Capitulo 4: Media tregua y locura.
Suelto el aire de forma dramática sintiendo la alarma vibrar y sonar como si el mundo se fuera en ello. Cierro los ojos con fuerza apagándola y suelto un gruñido. No había podido dormir absolutamente nada porque no dejaba de pensar en el almuerzo que tendría con Jareth en unas pocas horas.
Volteo en la cama abrazando la almohada mientras escondo la cabeza en esta, quería morirme, pero luego seguro me arrepentía y querría volver a la vida.
Ah, la vida de alguien que detesta la vida pero aún quiere habitar este inmundo lugar llamado mundo.
—Ya te oí, puta madre —volteo cuando la alarma vuelve a sonar y me levanto para apagarla, otra vez.
Agarro mi teléfono como mal hábito cada vez que despierto, y comienzo a responder mensajes de trabajo, y algunos personales. Frunzo la nariz con desagrado viendo el chat de Jareth estando en línea y suspiro entrando al chat.
Mordisqueo mi labio sintiendo mi bajo vientre doler mientras escribo algún mensaje, algo que retenga el que estemos a solas en un lugar neutral, almorzando. Pero nada sale de mi y a medida que escribo, mi vientre arde en fuego.
Hambre, tengo hambre.
Elimino el mensaje que estúpidamente iba a enviar y me levanto de la cama con flojera. Me aseo, hago mis necesidades y termino saliendo de la ducha oliendo a vainilla.
Cierro los ojos unos momentos mientras me hago el desayuno en menos de diez minutos y me hundo en el sofá sintiendo la casa en silencio. Antes, cuando me fui de casa, me deprimí por días. Siempre había deseado el irme lejos, salir de esa casa, dejar de depender de alguien, y cuando lo conseguí, lloré. Lloré tanto y tanto, que me desgasté.
Tenía miedo de fracasar, de que las palabras de mi madre sean ciertas, de que yo sea una inútil, una buena para nada, una mendiga. Yo no quería fracasar, yo no quería hundirme en la infelicidad, en las deudas, la independencia en su máxima expresión. Y recuerdo muy bien que mi madre se aprovechó de eso, vio el temor y, fingiendo que me ayudaría, solo me hundió más.
El silencio era matador, sentirme sola, sin futuro, creyendo que era mala en todo, que jamás triunfaria. Crecí creyendo que no era más que un títere, uno con cuerdas pequeñas, que me dejara moverme, pero no lo suficiente como para sentirme libre. Y yo no quise eso, y el odio hacia mi madre…
Bebo la taza de té de un golpe dándome igual si me quemaba y trago duro ahogando el nudo.
SI no hubiera sido por Zara, ni por Vicenzo, yo estaría aún viviendo con mi madre, creyendo su veneno. Ellos me ayudaron, me sacaron de ahí, Zenzo me ayudó en el camino laboral al dejarme trabajar en un hotel como fotógrafa de su página web, pero yo seguía con miedo.
Siempre iba a tener miedo de ser todo lo que ella me decía que sería, y la amaba, realmente amaba a mi madre. Y lo intenté, intenté odiarla, pero no pude, jamás podría. Ella me dio la vida, ella estuvo ahí cuando papá se fue con una mujer que tenía pocos años más que yo, y yo estuve con ella cuando lloraba por su marido infiel. Pero nunca fuimos cercanas.
Frunzo la nariz con desagrado mientras lavo la taza con suavidad y rasco mi ceja sabiendo que yo debía salir en menos de una hora si quería llegar a ese almuerzo.
Y ese era otro conflicto mental, Jareth.
El hijo de puta me gustaba, mierda, me ponía cachonda. Pero no podía ver su rostro sin pensar en qué ese era el mismo que me despreció años atrás, que me dejó tirada y abandonada cuando le confesé mi amor.
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El Karma de Jareth
RomanceSharla y Jareth han sido inseparables desde que tenían cinco años. Han ido al mismo colegio juntos, han tenido mil noches de películas, han pasado por mil y un peleas. Son los mejores amigos que jamás existirán. Hasta que Sharla decide hablarle sobr...