Capítulo 19: Verdades a medias

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Capítulo 19: Verdades a medias

SHARLA.

Mi boca parece pesada cuando se abre del asombro. Mis ojos no salen de los suyos, ese celeste que parece estar consumiéndome. Mi mente baila, entre la confusión, la indignación y la estupidez.

Te lo dije, debes empezar a abrir los ojos, eres una niña estúpida.

Acomodo mejor mi vestido, sintiéndome totalmente expuesta, y patética. Le di todo a este hombre. Le di mi confianza, mi amistad, mi cuerpo. Y ahora, también parece que le di mi corazón.

—Dime algo —su voz suena rasgada.

Su cuerpo se balancea levemente y veo la culpa en sus ojos, sé que lo hizo de impulsivo, para demostrar que, evidentemente, mi cuerpo ha sido suyo por meses. Los celos ante quien sea ese hombre, lo cegaron.

—Si esta es una maldita broma, no es gracioso —me aferro a la idea de que él no es Angelo. Pero algo en mí me lo confirma.

¿Me sorprende? Si, bastante. Pero ¿realmente es inesperado? No. Muy en el fondo tenía la leve sospecha. Al principio, claro que no. Angelo me llamó la atención porque era un buen hombre, era amable, cariñoso, y caliente. Pero me quedé con él por sus ojos.

Muy en el fondo, cuando nos conocimos, yo realmente veía los ojos de aquel niño de diecisiete, casi dieciocho años. Lo veía asustado cuando venía buscando refugio en mí, por alguna pelea con su padre. Veía ese océano donde solíamos sentarnos en la playa, y él solía bromear que era un hijo del mar, y por eso sus ojos eran parecidos.

Pero Angelo, o Jareth, o quien mierda sea, ya no tenía esos ojos. Él ya no lucía de esa forma asustada ante cada reproche de su padre por tratar de ser mejor. Ahora lucían más oscuros, más sombríos. Casi apagados.

Mi océano estaba lleno de olas, y cada una lo hundían mucho más.

Pero solo creí que eran imaginaciones mías, de una ingenua niña que aún habitaba en mí, muy en el fondo. Con la esperanza de que cuando me diera vuelta, el que me mirara, sería Jareth, y no Angelo.

Vaya mierda de la vida. ¿Acaso mercurio estaba en retrogrado? ¿Me perdí algún eclipse, o algo? Porque entonces no entendía la intensidad de la semana.

—Sharla...

Mi mano se estampa contra su mejilla, haciendo que el golpe resuene en toda la habitación. Él me mira, con los ojos brillosos.

—¡No digas mi maldito nombre en ese tono! —estallo.

Todos los nervios y el estrés acumulado, me hacen agarrar un ataque de ira incontrolable. Me acerco a la cama agarrando mis cosas sin mirarlo.

—Pequeña, déjame explicarte.

—¿Qué me vas a explicar Jareth? —siseo— ¿Qué te fuiste por cinco malditos y putos años, dejándome destrozada? ¿Qué empezaste tu vida desde cero mientras yo me quedaba aquí, ahogada de recuerdos?

—Nada fue color de rosas para mi tampoco, Sharla. Tuve mis razones —él tiene el maldito descaro de tensarse y lucir ofendido.

—Dímelas, entonces. A ver si son tan buenas.

—No puedo.

—Que hijo de puta —jadeo— ¡Eres un maldito hijo de puta! —le tiro la almohada, pero la agarra, y eso solo me hace enfurecer más— ¡Un imbécil! —le tiro la otra, haciendo que la golpee con el brazo— ¡Maldito inmaduro que no asume sus mierdas!

Quiere acercarse, pero esta vez cojo un libro del estante que tengo al lado, lo sostengo en mi mano, indecisa, y lo vuelvo a dejar en su lugar. Él aprovecha mi descuido y me toma de los hombros, haciéndome imposible volver a moverme.

El Karma de JarethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora