Día 195 desde el comienzo del virus.
No hay un solo momento en el cual cierre los ojos y no vea a mi familia morir a manos de los infectados, esa pesadilla me persigue desde esa noche en la que los perdí mientras yo miraba sin poder hacer nada y así fue como logre sobrevivir. Huyendo.
Recuerdo que cuando el virus empezó a esparcirse, mi padre nos llevó a una base militar que quedaba a unos pocos kilómetros de nuestra ciudad ya que al ser un científico era muy importante que estuviese vivo para investigar junto a otros científicos el por qué los muertos regresaban a la vida y todo sobre él porque las personas se convertían en unos de ellos cuando eran mordidos. Así fue como estuvimos a salvo durante 3 meses, en los cuales mi padre y otros científicos no pararon de investigar e intentar hacer una cura, trabajaban día y noche, tanto que apenas podía ver a mi padre por unos pocos minutos. Todo iba bien en la base militar, comparado con lo que estaba pasando en el resto del mundo, estábamos a salvo de los infectados hasta que un día llego un camión con dos cadáveres de unos infectados. Los llevaron para comenzar a experimentar con ellos y ver si podían fabricar una cura y después de unos días, con todo lo que habían investigado, lograron dar con esa cura aunque no lograron ver el fruto de su exhausto trabajo ya que unos soldados regresaron a la base infectados y tan solo en unas horas, todo el lugar era un infierno, el virus se propago más rápido de lo que imaginaron y no pudieron hacer nada para detenerlo.
Mientras mi padre intentaba sacarnos de ese lugar lo antes posible, fui mordida en la parte superior del brazo por un infectado que nos atacó por sorpresa, mi padre logro matarlo y al no saber qué hacer conmigo decidió tener esperanza en que la cura que habían logrado crear fuera verdaderamente una cura. Los cuatro fuimos al centro de investigaciones que en donde tenían la única dosis que habían hecho y me la inyecto. Pasaron varios minutos y aun no me transformaba, la cura había eliminado el virus. Mi padre no lo podía creer, no podía creer en que habían logrado una cura que salvaría a la humanidad pero su felicidad no duro mucho tiempo porque unos infectados lograron entrar al centro de investigaciones sin que nos diésemos cuenta. Mi madre y mi hermano fueron los primeros en ser atacados, mi padre fue inmediatamente a intentar salvarlos pero antes de siquiera hacer algo un infectado también lo ataco, mientras que estaba siendo mordido logro girarse y decirme que agarre el pen-drive que había arriba de la mesa y que corriera sin mirar atrás, yo que en ese momento estaba sin poder mover un dedo, mirando fijamente como se estaban comiendo a mi familia, los gritos de dolor de mi madre y hermano aún resuenan en mi cabeza. Mi padre no dejo ni por un segundo de decirme que agarre el pen-drive y que corra sin mirar atrás y cuando tuve el valor de hacerlo, agarre el pen-drive y corrí sin detenerme, corrí y corrí por horas hasta que cuando mis piernas no podían seguir más me di cuenta que estaba en medio de la nada mientras escuchaba unas voces que no sabía de dónde venían hasta que todo comenzó a nublarse y desperté de golpe.
– Hasta que por fin despiertas.
Apenas desperté pude ver a un hombre y una mujer parados al lado de mi cama.
– Tranquila, ya estas a salvo.
– ¿Qué es esto? ¿Dónde estoy?
– Primero intenta tranquilizarte y después te explicaremos todo.
Respire profundamente y sentí un dolor en mis costillas que casi pego un grito.
– No vas a poder moverte de forma normal por un tiempo.
– ¿Quiénes son ustedes?
– Las personas que salvaste.
– ¿Qué?
– Mi nombre es Robert y ella es Samanta.
– ¿No recuerdas nada?
– Solo recuerdo que estaba en ese edificio y logre llegar a la puerta de la azotea pero después no recuerdo nada más.
– Lograste salvarnos.
Al final lo había conseguido.
– Cuando abrimos la puerta te desmayaste por las heridas que tenía así que te trajimos a nuestro refugio y Samanta que es doctora te atendió porque tenías dos costillas fisuradas y el hombro derecho dislocado.
– ¿Cuantos días estuve dormida?
– Tres días seguidos.
– ¿Y este lugar... es?
– Estamos en una estación de tren. Encontramos este lugar junto a mis soldados y decidimos hacer un refugio.
– ¿"Tus soldados"?
– Así es. Somos militares.
Casi se me salen las lágrimas de felicidad, después de tanto tiempo buscándolos por fin los había encontrado, en ese momento se me vino a la cabeza Maty, pensé en que también hubiese estado feliz.
– Espera... ¿Qué hacían atrapados en ese edificio si son militares?
– Fuimos a ver si conseguíamos suministros pero cuando nos dimos cuenta, una horda de infectados habían logrado entrar también y nuestra única salida era la azotea pero cuando llegamos a ella nos dimos cuenta que la escalera de emergencia estaba destrozada por lo que nos vimos obligados a permanecer ahí arriba.
– ¿Por qué no se comunicaron con otros militares?
– Porque todos estábamos ahí arriba...
– ¿Todos?
– Sí, solo somos 11 contándonos a nosotros dos.
– Pero deben estar en contacto con la base que está a unos kilómetros de aquí, ¿no?
– Siento decepcionarte pero hemos perdido contacto con todas las bases militares.
La felicidad que había sentido se fue como si nada.
– ...
– Aunque aquí estas a salvo... Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
– Alice.
– Bueno, Alice. Sera mejor que sigas descansando así te recuperas más rápido y puedes estar tranquila que este es un lugar seguro.
Y así fueron pasando los días. Al tercer día ya pude caminar normalmente aunque aún sentía un poco de dolor. Todo parecía estar tranquilo hasta que al quinto día apareció una chica desde las vías del tren pidiendo ayuda, diciendo que su amigo estaba en peligro. Lo primero que vi fue que traía con ella una katana igual a la de Maty. Intente no tener esperanza de que fuera la de Maty porque no quería enfrentarme a una decepción si no era él. Robert decidió ayudarla y fuimos siguiéndola hasta que llegamos a un tren que estaba repleto de infectados infectados aunque no fueron un problema para Robert y sus hombres. Mi corazón latía a mil, no sabía quién iba a estar ahí dentro y no quería hacerme ilusiones falsas. Cuando Robert y yo entramos al tren para ver si la persona aún se encontraba con vida, el camino hacia la cabina del tren se me hizo eterno pero cuando abrimos la puerta no podía creer lo que mis ojos estaban viendo. Era él.
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LA VIDA EN UN APOCALIPSIS
Ciencia FicciónHubo un tiempo en el cual pensaba que vivir un apocalipsis seria genial. Creía que mi vida se pondría un poco mas interesante ademas de todos los deseos que un adolescente de 17 años puede tener: no tendría que ir mas al colegio, viviría libre, sin...