Capítulo 23

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El clima estaba frío pero no corría una pizca de aire. Sentía la piel de gallina a medida que se abraza más fuerte a misma y daba pasos sin pensar.

  Había neblina por doquier y lo único que sus oídos lograban escuchar eran sus zapatillas pisando el pasto húmedo. Logró captar un leve aroma a bosque, como si acabase de llover y las ramas de los pinos desprendieran su olor con más intensidad.

  De pronto, frente a ella comenzó a verse un objeto en el aire, un vestido blanco. Ningún alambre o colgante lo sujetaba, éste flotaba intacto ante sus ojos. Era precioso ante la vista de cualquier mujer que haya vivido en la época en la que se usaban ese tipo de prendas. Aún así, fuera de pensar que era hermoso, la mancha que se veía desde su escote hasta su vientre hizo que su expresión cambiara de golpe, comprendiendo que eso no era parte de la indumentaria. No quería pensar en lo peor, no quería tampoco averiguarlo, pero sus instintos le gritaban que justo lo que estaba pensando era la respuesta correcta.

  Sangre.

  De pronto sintió un golpe en el pecho, tuvo que llevarse la mano para intentar evitar que el dolor fuera tan intenso. No un dolor de sufrimiento, sino uno de lástima, tristeza.

  Retrocedió un par de pasos sintiendo los ojos llenarse de lágrimas, viendo aún el vestido encima de ella.

  La punzada se intensificó más hasta que cayó de rodillas sin preocuparse en se ensuciaban de barro.

  Quería pararlo, que dejara de doler de esa forma tan desconocida. Pronto y sin percatarse de ello, las lágrimas estaban manchando sus mejillas y la vista se le puso borrosa en cuanto miró al cielo nublado, ahora dejando caer algunas gotas de agua sobre ella. La garganta casi se le desgarró por el grito que soltó: doloroso y rencoroso. Sentía rencor, demasiado. Venganza.

—¡ISABELLA!

  Esta vez el grito no había sido de ella. A sus espaldas comenzó a escucharse un llanto desesperado, suponiendo por su tono que era de un hombre que no lograba ver entre tanta neblina.

—¡NO!

  Se levantó de golpe, dando una fuerte bocanada de aire para luego soltarla, así por un par de segundos hasta sentir su corazón más tranquilo. La frente y otras partes del cuerpo estaban mojadas por su sudor y las manos le seguían temblando, sintiendo aún las secuelas del dolor en el pecho que había sentido en su sueño, como si dormida le hubiera dolido de la misma forma.

  Nunca tenía pesadillas, era extraño que las tuviese, pero aún así, lo que veía en sus sueños no eran las cosas las que daban miedo, sino las situaciones. Siempre despertaba exaltada o temblando, todo esto desde que comenzó con la búsqueda de la dichosa bruja, y estaba segura que todo lo que estaba viendo tanto en la realidad como en sus sueños, eran a causa de ella. Algo le decía que esa mujer estaba tan cerca como también tan lejos.

𝒯𝑒𝒹𝒹𝓎 𝒷𝑒𝒶𝓇  | 𝐊. 𝐓𝐇 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora