CAPÍTULO 37

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CAPÍTULO 37

FRANK




Todo iba bien. A pesar de que las revistas hablaran sobre mi "relación" con Diana Clark, que era mi relaciones públicas. Sin embargo era como que algo fallaba en mi vida ahora idílica. Durante este año había triunfado en mi trabajo, había conseguido ser uno de los mejores arquitectos de la ciudad, pero seguía sintiendo ese vacío que dejó en mí esa morena loca.

Hoy era un día bastante importante para la familia, ya que había que honrar a esos que ya no estaban entre nosotros. Por lo que me arreglé para la comida que habría preparado mamá en casa. De todas formas, tampoco podía evitar pensar en cómo estaría esa chica hoy, era su cumpleaños y aun así no lo sentía como un día especial. Para ella era un día triste, en el que recordaba más a sus seres queridos no presentes.

Dejé de pensar en ella, ya que no iba a volver. Y aunque volviera yo ahora estaba en otro camino, estaba pensando en mí y ella debía aceptarlo.

Conduje hasta llegar a la casa de mis padres, donde mis hermanos me abrazaron con ganas.

—¿Qué pasa renacuajos?

Empecé a revolverles el pelo y a hacerles cosquillas, haciendo que rieran, hasta que mi madre nos regañó y ellos tuvieron que entrar corriendo. Me acerqué con tranquilidad y besé su mejilla al llegar.

—Hola mamá.

Me escudriñó con la mirada y me hizo una seña para que entrase. Desde que lo había dejado con "la innombrable", mi madre había estado bastante disgustada conmigo, a pesar de las veces que le dije que no había sido idea mía. Mamá alegaba que era normal que se sintiera agobiada y que no estaba pasando por un buen momento, pero que si la quería debía estar a su lado de la manera que fuera, como ella hizo conmigo mientras yo estaba con Madison. Yo no lo veía así. Había decidido separarse de mí y lo justo para mí era separarme de ella también.

Entré saludando a toda mi familia y me senté al lado de mi padre, que también estaba algo decepcionado de mí. Empecé a fijarme en la mesa y fruncí el ceño, faltaba gente.

—¿Y Eda?

Mi madre me miró cuando fue a dejar un cazo con el cocido en el centro de la mesa y, después de apoyar su cadera en la silla y poner su brazo en jarra, contestó:

—Celebrando el cumpleaños de Ayda.

Bufé cuando pronunció su nombre, ella sabía que me seguía doliendo y aún así seguía restregándomelo en la cara.

—Podrías decirle a tu prima que se la traiga, Ayda debe estar pasándolo mal hoy.—añadió en forma de regaño.

—No voy a hacer tal cosa.—negué con gesto de cabeza incluido.—No me interesa cómo pueda estar ella, ni tampoco me interesa verla de nuevo. Así que deja de repetirme que intente contactar con ella, porque no lo voy a hacer. Esa chica ya decidió que no quería estar conmigo y ahora soy yo quien no quiere estar con ella.

Mi madre dio un golpe en la mesa acercándose y señalándome con el dedo índice.

—¡Eres un insensato! ¡Sabes por qué "esa chica"—se burló de mí repitiendo lo mismo— te dejó! ¡Tú mismo dijiste que sólo te había pedido un tiempo para que se sintiera bien!

V I R A H ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora