Capítulo 30: Efectos secundarios

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JARETH.

—Te dije que estoy bien, cariño.

Vicenzo agarra de nuevo la mano de Zara mientras inspecciona que el corte no sea profundo. Por quinta vez.

Me mantengo juntando los pedazos de vidrios que se le cayó a Zara cuando estaba por llevarlos. Se supone que los vasos irían al fregadero, pero tropezó, cayó y ella jamás soltó el vaso de vidrio.

—Ya, pero quiero ver que no se infecte, y no sangre más —Vicenzo tiene el ceño fruncido en preocupación mientras le susurra palabras cariñosas—. Debí ayudarte, lo siento, mi amor.

—Estoy bien —ella le repite en voz baja.

Sharla se encuentra juntando los pedazos conmigo. Sus ojos lucen perdidos y parece realmente atormentada por sus pensamientos. Nuestras manos agarran al mismo tiempo el último pedazo y levanto la vista cuando terminamos agarrándonos las manos.

—Lo siento —dice, pero no la quita con rapidez.

Voy a responder, pero Izan aparece por la puerta apoyándose del marco y mirándonos. Sus ojos no salen de Sharla y el hecho de que le dé la misma mirada que suele darles a las chicas, me hace querer romperle la cara.

Mi teléfono vibra en mi bolsillo así que me levanto del suelo metiendo los vidrios en una bolsa aparte y ayudando a Sharla. Lavo mis manos mientras el silencio tenso llena la habitación.

—¿Nos vamos, nena? —Izan no me mira, solo mantiene sus ojos en ella.

—Dame un minuto —la voz de Sharla sale baja, casi sumisa—. Iré a ver si Zara necesita algo más.

Sale de la cocina yendo a la sala mientras la veo inclinarse al sofá donde está Zara y hablarle en voz baja.

—Lo vas a terminar arruinando —Izan esta vez me mira—. Y sabes como terminará.

Río en voz baja negando con la cabeza mientras tiro la bolsa al tacho y me apoyo de la mesada mirándolo. Sus ojos no salen de los míos, pero realmente estoy tan harto de esta situación y de todas las personas que están involucradas.

—¿Me estás amenazando? —pregunto incrédulo.

—Sabes lo que va a pasar, no es amenaza, es advertencia —sisea—. Sabes que ninguno de los dos va a dejarte arruinarlo. Yo no voy a dejar que lo arruines, es mía.

Muerdo el interior de mi mejilla y me enderezo dando un paso a él. Su rostro no cambia, pero veo como su cuerpo se tensa, manteniendo la guardia en alta.

—No es un objeto que ves en una tienda y decides robarlo, no es un premio, no es una ganancia, tampoco es una maldita planta —gruño odiando con todo mi ser que él decida pensar así de ella—. No es tuya, Izan.

—¿Estás seguro que no? —Suelta una risa baja.

Sharla vuelve con nosotros antes de que pueda decir algo más y aprieto mis labios ahogándome las preguntas que tengo. Jamás mostraría que no sabía nada de la situación.

Y el hecho de que se sume más gente al maldito problema solo me descompone más.

—Estoy lista —Sharla le sonríe con pesar y no me mira ni una vez mientras se despide de mí.

Duele, realmente duele saber que hasta hace un mes pudimos haberlo tenido todo. Pero su ego y orgullo es mucho más fuerte que simplemente sanar y perdonar.

La destruí, la destruí completa.

Y si, tal vez fue en el pasado, tal vez ella también me destruyó, pero no podía culparla.

El Karma de JarethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora