Capítulo 33: Completamente rota

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SHARLA.

Observo con nerviosismo la puerta que tengo frente a mi rostro y trago saliva mientras rasco mi brazo de manera brusca, haciéndome daño. Puedo sentir como mi pantalón largo hace vuelo por el viento, y me abrazo mientras espero.

Cuando la puerta se abre, veo como el hombre abre los ojos en grande y ríe. Esa risa solía darme felicidad cuando era pequeña, ahora mismo me dan nauseas.

—Hola, papá —susurro.

—Mi pequeña no tan pequeña —sonríe.

Abre los brazos, pero solo lo miro tragando saliva, dudo un poco y me termino acercando. Sus brazos me rodean y yo mantengo mis manos en su pecho para poner una distancia prudente entre ambos.

—Pasa, cariño. Que sorpresa verte.

Me hace un lugar corriéndose a un lado y paso tratando de no tocar ni un mínimo de su cuerpo con el mío. Las únicas personas que dejaba tocarme era Zara y Vicenzo. Me daba pánico que alguien más lo hiciera.

—Lamento haber venido de esta manera, pero no podré venir a festejar contigo —trago saliva—. Preferí venir antes.

—Tú eres siempre bienvenida aquí, lo sabes —me hace sentarme en el sofá— ¿Quieres comer algo, beber algo?

Mi garganta se cierra ante esa pregunta y sonrío tensa. Tampoco podía comer nada que no haya preparado yo, o Zara.

—No, estoy bien, gracias.

Él asiente, sentándose frente a mí y ríe mirándome. Casi dos años sin vernos, y realmente había extrañado la manera en la que se sentía ser una niña otra vez. Me recuerdo que él nos abandonó, que él me abandonó, me dejó con ella. Mis ojos se empañan.

—Estás tan grande —ríe incomodo de que lo mire tan fijo— ¿Cómo está yendo la fotografía?

—Bien, de hecho —paso una mano por mis piernas—. Me divierto cubriendo fiestas como bodas, cumpleaños y tal. Pero las campañas de modelaje me gustan demasiado, las siento más profesionales, y me llevo mucho mejor con los modelos.

—Eso es bueno, que te guste lo que haces.

Asiento lentamente y suspiro cuando se quita los lentes, mirándome. Sé lo que dirá y no quiero hablar de ella.

—¿Tu madre como está? —pregunta mirándome.

—No lo sé, no me habla desde que decidió confiar en el hijo de alguien más que en la suya propia.

Que su cuerpo se tense me hace poner en alerta.

—¿Qué sucedió? —su voz suena baja y cautelosa.

—Nada de lo que quiera hablar —digo con sinceridad.

Se queda en silencio unos segundos, y termina acercándose a mi cuerpo de más. Rompiendo mi espacio personal. Sus ojos reparan cada parte de mi cuerpo y me siento tan tensa que me abrazo para protegerme.

—Sharla, si ella hace algo...

—¿Qué me hará? —pregunto— ¿Me va a abandonar e irse con una persona de mi edad? El peor daño lo haz hecho tú al irte y dejarme con ella. Entiendo que te hayas querido separar de ella, pero era una niña, Anthony. No merecía que me hayas abandonado a mí también, no lo merecía. Fue tan injusto —mi voz se rompe, veo su cuerpo desplomarse sobre el sofá y me mira, dejando que me desahogue.

»—Me dejaste con una persona que nunca me cuidó, me dejaste con ella, dejaste que me odiara, que me despreciara por tu culpa. Hiciste que descargara su frustración conmigo, nunca fui feliz. Desde que te fuiste no fui feliz. No estuviste ahí para apoyarme, no estuviste cuando me rompieron en mil pedazos. Cuando ella me rompió en mil pedazos.

El Karma de JarethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora