Capítulo 7

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—¡Oh Santa Pachamama!, ¡Que calor infernal!

  Isabella soltó una risa mirando con diversión la forma en la que su mejor amiga se ventilaba el rostro sudado con ambas manos.

—No exageres.

  Tamara volteó a verla con una expresión de horror para luego quitarse la camisa de la escuela y quedarse en top deportivo en medio de la calle. Su pecho también estaba algo sudado, pero no era algo que le sorprendiera a Isabella, ya que sabía desde antemano los problemas que tenía Tamara con la temperatura de su cuerpo.
  Podían hacer veinte grados y su mejor amiga ya parecía helado derritiéndose, incluso hasta en el invierno donde todos estaban tiritando de frío ella exigía que abrieran una ventana o juraba que se desmayaría.

—Cuando llegue a tu casa me daré un baño, seguro huelo horrible. —murmuró la pelirroja levantando los brazos para poder olerse las axilas, haciendo una mueca de asco casi al instante.

—Por suerte no tienes que saludar a nadie en casa —dijo Isabella. —. Mis papás llegarán tarde, después del trabajo irán a casa de mis tíos.

—Por suerte, no quería matarlos aún, te deben la herencia.

—¡Tamara pero qué! —la morocha soltó una carcajada.

—¿De qué te ríes, perra?, las operaciones no son gratis.

  Entre risas y uno que otro chiste negro por parte de la pelirroja, entraron a su hogar. Dejaron las mochilas en el sofá de siempre y se dispusieron en ir en busca de comida. Calentaron la pizza que hizo el padre de Isabella la noche anterior y se la comieron en menos de lo que cantaba un gallo.

—Voy a limpiarme la raja, ya vuelvo.

  Tamara salió de la cocina tarareando alguna canción desconocida, dejando a Isabella limpiando los platos con tranquilidad, tranquilidad que se vio interrumpida en cuanto recordó que su habitación ya no era un lugar seguro para poder cambiarse de ropa.
  Sin tener cuidado de que el plato que estaba limpiando se rompiera, cerró el agua y lo dejó caer junto a los demás para así poder girarse y correr detrás de su mejor amiga, pero el grito que se escuchó desde el segundo piso provocó que no llegara a dar ni un solo paso.

—¡Isabella!

  Como pudo y con un cuchillo en mano subió las escaleras a más no poder, temiendo lo peor.

  Si Taehyung no estaba en su formato peluche, entonces era la perdición no solo para él, sino que también para ella. Si Tamara se enteraba del asiático, sería un gran problema, más cuando la nombrada metía las narices hasta en el inodoro.

  Cuando llegó a su habitación apuntó el cuchillo al mismísimo aire, esperando que algo, o específicamente alguien, se encontrara parado frente a su mejor amiga, pero al contrario de eso, lo único con lo que se encontró fue una bola de pelos sobre su alfombra.

—¡Nunca me dijiste que tenías un gato nuevo!

—¿Un qué?

  El animal de ojos saltones y un color grisáceo fue tomado entre las manos de Tamy con cuidado. Su cuerpo tan pequeño como su mano no dejaba de temblar por el miedo que tenía de ambas desconocidas. Los pelos de su columna vertebral y cola aún seguían apuntando hacia arriba, seguramente aterrado por el grito que había dado la pelirroja.

—Es tan bonito, ¿Cómo se llama?

  El ceño de Isabella estaba fruncido a más no poder mientras aún mantenía la mirada sobre el gatito bebé. Era muy bonito y frágil, pero que ella recordara, había dejado toda la casa completamente cerrada, incluyendo ventanas. Fue entonces que cayó en cuenta y por inercia comenzó a buscar algo en específico por toda la habitación hasta encontrarlo. Sobre la cama, a los pies de ésta, yacía TaeTae mirando en dirección de ambas adolescentes, pero si mal no recordaba, esa mañana en específico lo había dejado sobre el escritorio.

𝒯𝑒𝒹𝒹𝓎 𝒷𝑒𝒶𝓇  | 𝐊. 𝐓𝐇 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora