Capítulo 3

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—Tu tía dijo que los niños aman los juguetes.

  Alejando su mirada del exterior, volteó su cabeza en dirección a su madre y le dio una pequeña sonrisa de boca cerrada.

—Dice que los cuidan mucho y hay una niña que siempre juega con Mack.

  Jodido Mack, siempre se le salía la cabeza cuando jugaba a las princesas con él. Tae siempre era el jefe, el líder de todos los juegos, o a veces el espectador de sus actuaciones o bailes infantiles. Por supuesto, muchas veces fue su falso novio o esposo cuando invitaba a sus amigas a jugar a las madres, porque él siempre estuvo allí, siempre fue TaeTae.

  Volvió su mirada a los árboles y casas que pasaban ante sus ojos a medida que el auto avanzaba, yendo en dirección a su escuela. Escuchando de fondo la voz de su madre al volante, recordó lo sucedido anoche, entonces intentando tapar aún más la marca morada de su cuello con su camisa escolar comprendió al cien por ciento que Taehyung no era el simple muñeco que ella amaba y atesoraba con su corazón. Era algo, un demonio, un fantasma, algo era, todo menos un ser humano, eso estaba asegurado. Un humano no tenía vida si se convertía en un peluche cuando la luz se encendía.

—Muy bien, cuídate y estudia bien, ¿De acuerdo? —se despidió su madre, a lo que ella asintió desabrochándose el cinturón de seguridad y acercándose para darle un beso en la mejilla.

  Se bajó del auto y se aferró la mochila al hombro mientras a lo lejos divisaba la cabellera rojiza de su mejor amiga. Sin hacerla esperar demasiado corrió hasta alcanzarla.

—Buenas. —saludó Tamara con un abrazo.

—¿Llegaste hace mucho? —preguntó la morocha con una sonrisa decorando si rostro.

—No realmente. Oye, ¿No dormiste bien anoche?

  Isabella frunció su ceño y la miró esperando que continuara hablando.

—Es que pareces un muerto, amiga. Estás pálida y esas ojeras se ven incluso desde la casa de mi abuela. —soltó una risa la pelirroja, al mismo tiempo que Isa aprovechaba para mirar su reflejo en el vidrio de una de las puertas.

  Ella tenía razón, por más que su reflejo no era del todo visible, las ojeras y lo desarreglado que se encontraba su cabello, daban a entender que su noche no había sido la mejor de todas, y así había sido en realidad. Había alcanzado a dormir tan solo tres horas, todo por quedarse observando la ventana o la puerta de su habitación, con el miedo de que él volviera.

—Sí, tuve pesadillas anoche. —mintió, intentando tapar su rostro con su cabello.

—Bueno, yo haré que te olvides de tus pesadillas, nena —bromeó su amiga, pasando su brazo por encima de sus hombros. —. No sabes lo que me enteré ayer.

  Cuando las horas pasaron lentas y tortuosamente, escuchando cómo su amiga cotorreaba toda la mañana sobre el rumor que había escuchado, por fin llegó la hora de salida. Se despidió de Tamara con un abrazo y comenzó su camino rumbo hacia su casa.

—Hola Cleo, ¿Cómo está la perrita más bella del mundo?

  El caniche saltaba en su dirección con emoción, moviendo su cola de un lado a otro con rapidez mientras sacaba su lengua y la dejaba colgando a un costado de su boca. Isabella sonrió y dejó su mochila sobre el sofá más cercano que encontró, soltó un suspiro y dio un paso adelante, pero pronto una voz detuvo su acción en medio del comedor.

—Cleo está bien —levantó su mirada del suelo con terror. —, pero creo que a nadie le gusta que lo tiren a la basura, ¿No es así, Isa?

  Su cuerpo estaba inmóvil, observando con precisa atención al castaño parado en la entrada de la cocina, a un costado de las escaleras. Era alto, y con la luz del día podía apreciar con mucha más claridad sus facciones, confirmando que sea lo que sea que tenía frente a sus ojos, era envidiablemente hermoso.
  Su mirada era intensa y un poco furiosa, mientras mantenía sus manos guardadas en los bolsillos delanteros del pantalón de chándal gris, mismo color que llevaba el buzo que tenía puesto que a simple vista era un poco grande para su cuerpo. La capucha tapaba gran parte de su cabeza, provocando que los rulos quedaran más cerca de sus oscuros y atrayentes ojos.

𝒯𝑒𝒹𝒹𝓎 𝒷𝑒𝒶𝓇  | 𝐊. 𝐓𝐇 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora