los ojos, en un intento de que no se preocupara.

—No tengo nada que hablar con él sobre esto, porque estáis exagerando. Sigo estando en mi peso ideal.

Fue su turno de rodar los ojos y suspiró.

—Un kilo, sólo te pido engordar un kilo, por favor. Simplemente para no estar rozando el límite de lo insano.—su voz era de verdadera preocupación, así que no pude evitar dejar caer los hombros y darle la razón.—Bien, entonces ahora a la ducha, después nos vamos a cenar.

Me desvestí y entré con ella a las duchas. En este tiempo se había convertido en una gran amiga, nos veíamos todos los días en el gimnasio y a veces salíamos a cenar o a dar una vuelta. Era agradable haber conseguido limar las asperezas que tuvimos en el pasado por un hombre.

—¿Qué hiciste ayer?—preguntó dejando que el agua le cayera por todo el cuerpo.

Era preciosa. Sus curvas eran perfectas y la forma de absolutamente todo estaba en su sitio. Según me había contado antes era demasiado insegura con su cuerpo, ya que lo veía demasiado voluminoso, e incluso había pensado en quitarse pecho.

—Estuve ayudando a Arthur en la librería.—vi cómo el regaño surcaba sus ojos.—Augustus me pidió la casa, quería llevarse a su novia.

Ella rió y empezó a enjabonarse, acercándose a mí.

—Deberías ponerle límites, no puede estar echándote de tu propia casa.

Me encogí de hombros, eso era lo menos importante.

—No me preocupa.—me giré para coger el champú.—Quiero que tenga confianza conmigo para pedirme esas cosas, me preocuparía si lo hiciera de forma no segura en la calle o en cualquier otro sitio. Mi madre y Daniel no le dejan llevarla a su casa.

Ella asintió, entendiéndome. Ella también había sido adolescente y sus padres fueron muy estrictos con ella. Prácticamente no la dejaban hacer nada, hasta que llegó a la universidad y consiguió librarse un poco de ellos al estar en una residencia de estudiantes.

V I R A H ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora